el panorama actual del cristianismo:
1- Por un lado, la doctrina católico-romana proclama que “todos somos hermanos”, sin discernir entre creyentes e incrédulos. Esto genera una mezcla corrupta, donde la pertenencia religiosa o cultural se confunde con la comunión real en el Espíritu.
2- Por otro lado, la doctrina postreforma (evangélica y otras ramas) ha perpetuado la separación ficticia entre “gentiles” e “Israel”, dividiendo lo que Cristo ya unió, y levantando nuevamente muros que fueron derribados.
Ambas visiones han quedado ciegas a la realidad del Reino revelado en la cruz:
el velo fue rasgado, no solo en el Templo físico, sino en la estructura misma de acceso a Dios.
“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.” (Mateo 27:51)
“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido
hechos cercanos por la sangre de Cristo.
Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared
intermedia de separación. Aboliendo en su carne las enemistades, la
ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo
de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz
reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las
enemistades.” (Efesios 2:13-16)
Cristo no solo reconcilió a judíos y gentiles. Reconcilió a todo ser humano con Dios, mediante Su sacrificio. Por eso, ya no hay dos pueblos: solo hay Uno; el Pueblo de los reconciliados por la Sangre.
Pero si se examina lo que dice Pablo, veremos que habla de "vosotros" y en otras ocasiones "nosotros". ¿Será que establece unas categorías dentro del cuerpo visible de la congregación? Diría que sí, porque añade que antes estaban "lejos" y ahora "cercanos" por la sangre de Cristo. Pero no son "nosotros". Volveré al tema al final.
¿Ahora porque la primera posición es errónea?
Porque "redimidos" no implica que esa redención se haya hecho realidad en la vida de todo ser humano, a partir de la resurrección del Mesías-Jesús.
La persona puede seguir viviendo como si esta realidad no existiera. Es decir, a la merced de su naturaleza. Aunque quisiera vencerla, porque su conciencia le conduce a "mejorar" su conducta, le falta poder para realizarlo, por lo menos a largo plazo.
La aceptación mental de Redención por la obra mesiánica de Jesús en la cruz, no es sino un primer paso. La revelación espiritual de que aquello, lleva a la adopción incondicional como "Hijo" de parte del Creador-Padre, es el segundo paso. El tercer paso es la aplicación práctica. ¿En qué consiste? En tomar el modelo perfecto que fue Jesús de Nazaret en la tierra, y hacer cuadrar su modo de vivir y pensar con los nuestros. Nada menos.
La posición de "Hijo de Dios" depende de esas condiciones.
¿A qué momento fueron completadas para Jesús-hombre? Cuando fue
"bautizado" (realmente en espíritu), y se dijo por voz misma del
Creador-Padre diciendo:
“…
también Jesús fue bautizado; y orando, cuando subía del agua, el cielo
se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como
paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en quien tengo complacencia”.
Desde allí no puede ser todo ser humano "hermano" de todos, a menos que todos hayan cumplido ese proceso. Sin esto, una congregación de "creyentes" no es más que cualquier asociación, o etnia, dónde también se llaman "hermano" unos a otros.
Allí tenemos la distorsión de la segunda posición. También consideran a cualquiera que haya ingresado en su denominación, bajo sus exigencias, como "hermano".
Pero a la diferencia de los primeros, definen que todo aquel que no cumple estas normas, es "del mundo", es decir, nada menos que "pagano", a la misma manera que los israelitas disociaban "judíos" de "gentiles".
De la misma manera, los samaritanos, a pesar de haber roto con el politeísmo, y esperar el "Taheb" (mesías), eran profundamente rechazados por los judíos por no ceñirse a sus dogmas. Sin embargo, la actitud de los judíos tenían base en una verdad bíblica, porque hasta la destrucción de la "pared intermedia" era efectivamente así. Pero desde el momento de la muerte de Jesús en la cruz, la disociación es virtualmente inexistente.
Que veamos como vive la mayor parte de los seres humanos, y con sentido común, entendamos que su redención terrenal no se ha concretado, porque ni siquiera se dan cuenta de que la necesitan, es una cosa. Otra es que por su modo de vida, (y a lo mejor si hacemos una auto introspección el nuestro no es tanto más elevado), no sintamos más aprobados por ello.
Alguien dijo, con excelente razón, que "redimido" no significa forzosamente "aprobado": ¿cómo se sentían la mayoría de los israelitas en los tiempos de Jesús comparándose a los samaritanos? Sin embargo, ¿cómo clamo El Señor sobre Jerusalén? ¿Quién salió en masa de su ciudad para ver al Mesías bajo el simple testimonio de una mujer "pecadora"?..
Aquí tenemos el quid del asunto: ¿todos los que han aceptado a la redención en su mente, aún luego han tenido revelación espiritual, (bautizados en Espíritu)?; ¿cumplen toda la condición de vida como lo hacía Jesús? Definitivamente NO. Es imposible en su totalidad porque Jesús no tenía genealogía paterna humana, y hasta no pienso aún materna, lo que tendría más sentido; volveré a ese tema después.
Así; aun siendo Hijos del Dios Vivo, y únicamente por adopción, podemos estar en el nivel del hijo que se quedó en casa en la parábola del hijo pródigo: recelos, despecho, envidia de que el padre se alegre de la salvación de su hermano, y le devuelva su posición de hijo (que jamás le fue quitada, como él pensaba). Demostrando que realmente no conocía al padre.
¿Nos molesta en alguna parte que incluso los que según nuestro juicio "no lo merecen" puedan ser redimidos? Entonces tenemos un problema: poco conocemos al Padre. La perfecta ilustración de ello es el relato del profeta Jonás.
Dios le habla así:
"Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí".
Y allí algo curioso, y muy revelador, ocurre: Jonás huye nada menos lejos que al sur de España (por lo que casi seguro Tarsis representa en esa época). Los habitantes de Nínive eran crueles y despiadados en extremo. Lo cual lleva a pensar que el profeta tuvo miedo de ir allí. Pero esto no era el motivo primario, esto aparece casi al final del relato:
"Y oró al Eterno, y dijo: Ahora, oh Eterno, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. Ahora, pues, oh Eterno, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida.
Nada menos, le reprocha a Dios su compasión y misericordia, a tal punto de no desear vivir más…
Vemos luego cómo Jonás se sienta lejos de la ciudad para ver cómo iba a ser destruida, esperando que sea así, porque para él, era impensable que sus habitantes puedan oír su advertencia y arrepentirse.
Es más, él en ningún momento deseaba que ocurra así, porque ponía su juicio por encima de la misericordia de Dios. A tal punto que prefería morir que ver esa gente salva. Aún peor, él dice que intuía que Dios quería salvarlos, y esto le irritaba en extremo.
A tal punto que Dios le dice: "¿Haces tú bien en enojarte tanto? ". Se nota que Jonás tenía cierta intimidad con el Creador, por la forma de diálogo entre ellos: "¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra?": Jonás ya había estado discutiendo el tema con Dios. No huyó de buenas a primera sin avisar, sino que se negó rotundamente a obedecer después de una discusión previa.
Si reflexionamos un poco, nos puede indicar que la intimidad con Dios no significa a la fuerza que estemos libres de equivocación, o que hayamos alcanzado un alto estado espiritual. Como dije antes, "Hijo", no supone "perfecto".
Sin embargo, diría también que Jonás conocía su nivel de autoridad. Mucha gente ha predicado en ciudades y no se ha arrepentido todos sus ciudadanos. Hay una relación entre el "poder de convicción" del cual está equipado el vocero, y el resultado. De alguna manera, Jonás sabía lo que iba a suceder, y por eso temía que Dios les perdonara.
Así intentó huir, porque también sabía que había un tiempo marcado para la salvación de Nínive, y ese tiempo pasado, ya no podía ser. Tal vez llegó a creer que Dios se olvidará de Nínive, y ya podría seguir como antes.
Pero tuvo que aprender que "Dios se arrepiente del mal" pero nunca del bien.
Abro aquí un paréntesis: Dios nunca quiere o hace "mal". Esto es un concepto humano porque Él es "Amor"; (otro concepto humano). Pero Él sí traduce una relación de "causa" a "efecto" entendible para el humano. Así, "bien" o "mal":
“Aun las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la luz.”(Salmo 139:12).
Cuando Dios decide bendecir, nada se puede interponer. Si una persona conoce su corazón, como Moisés (de allí Jonás saca su frase), quien se interpuso entre Dios e Israel, para evitar su destrucción, entonces más vale que no huya, pero haga el trabajo.
Ahora me gustaría volver un momento al tema, como dije antes, de la madre de Jesús, María (Míriam, por su nombre original): el otro viene del Árabe "Mariam".
Si la semilla de José, su marido, es explícitamente excluida, de la de su esposa, (óvulo) no se dice nada:
“María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús…" (Lucas 1:31).
Y
"José, hijo de David, no temas recibir a María, tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es". (Mateo 1:21).
Esto lo desarrollo en otro trabajo: "María, ¿una semilla, o vientre de alquiler?", porque aquí no es relevante.
Así que hay una "semilla" que hasta que sea eliminada permanece en la mente del creyente: la de la "división" que ha sido rota por el sacrificio mediante la cruz. Esta semilla brota alimentada por un concepto oscuro de vanagloria, que produce un fruto que le hace sentir pertenecer a una casta exclusiva y privilegiada.
Es fruto envenenado que, como en el caso de Jonás, no le permitió ver el Amor del Creador por su Obra. Hasta vemos que tiene en cuenta los animales de la ciudad, y si no me equivoco el único pasaje bíblico que hace tal referencia.
La adopción por parte del Padre de una persona como Hijo, es algo extraordinario. Porque hasta la última cena era algo totalmente escondido: el momento en que Jesús llama a los discípulos "hijitos" Es, por tanto, una epifanía de ternura divina, que marca el inicio de una relación nueva.
Esto ocurre después de que Judas sale del aposento, una vez que Jesús
le entrega el “bocado” (Juan 13:30). Ya solo quedan los verdaderos
discípulos, los íntimos, es la primera vez que Jesús usa el diminutivo
"teknía" (τεκνία) en griego, que significa literalmente “hijitos
pequeños” o “mis niños”. Usa una expresión de afecto paternal, protectora
y profunda: ya no solo discípulos, ni siervos, sino hijos nacidos de la intimidad con el Hijo.
La
distorsión teológica de separar entre puros e impuros, creyentes y no
creyentes según códigos humanos se sostiene sobre una base aún más
profunda: una visión escatológica deformada del mensaje de Jesús.
Durante
siglos, el cristianismo ha enseñado que el Hijo vino a salvar almas del
infierno y a prepararnos para el juicio final, entendido como un evento
cósmico futuro. Pero nunca fue ese el centro del mensaje de Jesús: Él no
anunció el fin del mundo, sino el fin de una edad, el colapso del
sistema religioso viejo, y la irrupción de una nueva forma de relación
con Dios.
No habló de la destrucción de la tierra, sino de la
destrucción de todo lo que separaba al hombre del Padre: el pecado, el
templo, el sistema sacrificial, y la falsa seguridad en la ley.
La idea de una destrucción total del universo, tan difundida en el cristianismo moderno, se apoya en una interpretación escatológica y lingüística que no resiste un análisis profundo de los términos originales, ni a la síntesis de las Palabras Mesiánica de Jesús. Desarrollaré este punto, por su importancia y complejidad, en un nuevo trabajo: "Nuevos cielos y nueva tierra".
El Reino que predicó no era un evento futuro, sino una realidad inmediata: “El Reino de Dios está entre vosotros”.
Su
venida no apuntaba a crear una religión de espera ansiosa, sino a abrir
la puerta para vivir desde ya como hijos, libres, restaurados,
conscientes de la presencia del Padre.
La escatología de Jesús no
era una amenaza para el pecador, sino una esperanza para el oprimido.
No hablaba de castigos eternos, sino de la urgencia de abandonar las
tinieblas del ego, del legalismo, del juicio, y volver al hogar del
Padre.
Para terminar, como decía antes, Pablo, escribiendo a los efesios, distingue con precisión entre “vosotros” y “nosotros”. Habla de un grupo que estaba “lejos” y que ha sido “hecho cercano por la sangre de Cristo”, pero que aún no es necesariamente llamado “hijo”. Esto nos revela una verdad fundamental:
La cruz reconcilió al mundo con Dios; objetivamente; pero no todos han entrado en la casa como hijos.
Ser
“hecho cercano” es un acto divino universal. Ser “adoptado” es una
respuesta del corazón a esa gracia. La enemistad fue destruida por
Cristo; el acceso está abierto. Pero el Padre no fuerza la puerta de la
intimidad: espera que el hombre diga sí:
“Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados…” (2 Corintios 5:19)
Pero también:
“A todos los que le recibieron… les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”
(Juan 1:12)
La
adopción no es para unos pocos elegidos por una doctrina, ni para todos
por defecto. Es para los que, reconciliados en la cruz, responden al
llamado del Hijo y entran como hijos al corazón del Padre.
Ahora,
¿puede haber gente en el Reino que no sean Hijos? Personalmente, creo
que sí, como puede haber Hijos que no sean "maduros". Tenemos dos casos
en
la parábola del hijo pródigo.
Al final no nos pertenece juzgar, ni evaluar, o protestar frente a las decisiones del Padre, como lo hizo Jonás. Porque tal vez nos llegue a dar el Sol tan fuerte en la cabeza que desmayemos.