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Física cuántica y Palabra: convergencias entre lo visible y lo invisible

Debido al avance de muchas referencias que se pueden encontrar en la red, he decidido elaborar un trabajo para que muchos puedan entender la relación entre los conocimientos actuales de física cuántica y las escrituras.

Personalmente, estoy convencido de que el avance de conocimiento brutal, diría no más de los cincuenta últimos años, que supera todas las demás épocas de la humanidad, no es casualidad.

Dicen las escrituras, en la traducción transliteral de Daniel 12:4:

Y tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin; muchos investigarán de un lado a otro, y el conocimiento se multiplicará

El texto indica que, antes del fin de los tiempos, el conocimiento se expandirá intensamente, tanto en el plano intelectual, (descubrimientos, ciencia), como en el espiritual (revelación y discernimiento).

La expresión “yeshottetu rabbim” alude también a una humanidad inquieta, “viajando” o “buscando”, lo que algunos exegetas modernos asocian con la era de la globalización y la expansión del saber.

En todo caso, vivimos tiempos de cambios espirituales, que la religión ni siquiera puede entrever, pero los creyentes, sí. Lo extraño, (y no lo es tanto porque Jesús la lo advirtió), es que aquellos que los religiosos cualifican de "paganos" son los que empiezan a intuir las cosas espirituales.

El excelente ejemplo de esto es el pasaje del legionario romano, que llega a ejercer una fe, jamás vista en Israel: "Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía:“Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.” (Lucas 7:9).

Allí vamos con el tema:

 

1. Introducción – Del universo mecánico al universo relacional

Durante más de dos siglos, la física se basó en el modelo newtoniano: un universo como una gran máquina de relojería. Cada partícula tenía una posición, una masa y una velocidad; si se conocían todas, se podía predecir el futuro de todo el sistema. El espacio y el tiempo eran absolutos, y la materia existía independientemente del observador.

A comienzos del siglo XX, este modelo empezó a desmoronarse. Experimentos con la luz y los átomos mostraron comportamientos imposibles de explicar con la física clásica:

  • La luz a veces se comportaba como onda, otras como partícula.

  • Los electrones no seguían trayectorias fijas, sino probabilidades de presencia.

  • Y lo más sorprendente: observar un fenómeno lo modificaba.

De ahí nació la física cuántica, con científicos como Max Planck, Albert Einstein, Niels Bohr, Werner Heisenberg y Erwin Schrödinger.
Ellos descubrieron que la realidad, en su nivel más profundo, no es continua ni determinista, sino probabilística y relacional.

Esto significa que:

  • La materia no existe como objeto fijo, sino como una posibilidad de ser hasta que algo la hace “colapsar” en una forma concreta.

  • El observador no es externo al experimento: su intervención determina lo que se manifiesta.

  • Y todo está conectado: ninguna partícula o evento está completamente aislado del resto del universo.

Este cambio de visión llevó a Einstein a decir:

Lo más incomprensible del universo es que sea comprensible.”

Y a Bohr a resumir:

Si la mecánica cuántica no te ha sorprendido profundamente, es que no la has entendido.

La física cuántica no niega la materia, pero muestra que la materia visible emerge de algo más profundo, invisible, lleno de energía e información. Ese “nivel de fondo” el campo cuántico, es, en términos espirituales, comparable al plano invisible del Reino, de donde proviene todo lo visible.

2. El observador y la fe

 

2.1. El experimento clave: la doble rendija

A comienzos del siglo XX, los físicos querían saber si la luz era onda o partícula.
El experimento más simple y revelador fue el de la doble rendija, realizado primero con luz (Thomas Young, 1801) y más tarde con electrones y átomos (versión cuántica moderna).

El procedimiento es sencillo:

  1. Se lanza luz, o electrones, hacia una placa con dos rendijas muy finas.

  2. Detrás, se coloca una pantalla para registrar los impactos.

- Si la luz fuera solo una partícula, veríamos dos bandas en la pantalla (una detrás de cada rendija).

- Si fuera una onda, se formarían muchas franjas de interferencia, como cuando las olas del agua se superponen.

El resultado sorprendente fue que, mientras nadie observaba, la luz se comportaba como una onda, creando un patrón de interferencia. Pero cuando se colocaban detectores para saber por qué rendija pasaba cada partícula, el patrón cambiaba: la luz se comportaba como partícula.

En otras palabras:la simple observación modificaba el resultado físico.

2.2. La implicación: la conciencia participa en la realidad

Los físicos comenzaron a hablar del “colapso de la función de onda”:
mientras no se mide, una partícula no tiene posición definida, solo una probabilidad de estar en muchos lugares a la vez (un estado llamado superposición).
Pero en el momento de observarla o medirla, esa posibilidad se “colapsa” y se manifiesta una realidad concreta.

Esto llevó a plantear una pregunta revolucionaria:

¿Existe la realidad antes de ser observada?

El físico John Archibald Wheeler fue más lejos con su “experimento de elección retardada”:
la elección de medir (incluso después del evento) parecía determinar retroactivamente lo que la partícula “había hecho”. La observación no solo revela, sino crea el pasado observable.

Wheeler resumió:

No observamos simplemente lo que es; participamos en su creación.

2.3. Correspondencia espiritual: la fe como observador del Reino

La Biblia describe algo muy semejante, pero en el plano espiritual:

 “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1)

La fe actúa como el “observador espiritual” que hace visible lo invisible.
Mientras algo permanece en la dimensión del Reino, la “superposición” divina, existe como potencial. Pero cuando el creyente lo contempla con fe, cuando lo ve interiormente como real, esa posibilidad se materializa en su dimensión natural.

Jesús lo expresó de forma cuánticamente perfecta:

Sea hecho conforme a tu fe.” (Mateo 9:29)
Si crees, verás la gloria de Dios.” (Juan 11:40)

y aún más claro:

      “Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que tuviera fe y no dudara no sólo hará esto de la higuera, sino que si a este monte dijera: “Quítate y échate en el mar”, y no dudará en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá".(Marcos 11:22-24). 

Así como la medición colapsa la función de onda, la fe colapsa la promesa potencial del Reino. La realidad espiritual se convierte en realidad visible por la intervención consciente de la mente unida al Espíritu.

2.4. Conclusión

En ambos campos, física y fe, se descubre un mismo principio:

  • La realidad no está completa sin la conciencia que la observa y la cree.

  • Lo que llamamos “existir” depende de un acto de atención y relación.

La física lo describe como “interacción del observador con el sistema”. El Evangelio lo llama “fe que hace real lo invisible”. Ambos coinciden en que el universo no es una máquina cerrada, sino un tejido vivo de relaciones donde la mirada del ser consciente participa en la creación.

Jesús, como imagen del Creador en la dimensión física, demuestra el proceso espiritual de influencia en esta misma. Allí se puede considerar la experiencia de Pedro que camina sobre las aguas:

"Más a la cuarta vigilia de la noche, viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, Jesús vino a ellos andando sobre el mar y quería adelantárseles. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, gritando:
    “¡Un fantasma!

porque todos le veían, y dieron voces de miedo, pero en seguida Jesús les habló, diciendo:
    ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
Entonces le respondió Pedro, y dijo:
    Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”.
Y él dijo:
    Ven”.
Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo:
    ¡Señor, sálvame!
Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo:
    ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

Vemos como Jesús tiene capacidad de influir en el entorno físico natural, y caminar encima del elemento líquido. Pero lo que confirma lo dicho anteriormente, es la "observación" de Pedro, que activa su fe, y le permite operar de igual manera que Jesús.

Cristo, la manifestación de Dios hecho hombre en Jesús, no solo demuestra su Poder en forma humana, sino que este puede morar en el hombre por la fe.

 

3. El entrelazamiento cuántico y la unidad espiritual

3.1. El hallazgo que desafió a Einstein

En 1935, Albert Einstein, junto con Boris Podolsky y Nathan Rosen, publicó un artículo que intentaba mostrar los límites de la mecánica cuántica.
Imaginaban dos partículas creadas juntas y que, al separarse, seguían “sabiendo” instantáneamente lo que le ocurría a la otra, sin importar la distancia.
Einstein no aceptaba esa idea y la llamó “acción fantasmal a distancia” (spooky action at a distance).

Para él, la física debía respetar dos principios:

  1. Realismo local – cada cosa tiene propiedades propias, independientes de la observación.

  2. Causalidad – nada puede influir más rápido que la luz.

Pero en 1982, el físico francés Alain Aspect demostró experimentalmente que Einstein se equivocaba en este punto.
Sus mediciones mostraron que las partículas entrelazadas se comportan como una sola unidad, incluso a kilómetros de distancia.
Un cambio en una de ellas se reflejaba de inmediato en la otra, sin que mediara ninguna señal física detectable.

Este resultado fue confirmado más tarde por Nicolas Gisin (Universidad de Ginebra, 1997) y otros laboratorios en China y EE. UU., usando fotones separados por decenas de kilómetros.

3.2. Qué significa el entrelazamiento

Cuando dos partículas se crean en un mismo evento, sus propiedades cuánticas (como el giro o la polarización) quedan correlacionadas.
Eso significa que, aunque se alejen una de otra, su estado permanece compartido: el sistema completo debe tratarse como un solo todo.
No hay información “viajando” entre ellas, sino una unidad de fondo, más allá del espacio-tiempo.

En términos simples:

  • Cada partícula “sabe” lo que ocurre a la otra porque nunca dejó de ser parte del mismo sistema.

  • El universo cuántico funciona como una red de relaciones, no como piezas separadas.

El físico David Bohm, habló de un “orden implicado”: un nivel profundo donde todo está interconectado, y del cual emergen las formas visibles.

3.3. Paralelo espiritual: un solo cuerpo, un solo Espíritu

El apóstol Pablo describe algo sorprendentemente similar:

“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo… y todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.” (1 Corintios 12:13).

En el plano espiritual, los hijos del Reino están entrelazados en el mismo Espíritu.
No es una metáfora poética: es una estructura real de resonancia, donde lo que afecta a uno repercute en el conjunto. Jesús mismo lo expresó:

Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad.” (Juan 17:23)

Así como dos partículas cuánticas comparten un estado común más allá de la distancia, los creyentes comparten una frecuencia espiritual más allá del tiempo y el espacio.

La oración, la intercesión o la adoración en distintos lugares son manifestaciones de esa no-localidad espiritual: una comunión que no depende del contacto físico, sino de la conexión esencial en El Logos, Cristo.

3.4. Implicaciones espirituales y científicas

  • La física cuántica muestra que la separación es aparente: el universo es un solo tejido energético e informacional.

  • El Reino enseña que los creyentes forman un solo cuerpo bajo un mismo Espíritu.

  • En ambos casos, el vínculo que une todo no es visible, pero es el soporte de toda realidad.

Cuando el ser humano vive en desunión, corta su conciencia de ese campo de coherencia. Cuando vive en Amor y Verdad, se reconecta con la red original de unidad.

El Amor del Creador, Su Esencia, como fuerza de cohesión espiritual, cumple en el plano divino el mismo papel que la coherencia cuántica en el plano físico: mantiene todo en relación viva. Ojo, aquí no se está hablando de amor (sentimientos), sino de Agape, el Afecto que viene del Creador.

“... El cual, (Cristo), siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder…"(Hebreos 1:3).

Aquí “sustenta” (φέρων – pherón) significa literalmente mantener en existencia, sostener en movimiento. La creación no es solo algo hecho, sino algo mantenido activamente por la Palabra. Y:

“...Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.” (Colosenses 1:16-17).

Aquí el verbo “subsisten” (synestēken) implica cohesión, permanencia. Cristo-Logos es el principio de cohesión del universo.

3.5. Referencias científicas

  • A. Einstein, B. Podolsky, N. Rosen (1935) – Can Quantum-Mechanical Description of Physical Reality Be Considered Complete?

  • J. S. Bell (1964) – On the Einstein-Podolsky-Rosen Paradox (formulación de las desigualdades de Bell).

  • A. Aspect et al. (1982) – Physical Review Letters 49, 1804.

  • N. Gisin (1997) – Quantum Non-Locality: Experiments and Interpretation.

  • D. Bohm (1980) – Wholeness and the Implicate Order.

4. El vacío cuántico y el Reino invisible

4.1. El falso “vacío”

En la intuición cotidiana, “vacío” significa “nada”: ausencia total de materia o energía. Pero para la física moderna, el vacío es todo menos vacío.

En el marco de la teoría cuántica de campos (Quantum Field Theory, QFT), cada tipo de partícula; electrón, fotón, neutrino, no es un objeto aislado, sino una excitación de un campo invisible que llena todo el espacio.

Así, el universo no está compuesto de partículas flotando en el vacío, sino de campos vibrantes omnipresentes. Lo que llamamos “partícula” es solo una ondulación localizada en ese océano invisible.

Incluso en el espacio más desocupado del cosmos, donde no hay átomos ni radiación, los campos cuánticos siguen fluctuando espontáneamente. De esas fluctuaciones surgen y desaparecen pares de partículas virtuales: materia y antimateria que nacen y se aniquilan en fracciones de segundo.

Los físicos llaman a esto energía del punto cero o energía del vacío. Se ha medido indirectamente, por ejemplo, en el efecto Casimir (1948): cuando dos placas metálicas muy próximas se atraen debido a las fluctuaciones del vacío que existen entre ellas.

Por tanto, el vacío cuántico es la base energética de toda la realidad: una matriz invisible, activa, dinámica y rebosante de potencial.

4.2. La materia como condensación del campo.

El físico Max Planck, padre de la teoría cuántica, declaró en 1944:

No existe la materia como tal. Toda materia surge y existe únicamente en virtud de una fuerza que hace vibrar las partículas atómicas y las mantiene juntas... debemos suponer detrás de esta fuerza la existencia de una mente consciente e inteligente.

Así que Planck, por su observación, no hablaba desde la teología, sino desde la física. Intuyó que detrás de las leyes matemáticas debía haber información, orden y dirección. Es decir, con "mente consciente e inteligente" un ser "personal".

Esto es lo que más inquieta la mente que se apoya en la lógica visible. Es dispuesta a concebir una "fuerza", o "energía" que mantenga el universo ordenado, al estilo "Star Wars". Pero atribuirlo a un ser personal, que por ende tenga control ilimitado, sobrepasa su capacidad.

Por esto la mente natural siempre se forma divinidades a limitación humana, como en las mitologías. Así puede evadir sus propias responsabilidades, y desviarlas en las figuras de sí-mismo.

Hoy, la física de partículas describe algo parecido: toda la materia visible, los átomos, las estrellas, el cuerpo humano representa solo alrededor del 4 % de la energía total del universo. El resto es campo invisible: energía oscura (~68 %) y materia oscura ¿ tinieblas? (~27 %).” Es decir: la realidad tangible flota en un océano de invisibilidad.

4.3. Correspondencia espiritual: el Reino como matriz invisible

La Palabra enseña el mismo principio, siglos antes:

Por la fe entendemos que el universo fue constituido por la Palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. (Hebreos 11:3).

El Reino de Dios es esa dimensión invisible donde todo está contenido en potencia.
Lo visible no es independiente: se sostiene y se renueva continuamente por lo invisible. Así como las partículas surgen del campo cuántico, toda creación surge de la Palabra viva, del Logos.

Jesús lo expresó cuando dijo:

Mis palabras son espíritu y son vida”. (Juan 6:63).

La materia es simplemente espíritu estructurado. Lo que la física llama “campo”, la Escritura llama “Espíritu” o “Verbo creador”. 

 

4.4. Paralelismos directos

Campo cuántico: matriz energética invisible.

Partículas que aparecen y desaparecen del vacío.

Energía del punto cero: actividad constante en el “vacío”.

                                                          Coherencia cuántica: orden profundo detrás del caos aparente.

Reino de Dios: matriz espiritual invisible.

                                                   Manifestaciones que emergen del Espíritu según la Palabra.

  Movimiento continuo del Espíritu: “El Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.” (Juan 5:17).

Sabiduría divina: “En Él subsisten todas las cosas.” (Colosenses 1:17) 



5. No-localidad y omnipresencia

 

5.1. La ruptura con el espacio-tiempo clásico

Durante siglos, la ciencia consideró que todo fenómeno debía ocurrir en un lugar y tiempo determinados, bajo la regla de la causalidad local:

“Una causa sólo puede producir efectos en su entorno inmediato y con un retardo proporcional a la distancia.”

Sin embargo, la física cuántica y la relatividad desmontaron esa idea.
Albert Einstein mostró que el espacio y el tiempo forman una sola estructura, el espacio-tiempo, y que su medida depende del movimiento y la gravedad.
A nivel cuántico, la cosa es aún más radical: los sistemas entrelazados o coherentes pueden intercambiar información sin recorrer el espacio.

Esto significa que la distancia no limita la relación, y que el universo no está compuesto de fragmentos separados, sino de un todo coherente.

5.2. Experimentos que lo demuestran

Además del entrelazamiento, otros experimentos confirman la no-localidad:

  • Efecto Aharonov-Bohm (1959): un electrón puede verse afectado por un campo magnético, aunque viaje por una zona donde ese campo es cero. La influencia llega sin contacto físico.

  • Teletransporte cuántico (1997-2020): se ha logrado transferir el estado cuántico de una partícula a otra a kilómetros de distancia, sin intercambio material, solo mediante correlación de información.

  • Experimentos de elección retardada de Wheeler: la decisión del observador presente parece afectar al comportamiento de una partícula pasada.

Todo esto apunta a que el universo funciona como un sistema de coherencia atemporal, donde pasado, presente y futuro están conectados en una totalidad dinámica.

5.3. Lectura espiritual: el Espíritu trasciende espacio y tiempo

La Palabra enseña exactamente esa característica del Espíritu:

El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo el que es nacido del Espíritu.” (Juan 3:8)
¿Adónde me iré de tu Espíritu?… Si subiere a los cielos, allí estás tú.” (Salmo 139:7-8)

El Espíritu de Dios no está sujeto al espacio ni al tiempo, porque es la sustancia misma que los sostiene.
Lo que en la física se llama “no-localidad”, en el Reino se llama omnipresencia: la capacidad del Espíritu de estar plenamente en todas partes al mismo tiempo.

La oración, la revelación o la comunión espiritual operan bajo ese mismo principio:
no dependen de distancia ni de simultaneidad física, porque el Espíritu une todos los puntos en un solo presente eterno.

5.3.1. Ejemplo bíblico : el traslado de Felipe

Un ejemplo sorprendente de esta trascendencia del espacio-tiempo lo encontramos en el relato de Felipe y el eunuco etíope:

Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino. Pero Felipe se halló en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.
(Hechos 8:39-40)

Aquí no hay desplazamiento físico gradual : el texto dice que el Espíritu lo arrebató (harpazō en griego : tomar, transportar súbitamente).
Felipe desaparece de un lugar y aparece en otro, a unos 35 km de distancia.

Desde la perspectiva espiritual, esto no es magia, sino una coherencia superior : el cuerpo obedeciendo a la orden directa del Espíritu, fuera de las coordenadas del tiempo y del espacio.
Desde la analogía científica, podríamos hablar de una “transferencia de estado” más que de un desplazamiento : el Espíritu, que mantiene la unidad de todo, puede colapsar la posición del cuerpo de un punto a otro dentro de su campo omnipresente, sin recorrer la distancia intermedia.

Así como en la física cuántica la información cuántica puede transmitirse instantáneamente entre partículas entrelazadas, en el Reino la materia puede obedecer a la voluntad divina sin intermediación espacial. No porque el hombre lo controle, sino porque el Espíritu que lo habita es Señor del espacio y del tiempo

5.4. Paralelo estructural

Física moderna

La realidad cuántica es no-local; las partículas actúan como una sola.

El tiempo puede contraerse o dilatarse según la observación.

La información cuántica se conserva en todo el universo.

La materia y la energía son       manifestaciones de un mismo campo. 

Principio espiritual

       El espíritu Santo une a todos los creyentes en un solo cuerpo.

  En la eternidad del Reino no hay pasado ni futuro: todo es “ahora”.

   Nada se pierde ante Dios: “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”.

Lo visible y lo invisible son manifestaciones del mismo Logos.

6. Conclusión – Hacia una ciencia del Reino

6.1. Una misma estructura, dos lenguajes

La física cuántica ha llegado, sin pretenderlo, a un terreno donde sus ecuaciones describen principios que la fe ya conocía por revelación:

  • Que lo visible nace de lo invisible,

  • Que la conciencia (o la atención del observador) participa en la realidad,

  • Que todo está interconectado más allá de la distancia,

  • Y que el universo es relacional, no mecánico.

La ciencia moderna y la Palabra no hablan del mismo objeto, pero sí del mismo orden: ambas intentan describir cómo lo invisible se hace visible.

En Él fueron creadas todas las cosas… visibles e invisibles… y en Él subsisten”. (Colosenses 1:16-17).

Lo que la física llama campo cuántico, la fe llama Espíritu creador.
Lo que el físico define como observador, el creyente lo vive como fe activa.
Y lo que la teoría describe como entrelazamiento, el Reino lo manifiesta como unidad en el Espíritu.

6.2. La conciencia como interfaz

La mente humana no es un mero producto de la materia, sino una interfaz entre lo visible y lo invisible.
El cerebro traduce la información del campo espiritual en percepciones y pensamientos, del mismo modo que una antena convierte ondas invisibles en sonido.

En la física cuántica, el observador es quien da forma al resultado. En el Reino, el creyente es quien manifiesta la Palabra recibida. Ambos actúan desde la conciencia: una capacidad de contemplar, elegir y crear coherencia.

Por eso Jesús no habló de creer en ideas, sino de ver el Reino:

Si crees, verás la gloria de Dios.” (Juan 11:40)

La fe no es credulidad; es la participación consciente en la obra creadora.

6.3. El universo como comunión

El entrelazamiento cuántico revela que el universo no está hecho de fragmentos, sino de relaciones. Esa misma estructura sostiene el Reino:

Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad.” (Juan 17:23)

El cosmos entero es un cuerpo; la separación es una ilusión perceptiva. Cuando la física descubre la coherencia universal, está rozando el principio mismo del Amor divino: una fuerza de unidad que mantiene todo en relación viva.

6.4. El vacío que lo llena todo

El “vacío cuántico”, ese campo de energía que subyace a toda materia, es una imagen de la plenitud espiritual del Reino: lo que parece vacío es, en realidad, la fuente de todo.

El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.” (Génesis 1:2)

No es “Dios de los huecos”, sino el fundamento continuo de toda existencia. Cada átomo, cada partícula, vibra sostenida por una intención divina que mantiene el universo estable. La física lo mide como energía de punto cero; la fe lo reconoce como Presencia perpetua.

6.5. El tiempo redimido

La relatividad y la física cuántica han mostrado que el tiempo no es lineal ni absoluto. El pasado, el presente y el futuro son dimensiones de un mismo tejido.
En el Reino, esto se manifiesta como eternidad: un “ahora” donde todo coexiste ante Dios.

Por eso, la oración no es una petición de capricho humano, sino una unidad con el propósito divino, que modela el futuro. El creyente no cambia lo que fue, sino que se asocia al Creador en Su obra continua, participando de la corriente viva del Reino que da forma a lo que viene.

6.6. Hacia una "ciencia" del Reino

La física cuántica no reemplaza la revelación, pero ofrece un lenguaje que permite observar el misterio sin negarlo. Entenderla, no disminuye la fe, sino que amplía su horizonte:

  • Nos enseña que la materia es solo una forma de la  Energía divina.

  • Que el Amor y la Conciencia no son emociones, sino fuerzas estructurales del universo.

  • Y que vivir en fe significa entrar en resonancia con el orden invisible que estableció el Creador.

Así, el conocimiento deja de ser dominio, y se vuelve comunión. La ciencia, cuando se purifica del orgullo, se convierte en adoración.

Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. (Salmo 19:1).

Albert Einstein en 1926 en su carta a Max Born afirma: "Dios no juega a los dados con el universo". A su modo es su alabanza al Creador, y también dijo:

“Mi religión consiste en una humilde admiración del Espíritu infinitamente superior, que se revela en lo poco que podemos comprender del mundo.”

El sabio, sin pretenderlo, se une al coro de los salmos, reconociendo que detrás del orden, está la Voluntad Consciente y Personal que se llama a si misma "Yo Soy".

Él llama a todo hombre, primero a través de Su presencia patente; por la misma existencia de lo creado; y luego por Su Palabra, que se manifestó encarnada en cuerpo de carne, en la maravillosa persona de Jesús, llamado el Cristo de Nazaret.

6.7. Referencias

  • Max Planck (1944) – The Nature of Matter

  • Niels Bohr (1927) – Complementarity Principle

  • Werner Heisenberg (1927) – Uncertainty Principle

  • John Wheeler (1978) – The Participatory Universe

  • Alain Aspect (1982) – Experimental Test of Bell’s Inequalities

  • David Bohm (1980) – Wholeness and the Implicate Order

  • A. Einstein (1926)The Born–Einstein Letters

  • Roger Penrose (2004) – The Road to Reality 
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