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1-La revelación del cuerpo espiritual

En los trabajos anteriores, "El cuerpo espiritual" y "El estado espiritual" comparto
lo que he podido entender más nítidamente hasta ahora, acerca del ámbito espiritual, que como a otros, el Creador nos quiere revelar.

Pero tengo que decir, honestamente, que como a todos los demás, me cuesta salir de la tosquedad natural de la mente humana. A unos les es más fácil y a otros les cuesta mucho esfuerzo.

Creo poder afirmar que esto se debe al grado de "infección" mental en el cual nos encontramos. ¿Infección, me dirán? Mejor dicho "influencia". Porque infección, se refiere más al cuerpo físico, e influencia a la mente. Así mejor definido.

Aquellas influencias que supuestamente recibimos desde que fuimos proyectados en la dimensión natural, física, en lo que llamamos nacimiento y que realmente no es así.

Porque todo ser que camina en esa tierra no salió de la nada, formado de casualidad por división celular de un óvulo, penetrado por un pequeño vehículo genético con apariencia de renacuajo.

Cada uno estaba en otra parte antes, como lo sugieren estos pasajes bíblicos:

- "según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor, habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad".(Efesios 1:4-5).

- "Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué; te di por profeta a las naciones".(Jeremías 1:5).


- "He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra".(Juan 17:6).


- "y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio".(Eclesiastés 12:7).

La cita que más es clara, por si acaso se dudará que unos eran en el creador, y otros, no, es la de Juan: todos los hombres, eran en El Padre, antes de ser "proyectados" en el "mundo" (dimensión física, creación).

De hecho, La ciencia describe con precisión cómo se divide la célula y se forma un embrión, pero nadie puede explicar por qué, ni de dónde, surge el impulso que inicia esa vida. Observa el proceso, pero desconoce el principio que lo anima.

Estoy convencido de que Dios, no guarda celosamente los secretos de Su Creación escondidos. Sino, los revela, en lo que comunicó a hombres durante la historia de la humanidad, Lo plasmaron en escritos, lo mejor que lo pudieron entender.

Esto porque Dios es Padre, y como todo padre que se respeta, quiere que sus hijos le conozcan. Forma parte de un concepto que debemos tener muy claro. Como he resaltado en todos mis trabajos, es contrario a lo que nos infundió la “religión”: un ser esquivo, gruñón y castigador.

Puede parecer que sea así de alguna manera, pero es relativo. Eckhart, en el siglo XIV, escribió: “El ojo con que veo a Dios es el mismo ojo con que Dios me ve; mi ojo y el de Dios son un solo ojo y una sola visión.” En resumen, tenemos el Dios que nos hacemos, y es una forma de definirlo.

No es Dios quien cambia, sino el reflejo que cada uno percibe de Él según su disposición. Tenemos el Dios que nuestra mente y nuestro corazón son capaces de contener.

Por esto Jesús decía:

El que tiene oídos para oír, oiga.” (Mateo 11:15).

El que tiene ojos para ver, vea.” (Marcos 8:18).

No es que uno no los tenga por mala suerte, dádiva, o negación divina, sino por atribución propia. Jesús aquí nos estimula a ampliar nuestra capacidad de entendimiento espiritual. La meta es que la identificación filial con el Creador-Padre sea completa. El estado al cual llegó Jesús-Hombre en esta dimensión terrenal.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con el cuerpo espiritual?

Nos faltan elementos en los conceptos "teológicos" que tenemos a mano. Muchos, diría, son bastante avanzados en conceptos espirituales, que realmente van mucho más allá de "teología" (ya he dicho que no me gusta el término en sí).

Entendimos que el ser humano es trino (cuerpo, alma, y espíritu), todo esto, no volveré a ello ya tratado en otros trabajos, y muy detallado en "el hombre espiritual" de W. Nee, asequible por los enlaces de ese blog.

Las escrituras nos indican que el hombre es hecho a imagen y semejanza del Creador:

 1- "Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó". (Génesis 1:26-27).

2- "El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios, lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados". (Génesis 5:1-2).

3- "Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón". (1 Corintios 11:7).

4- "Y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno". (Colosenses 3:10).

5- "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos". (Romanos 8:29).

En estas citas, hay conceptos muy importantes que tenemos que tener en cuanta de ahora en adelante. 

Citas 1 y 2:

No solo hay semejanza en el ser, sino en su autoridad. Dios delega GOBIERNO al ser humano. Es genérico, "varón" y "hembra" están  contenidos en Dios. Antes de la materialización en la dimensión definitiva, hubo una pre-creación: el cuerpo espiritual. Luego, el género mujer-Eva es separado, dividido, del ser que contenía varón y hembra.

En el hebreo de Génesis 2, no se trata de una extracción física, sino de una emanación o separación de polaridad interior. La “hembra” (נְקֵבָה neqeváh) no aparece como una creación nueva, sino como la exteriorización de la parte femenina ya contenida en el ser total (adán, antes de la diferenciación). En lenguaje espiritual: la parte interior; la capacidad de relación, receptividad, sensibilidad y comunión. Ellas mismas, procedentes de Dios, salen a la manifestación, para que el amor divino pueda expresarse en reciprocidad.

Por eso, cuando Adam dice:

Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Génesis 2:23).

Está reconociendo que no es otro ser distinto, sino su propia interioridad vuelta visible.

En la cita 2, aclara "el nombre de ellos". En el hebreo de Génesis 5:2, adán no es un nombre propio, sino genérico: designa a toda la humanidad. El plural “su nombre” indica que no se trata de un individuo, sino de todos los seres humanos contenidos en la creación original.

Dios llama adán al conjunto del ser humano varón y hembra, no a un sujeto particular. El texto no describe una multiplicación azarosa, sino una emanación ordenada desde una unidad total preexistente en Dios.

Esa unidad llamada adán contiene toda la humanidad potencial: varón y hembra, pasado y futuro, todas las manifestaciones del ser. No es que Dios crea un individuo que luego se reproduce, sino que proyecta una totalidad espiritual en la materia.

Una semilla completa del género humano, donde cada parte lleva la huella del Todo. Todos estábamos contenidos en Él, no como copias sucesivas, sino como expresiones diversas de una misma esencia divina, manifestándose en el tiempo cronos. 

 Cita 3:

No entraré en comentar los motivos religiosos que tuvo que aplicar Pablo por circunstancias particulares, y momentáneas, relativas al judaísmo de entonces. Sino en la revelación que tuvo el excelente discípulo  acerca de la división del ser primo; "adán".

Aquí, muchos han entendido e interpretado mal lo que quiso decir Pablo. Primero, Pablo habla de "imagen" y "gloria", y luego vuelve a hablar únicamente de gloria. Esto quiere decir que define, primero, a la mujer también como imagen de Dios.

Luego Pablo no habla de autoridad, sino de complementariedad. La mujer representa la expansión y reflejo de la "gloria" del hombre; sin ella, el hombre no puede manifestar plenamente la imagen de Dios en la Tierra.

La manifestación completa del Creador no reside en uno solo, sino en el conjunto hombre-mujer, tal como existía en la creación primaria, cuando ambos eran una sola expresión del "adán" original, humanidad única: varón-hembra.

Por eso Dios prescribe la unión entre el varón y la mujer, no como simple norma moral, sino porque esa unión constituye la célula espiritual que refleja Su plenitud: el amor que da y recibe, la vida que se multiplica y la gloria que se hace visible.

Hablar de la mujer como un subproducto del hombre o como una creación inferior es un error teológico y un insulto al propósito divino, pues ambos proceden de la misma esencia y fueron creados para manifestar juntos la totalidad de la imagen de Dios en la Tierra.

De allí también se deduce que la unión entre dos personas del mismo género está fuera del propósito divino; no porque Dios haya decidido perseguir la voluntad del ser humano, sino porque le priva de la posibilidad de alcanzar la plenitud original en el ámbito natural.

Citas 4:

Allí ya pasamos a la etapa siguiente a la caída del conjunto hombre-mujer.

Primero hay que olvidarse de considerar que ese evento fue algo aislado de dos individuos por separado. Sino, que al contrario de la posición actual, la unidad era perfecta.

El concepto simplista de Eva, actuando a las espaldas de Adam, está totalmente fuera de lugar. Estaban actuando en conjunto, como todo lo que hacían. El tentador seducía a la parte emocional-mujer, y mental-hombre: "agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría"

Eran ya dos seres, pero actuando como uno, y en perfecto acuerdo. Como tendría que ser, idealmente, en una pareja hombre-mujer. Las demás opciones inventadas, (y si no es bastante claro lo expreso claramente: hombre/hombre o mujer/mujer), no puedo ni deseo tenerlas en cuenta. Guste o no.

Dicho de paso, abro aquí un paréntesis:

La influencia de lobbies intra-género, sobre la conciencia colectiva es una dictadura insoportable, incluso dentro del concepto de libertad “democrática”. No se puede admitir la imposición del derecho de una minoría sobre el de la mayoría.

Digo esto porque la promulgación de leyes destinadas a proteger de persecución a las personas por su inclinación sexual, mientras no perjudiquen a otros, es admisible, dentro un marco de tolerancia espiritual, pero es transitoria hasta que haya un entendimiento correcto del tema.

Pero muchas sociedades implantan leyes cuyo efecto real es poner bozal, e incluso llevar a juicio, a todo aquel que exprese abiertamente que esa inclinación no forma parte del propósito original. Y esto es, sencillamente, una forma de dictadura. Para colmo, tienen el descaro de llamar ‘dictadores’ a quienes permiten la libertad de decirlo.

Desde aquí lo afirmo con claridad: es hipocresía. Porque, en lo profundo, no aceptan verdaderamente a estas personas, sino que instrumentalizan su causa por conveniencia político-social

Cita 5:

Si consideráramos que la esencia del ser, en cuanto ser espiritual, fuese exclusivamente masculina o exclusivamente femenina, entonces solo los varones podrían ser conformados a la imagen del Hijo. Y eso sería descender a un retroceso inmundo, propio de doctrinas perversas que degradan lo femenino.

La misma Escritura lo desmiente: el Hijo es engendrado por el Padre. Si se tratara de un paralelismo natural o biológico, se habría presentado al Creador como “Madre”. El hecho de que se revele como “Padre”, y que Jesús lo repita de manera constante, indica que en Él está contenido el bi-género original del que provienen todas las manifestaciones humanas. No se trata de masculinidad frente a feminidad, sino de la Fuente que contiene ambas polaridades en perfecta unidad antes de su diferenciación en la creación.

Ahora, algunos argumentarán: “¿Por qué entonces Jesús no nació mujer?”
No estoy promoviendo ninguna restricción genérica, ni afirmando que el  varón sea la única expresión válida de la imagen espiritual “corporal” del Creador. Dios no define una limitación arbitraria al presentarse como Padre, ni se reviste de masculinidad por conveniencia cultural. Simplemente, Su manifestación como Padre corresponde a Su naturaleza real, donde la polaridad generadora se expresa en ese lenguaje.

La encarnación de Jesús como varón sigue esa coherencia:
Él es la imagen visible del Creador en la dimensión terrenal, y por eso adopta la forma que mejor refleja la función generadora, dadora y proyectiva contenida en el Padre. No por superioridad, ni por exclusión, sino por correspondencia directa entre la Fuente y su manifestación encarnada.

Ahora bien, espiritualmente debemos reafirmar lo que Pablo, en su entendimiento revelado, declaró con absoluta claridad: la identidad última del ser no está limitada por la distinción varón-hembra:

Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer,
porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
” (Gálatas 3:28).

Pablo no niega la realidad biológica, pero sí afirma que, en la esencia espiritual restaurada, esa polaridad deja de ser el eje que define al ser. En Cristo, la división desaparece y la unidad original del “adán” primario vuelve a manifestarse como identidad plena.

Así, entiendo que, si queremos tener un concepto acertado de nuestro ser espiritual en su parte “corporal”, debemos comprender la unidad generativa. Cuando los saduceos, que se tenían por sabios e ilustrados, enfrentaron a Jesús con el caso de la mujer que había tenido siete maridos, Él los corrigió con una frase lapidaria:

Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios”.

Y seguidamente explicó:

En la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo” (Mateo 22:29-30).

Además, en ese mismo pasaje Jesús afirma la condición de los demás seres espirituales, los ángeles, que habitan en la dimensión “celestial” de la creación, y cuya existencia no depende de una estructura generativa dual como la vida terrenal.

La comprensión del cuerpo espiritual no concluye aquí.

Lo que se ha expuesto en estas páginas pertenece al terreno de la revelación, de la experiencia interior, y del testimonio bíblico. Sin embargo, esta realidad no está aislada del cuerpo humano ni de su funcionamiento profundo.

El espíritu se manifiesta en la vida física, y el cuerpo, aun sin saberlo, responde a aquello que pertenece a lo invisible. Queda todavía por considerar cómo la estructura humana, tal como fue creada, participa de esta obra interior; cómo los centros viscerales, los ritmos profundos, las sensaciones internas y las pulsaciones del ser se relacionan con la presencia de la vida espiritual.

Esta segunda etapa del trabajo no pretende explicar la obra de Dios mediante teorías humanas, sino reconocer que lo que las Escrituras revelan y lo que el espíritu vive tiene una resonancia natural en el cuerpo.

A lo largo del tiempo, muchos creyentes han experimentado estas mismas percepciones y no se han atrevido a compartirlas por temor, por falta de palabras o por miedo a ser juzgados. Esa reserva ha hecho que se oculten vivencias profundas que forman parte de la vida interior auténtica, aunque a menudo permanezcan en silencio.

Por esa razón se expone, en una publicación aparte (El cuerpo espiritual: ciencia y experiencia interior), una mirada complementaria que aborda el cuerpo humano en su dimensión interna; cómo responde a la luz o a la perturbación.

El centro del ser se manifiesta en sensaciones profundas, y estas realidades han sido descritas también por diversos investigadores modernos, científicos reconocidos por la comunidad científica. Ellos estudiaron fenómenos corporales sorprendentemente afines a los que tantos creyentes viven sin atreverse a expresarlos.

Incluir estas referencias no es un intento de reducir lo espiritual a lo fisiológico, sino una forma de dar claridad, alivio y confianza a quienes han sentido estas cosas y han temido reconocerlas.

Si estas páginas sirven para liberar ese temor y para confortar a quienes buscan comprender lo que experimentan, habrán cumplido su propósito. Ambos caminos, el espiritual y el corporal, hablan del mismo interior.

Juntos permiten contemplar con mayor claridad la unidad del ser humano tal como fue pensado desde el principio.

 

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