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2-El cuerpo espiritual: ciencia y experiencia interior

Motivo de estas referencias

Muchos cristianos experimentan sensaciones internas profundas durante la oración o la lectura espiritual, pero rara vez se atreven a hablar de ello.

El temor a ser juzgados, ciertas ideas rígidas sobre lo que “debería” sentirse o la simple falta de palabras hacen que estas vivencias queden en silencio, como si fueran algo extraño o inapropiado.

Incluyo estas referencias científicas por una razón sencilla: mostrar que estas sensaciones no son anómalas. Son fenómenos reales del cuerpo humano, estudiados por investigadores que encontraron en sí mismos o en sus pacientes experiencias muy similares.

La ciencia no explica la dimensión espiritual, pero confirma que el cuerpo participa de la vida interior y que estas percepciones no son motivo de vergüenza ni de miedo.

Mi intención es desinhibir ese temor, abrir un espacio donde estas experiencias puedan reconocerse con naturalidad y dar a los creyentes un lenguaje sencillo y legítimo para expresarlas sin sentirse cuestionados.

Introducción a las referencias científicas

Diversos investigadores contemporáneos, desde la neurociencia clínica hasta la psicología cognitiva, han estudiado cómo el cuerpo humano participa en las experiencias de atención profunda, contemplación, oración silenciosa y conciencia interna.

Aunque cada uno se acerca al fenómeno desde su propia disciplina, todos coinciden en que el interior del cuerpo especialmente la zona del diafragma y el plexo solar desempeña un papel central en la percepción profunda de uno mismo.

La interocepción, el nervio vago, el sistema autónomo y las redes viscerales aparecen como los protagonistas fisiológicos de sensaciones que durante siglos se describieron en términos espirituales: pulsos internos, flujo suave, movimiento visceral, vibración estable y claridad en el centro del cuerpo.

Los trabajos de Newberg, Porges, Van Elk y Aleman, Barrett, Maté, McGilchrist, Schwartz y Huberman aportan un marco coherente y moderno para comprender cómo se generan estas sensaciones, cómo se organizan y qué significado fisiológico tienen.

Todos ellos muestran que la percepción interna profunda no es una ilusión ni un fenómeno emocional, sino un modo legítimo de conciencia corporal que emerge cuando el sistema nervioso entra en un estado de regulación intensa.

Desde diferentes campos, describen la misma realidad: el cuerpo posee un lenguaje propio, y es posible sentirlo con claridad cuando la atención se aquieta y se profundiza.

 


 

Andrew B. Newberg

Andrew Newberg es un neurorradiólogo conocido por sus estudios sobre cómo la oración, la contemplación y la lectura de textos espirituales modifican la actividad del cerebro y del cuerpo.

Su trabajo se basa en técnicas de neuroimagen y mediciones fisiológicas que permiten observar de manera objetiva lo que ocurre durante estos estados profundos.

Según sus investigaciones, la práctica espiritual no se limita a un proceso mental o emocional, sino que activa regiones vinculadas a la percepción interna del cuerpo.

Esto incluye un aumento significativo de lo que la neurociencia llama “conciencia interoceptiva”, es decir, la capacidad de percibir señales provenientes de las vísceras, del diafragma, del plexo solar y del sistema cardiovascular.

En los estudios realizados, muchos participantes describen sensaciones profundas y difíciles de explicar con palabras: movimiento interno, calor suave, flujo corporal, pulsaciones que no coinciden con el latido del corazón y un sentimiento de coherencia física que atraviesa el torso.

Estas percepciones no son tratadas como fenómenos subjetivos o emocionales, sino como correlatos de cambios reales en el sistema nervioso autónomo, especialmente del nervio vago y de la actividad de la ínsula, que es la región del cerebro responsable de integrar las señales del interior del organismo.

Newberg muestra que la lectura espiritual produce modificaciones medibles en el ritmo cardíaco, en la respiración y en el tono autonómico.

Los estados contemplativos generan un tipo de organización interna que él describe como “coherencia corporal”, en la cual el cuerpo entero parece entrar en un ritmo más lento, profundo y ordenado.

Este estado no es un trance, ni una pérdida de conciencia, sino una forma de presencia intensificada en la que la percepción del interior del cuerpo se vuelve especialmente clara.

En conclusión, Newberg aporta una base neurocientífica para comprender sensaciones de flujo interno, pulsos profundos, expansión del centro corporal y organización viscerosensorial durante la oración o la lectura espiritual.

Estos fenómenos no se interpretan como exaltación emocional, sino como respuestas fisiológicas reales, documentadas y coherentes con la actividad del cerebro y del sistema autónomo.

 


 

Stephen W. Porges

Stephen Porges, creador de la Teoría Polivagal, ha aportado una de las explicaciones más precisas y sobrias sobre cómo el cuerpo humano percibe su entorno desde el interior.

Su trabajo describe un mecanismo profundamente fisiológico, no consciente, mediante el cual el organismo detecta seguridad o amenaza antes de que la mente llegue a formular un pensamiento.

A este proceso lo llama “neurocepción”, y según él se origina en las regiones viscerales más sensibles del cuerpo: el diafragma, el plexo solar, el estómago y las redes vagales que conectan directamente con el tronco encefálico.

Para Porges, estas zonas internas funcionan como verdaderos sensores. Cuando el organismo reconoce un contexto seguro, se produce una relajación inmediata del diafragma y del centro visceral, que se manifiesta como una sensación de apertura, de amplitud interna, de respiración más profunda y de armonía en el ritmo corporal.

Este estado está mediado por la rama ventral del nervio vago, que Porges asocia con calma, conexión y regulación fisiológica. Todo el cuerpo entra en un modo de equilibrio que puede sentirse como un flujo suave o una coherencia interna que se expande sin esfuerzo.

En cambio, cuando se detecta una señal de amenaza, incluso si esta no es visible o racionalmente identificable, la respuesta visceral es inmediata: el centro del torso se contrae, el diafragma se tensa y el flujo interno se interrumpe.

Esta reacción corresponde a la activación del vago dorsal, responsable de las respuestas de cierre, retirada o colapso. Porges subraya que esta contracción no es un acto emocional ni cognitivo, sino una respuesta fisiológica automática, profundamente arraigada en la estructura del sistema nervioso autónomo.

La Teoría Polivagal sitúa al plexo solar como una zona especialmente relevante. Allí convergen densas redes de fibras nerviosas sensoriales que transmiten información interna al cerebro en tiempo real.

Por eso, según Porges, no es extraño que las sensaciones más intensas durante momentos de calma profunda, reflexión, oración silenciosa o simple atención plena se localicen precisamente en el centro del cuerpo.

Esta región es, en sentido estricto, uno de los núcleos donde se organiza la experiencia corporal más auténtica.

Los estados de regulación profunda descritos por Porges; aquellos en los que el vago ventral domina.

Se caracterizan por una respiración espontáneamente más amplia, por un pulso visceral que se percibe como ordenado y por una sensación de estabilidad que no depende de emociones, sino de una armonización interna del organismo.

Aunque Porges no habla de espiritualidad, su descripción encaja perfectamente con experiencias de presencia, quietud y claridad interior reportadas en contextos contemplativos.

Su contribución principal es que demuestra, desde la fisiología moderna, que sensaciones de apertura, contracción, pulsos internos y flujos corporales pertenecen al ámbito natural del cuerpo humano.

No son fenómenos psicológicos ni interpretaciones subjetivas, sino manifestaciones objetivas del estado del sistema nervioso autónomo. Según su teoría, el cuerpo tiene formas de percepción que operan antes y más profundamente que la razón, y estas se expresan sobre todo en el centro visceral, donde la vida interna se siente con mayor intensidad.

 


 

Michiel Van Elk y André Aleman

Michiel Van Elk y André Aleman, ambos neurocientíficos cognitivos, han investigado los mecanismos cerebrales y corporales que subyacen a las experiencias religiosas, espirituales y contemplativas.

Su enfoque no es devocional, sino estrictamente empírico: buscan comprender cómo el cerebro procesa estados interiores que se caracterizan por una intensidad poco común y por una percepción muy clara del propio cuerpo.

Sus trabajos muestran que las experiencias espirituales profundas suelen ir acompañadas de un aumento notable en la interocepción, es decir, en la percepción interna de las señales del organismo.

Según estos autores, durante la oración, la contemplación o la lectura reflexiva, se activa especialmente la ínsula anterior, una región cerebral dedicada a recibir información procedente del corazón, los pulmones, el diafragma y el sistema digestivo.

Esta activación produce una sensación más nítida del interior del cuerpo, que puede manifestarse como pulsos suaves, ondas internas, vibración profunda, calor localizado en el centro del torso o la clara percepción de un “movimiento interior” independiente del latido cardíaco.

Estas experiencias no son tratadas como fenómenos subjetivos, sino como correlatos fisiológicos reales derivados de la intensificación de la conciencia corporal.

Van Elk y Aleman señalan que, en muchos estudios revisados por ellos, los sujetos mencionan la aparición de sensaciones que describen como “flujo”, “energía” o “resonancia interna”.

Aunque los autores no utilizan ese vocabulario, sí reconocen que tales descripciones reflejan una reorganización del sistema autónomo, una modificación en la respiración y una integración más profunda de las señales viscerales.

La zona más mencionada por los participantes es el plexo solar o la región diafragmática, que parece actuar como un punto central desde el cual se perciben esas sensaciones hacia el resto del cuerpo.

Otro aspecto destacado por Van Elk y Aleman es la manera en que el cerebro integra estas señales internas con el sentido de significado. Las experiencias espirituales profundas no solo modifican la percepción interna, sino que generan una impresión de cohesión, de presencia y de claridad que involucra tanto el cuerpo como la mente.

Esta integración produce un estado peculiar en el que las sensaciones viscerales adquieren una cualidad de orden, como si todo el interior se moviera con una armonía espontánea. Desde un punto de vista científico, esto corresponde a una sincronización entre la interocepción, el sistema límbico y las redes cerebrales de atención.

Su conclusión es que muchas experiencias atribuidas tradicionalmente al ámbito espiritual tienen un componente fisiológico claro, especialmente en la zona central del cuerpo.

Pulsos, flujos, vibraciones y sensaciones de unidad visceral aparecen descritos de forma consistente en la literatura y pueden explicarse como resultado de una integración ampliada de señales internas, un fenómeno perfectamente documentado en neurociencia contemporánea.

 


 

Lisa Feldman Barrett

Lisa Feldman Barrett es una de las principales investigadoras en el estudio de las emociones y la interocepción. Su trabajo ha cambiado la forma en que se entiende la relación entre el cuerpo y la conciencia interna.

Para Barrett, la base de muchas sensaciones profundas no es una emoción ni un pensamiento, sino la actividad del sistema visceral, regulado por el nervio vago y monitoreado constantemente por la ínsula. Este sistema forma el núcleo de lo que ella denomina “experiencia sentida del cuerpo”.

En sus investigaciones, Barrett insiste en que el interior del cuerpo es altamente sensible y produce señales que normalmente pasan desapercibidas, pero que pueden hacerse conscientes en estados de calma profunda, lectura lenta, oración contemplativa o concentración silenciosa.

Entre estas sensaciones menciona vibraciones suaves, calor en el centro del torso, pulsos internos rítmicos y un flujo que parece recorrer el cuerpo desde un punto central situado entre el diafragma y el estómago. Para Barrett, estas sensaciones no son signos de emoción, sino de un estado fisiológico ordenado, caracterizado por una mayor precisión en el sistema interoceptivo.

La zona diafragmática ocupa un lugar central en su modelo, porque allí se concentran redes densas de nervios sensoriales que informan al cerebro sobre el estado del organismo.

Cuando el sistema autónomo entra en un modo de regulación profunda, la respiración se coordina de manera natural con estos ritmos internos, haciendo que las sensaciones de flujo o pulsación sean más evidentes. Barrett explica que esta coherencia no depende de un estado emocional particular, sino de una mayor sensibilidad del sistema corporal a sus propios ritmos.

Uno de los aportes clave de Barrett es su afirmación de que el cuerpo puede “decir” si algo es adecuado o inadecuado antes de que la mente lo conceptualice. Esta capacidad surge de la integración entre señales viscerales y redes cerebrales dedicadas al significado.

De esta forma, la percepción interna se convierte en una fuente primaria de información sobre el entorno. El centro del cuerpo, según su modelo, actúa como un punto de referencia sensorial que informa sobre el equilibrio, la coherencia y la armonización interna.

Su trabajo aporta una comprensión sólida de las sensaciones profundas que surgen en el centro del cuerpo, y demuestra que flujos, pulsos y vibraciones internas son fenómenos fisiológicos normales en estados de presencia consciente, no expresiones emocionales ni acontecimientos extraordinarios.

 


 

Gabor Maté

Gabor Maté, médico especializado en trauma, estrés y medicina interna, ha desarrollado una visión muy amplia y matizada de la relación entre cuerpo, mente y conciencia profunda.

Según Maté, el cuerpo humano es un sistema perceptivo integral que responde de manera directa a los estados internos, incluso antes de que la mente tome conciencia de ellos. La zona visceral; el diafragma, el plexo solar, el estómago y los intestinos, desempeña un papel central en esta percepción.

Maté observa que el cuerpo produce una variedad de sensaciones profundas durante estados de calma, atención sostenida o introspección; ondas internas, vibración ligera, calor que asciende desde el centro del torso, pulsos rítmicos independientes del corazón, y un movimiento interior suave que parece recorrer la musculatura profunda.

Estas sensaciones no son signos de un proceso emocional, sino mecanismos de regulación fisiológica que revelan el estado del sistema nervioso autónomo. El cuerpo libera tensión a través de estas ondas internas, y también responde a señales externas mediante contracciones sutiles o aperturas casi imperceptibles en el centro visceral.

En su trabajo sobre trauma, Maté describe estados de cierre visceral cuando el organismo detecta descoherencia o amenaza, y estados de apertura visceral cuando hay coherencia, calma y estabilidad. Estas reacciones no son voluntarias ni conscientes, sino respuestas neurofisiológicas que emergen directamente del sistema autónomo.

En muchos de sus estudios clínicos, Maté muestra cómo el diafragma y el plexo solar son especialmente sensibles a estos cambios, razón por la cual muchas personas describen sensaciones profundas justamente allí.

Maté sostiene también que las sensaciones viscerales no deben interpretarse como síntomas emocionales, sino como expresiones de un cuerpo que está percibiendo, integrando y comunicando información.

Desde esta perspectiva, los pulsos internos, los flujos corporales profundos y la claridad visceral representan formas de percepción somática legítima que forman parte del funcionamiento normal del organismo cuando no está distraído o tenso.

 


 

Iain McGilchrist

Iain McGilchrist, neuropsiquiatra y estudioso de las funciones cerebrales, ha investigado durante décadas la relación entre los dos hemisferios del cerebro y la experiencia humana profunda.

Su trabajo resalta que la verdadera percepción interna no proviene del pensamiento analítico, sino del modo de conciencia propio del hemisferio derecho, que está más ligado al cuerpo, al entorno y al significado global de la experiencia.

Para McGilchrist, los estados de presencia silenciosa, reflexión profunda o contemplación activan un tipo de percepción que se siente directamente en el cuerpo.

Esta percepción se manifiesta a menudo en forma de pulsos, ritmos internos, sensación de flujo o movimiento suave en la zona central del torso. Según él, estas sensaciones indican una integración profunda entre la respiración, el diafragma y el sistema límbico.

La zona del diafragma y el plexo solar, donde se localizan muchas de estas sensaciones, es reconocida por McGilchrist como un punto central del equilibrio corporal: allí convergen la regulación respiratoria, la interocepción y la percepción emocional profunda.

McGilchrist distingue claramente entre los procesos analíticos del hemisferio izquierdo y la percepción global del hemisferio derecho. Es esta segunda la que permite una comprensión más profunda del cuerpo y de la realidad.

En estados contemplativos, el hemisferio derecho ejerce una influencia mayor, lo que facilita la aparición de sensaciones de unidad, claridad corporal, ritmo interno uniforme y un tipo de presencia que no depende de pensamientos, sino de una comunicación directa entre cuerpo y conciencia.

En sus análisis, McGilchrist explica que la experiencia corporal profunda no es un fenómeno periférico, sino una forma primaria de conocimiento. Las sensaciones viscerales; ya sean pulsos, flujos o vibración interna, forman parte de un modo de percepción encarnado que antecede al pensamiento verbal.

Estas sensaciones, cuando se perciben con nitidez, representan una coherencia interna que integra cuerpo, respiración, ritmo y significado.

 

 

Jeffrey Schwartz

Jeffrey Schwartz, psiquiatra y neurocientífico, ha estudiado cómo la atención consciente y disciplinada reorganiza el cerebro y el cuerpo.

Su trabajo muestra que, en estados de concentración profunda, introspección o práctica contemplativa, el sistema nervioso autónomo entra en un modo de funcionamiento en el que las señales internas se perciben de forma mucho más clara.

Schwartz describe que durante estos estados aparece frecuentemente una sensación de pulso interno rítmico, no relacionado con el corazón.

Este pulso proviene de la actividad del nervio vago, del diafragma y del tronco encefálico, lo que produce una vibración suave y continua en el centro del cuerpo. Asimismo, identifica la aparición de ondas o corrientes internas que recorren el torso y las extremidades como parte de un proceso de reorganización fisiológica profunda.

En su obra, Schwartz distingue entre percepción emocional, pensamiento analítico y percepción corporal profunda. Esta última, según él, emerge cuando las redes responsables de la interocepción se activan con mayor claridad: la ínsula, el cíngulo anterior, las fibras vagales y la musculatura visceral.

En estos momentos, la respiración se sincroniza espontáneamente con los pulsos internos, generando una sensación de coherencia o flujo sostenido.

Además, Schwartz señalaba que el cuerpo es capaz de ofrecer señales claras de apertura, estabilidad o cierre según el estado del entorno y de la atención interna.

El diafragma es especialmente sensible a estos cambios, actuando como un punto de transición entre el control voluntario y la respuesta autonómica profunda. En su conjunto, su trabajo ofrece una visión rigurosa de cómo pulsos, flujos y sensaciones viscerales pueden surgir en estados de atención profunda y disciplinada sin requerir estados emocionales intensos.

 


 

Andrew Huberman

Andrew Huberman, neurobiólogo de Stanford, ha aportado una comprensión moderna y accesible sobre la respiración, el sistema nervioso autónomo y la percepción interna.

Según Huberman, la respiración es el mecanismo más directo y poderoso para influir en el estado fisiológico del cuerpo.

Cada respiración profunda activa de manera natural el nervio vago y el diafragma, lo que produce un estado de calma fisiológica acompañado de una sensación de claridad visceral.

Huberman explica que el diafragma es una región fundamental en la percepción interna. Allí se encuentran conexiones directas con el nervio vago, el plexo solar y el sistema linfático, lo que convierte esta zona en un centro sensorial extremadamente sensible.

Cuando el cuerpo entra en un estado de regulación profunda, aparecen fenómenos como pulsos internos, vibraciones suaves, sensación de onda o corriente que se expande desde el centro del torso y una sensación de flujo visible tanto en el interior como en la respiración.

El neurobiólogo describe además que la interocepción consciente se amplifica cuando disminuye la actividad del pensamiento analítico y aumenta la atención a la respiración y al cuerpo.

En estos estados, la persona puede percibir ritmos internos muy sutiles, movimientos viscerales coordinados y una profunda coherencia entre la respiración y el pulso visceral. Huberman denomina a este estado “coherencia vagal”, y lo asocia a una regulación profunda del organismo, caracterizada por estabilidad, ritmo uniforme y presencia calmada.

Su trabajo también muestra que la apertura y la contracción del centro del cuerpo son respuestas fisiológicas claras y automáticas. La apertura visceral aparece en estados de calma y regulación, mientras que la contracción surge ante tensión, amenaza o perturbación.

Estos patrones están documentados y reflejan el funcionamiento natural del sistema autónomo, sin necesidad de incorporar interpretaciones emocionales o subjetivas.

Huberman ofrece así un marco científico completo para comprender sensaciones de flujo, pulsos internos, vibración suave, claridad visceral y reorganización interna durante estados de calma, atención y contemplación. Su enfoque confirma que estas sensaciones pertenecen al ámbito fisiológico del cuerpo humano y forman parte de su funcionamiento normal en condiciones de equilibrio profundo.

 


 

Referencias

Newberg, A. B. (2014). The neuroscientific study of spiritual practices. Frontiers in Psychology.
Newberg, A. B., d’Aquili, E. G., y cols. (2001–2018). Estudios de neuroimagen sobre oración, contemplación y estados espirituales profundos.

Porges, S. W. (2025). Polyvagal Theory: A journey from physiological observation to neural innervation and clinical insight. Frontiers in Behavioral Neuroscience.
Porges, S. W. (2011). The Polyvagal Theory: Neurophysiological Foundations of Emotions, Attachment, Communication, and Self-regulation. W. W. Norton.

Van Elk, M., & Aleman, A. (2016). Brain mechanisms in religion and spirituality: An integrative predictive-processing framework. Neuroscience & Biobehavioral Reviews.

Barrett, L. F. (2004–2021). Artículos sobre interocepción y conciencia corporal en Trends in Cognitive Sciences.
Barrett, L. F. (2017). How Emotions Are Made: The Secret Life of the Brain. Houghton Mifflin Harcourt.

Maté, G. (2003). When the Body Says No: The Cost of Hidden Stress. Wiley.
Maté, G. (2022). The Myth of Normal: Trauma, Illness, and Healing in a Toxic Culture. Knopf.

McGilchrist, I. (2010). The Master and His Emissary: The Divided Brain and the Making of the Western World. Yale University Press.
McGilchrist, I. (2021). The Matter With Things: Our Brains, Our Delusions, and the Unmaking of the World. Perspectiva Press.

Schwartz, J. M., & Begley, S. (2002). The Mind and the Brain: Neuroplasticity and the Power of Mental Force. HarperCollins.
Schwartz, J. M. (1996). Brain Lock: Free Yourself from Obsessive-Compulsive Behavior. Harper Perennial.

Huberman, A. D. (2010–2024). Publicaciones del Department of Neurobiology, Stanford School of Medicine, y contenidos científicos verificados del Huberman Lab Podcast.


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