Tengo más de sesenta años y he dedicado gran parte de mi vida. Desde el inicio de la era digital, a la administración de sistemas, la seguridad y la programación. Después de miles de horas de trabajo llegué a dos conclusiones claras:
1. La tecnología está diseñada en primer lugar para el beneficio empresarial, no para mejorar la vida de las personas.
2. Ese diseño empuja a un consumismo permanente, donde la mayoría usa dispositivos excesivamente potentes para necesidades mínimas.
Uso un portátil profesional de nueve años, comprado por una fracción de
su precio original, y un móvil de cuatro años optimizado. Ambos superan
de sobra a la mayoría de dispositivos actuales de gama media-alta. Y mi
trabajo requiere potencia que el 90% de la gente no necesita.
En esa parte de mis publicaciones, no nombraré marcas, ni modelos, pero en la sección "Publicaciones técnicas", si lo haré, y el porqué lo añadiré al final de ese texto.
No quiero ni necesito invertir más de lo necesario. Y animo al que sea a resistir las “seducciones tecnológicas”, porque detrás hay adicción y engaño. Añado en ese espacio web una sección dedicada a informática y tecnología, para que cualquiera pueda aprender a liberarse de este dominio comercial, que decide por nosotros qué comprar, qué actualizar y cuándo “quedarse obsoleto”.
Creo que el Reino de Dios, también consiste en compartir lo que hemos aprendido para bendición de otros.
La espiritualidad no es solo para lo transcendental, sino para ordenar la vida práctica. Esto también es Reino: vivir libres, incluso en lo cotidiano, en lugar de ser dominados por lo que el mundo quiere imponernos.
Y si pensamos que el Reino es solamente para “cuando muramos y vayamos al cielo”, entonces Babilonia ya logró su meta: mantenernos esclavos en esta vida.
Como lo dije antes, empiezo a elaborar artículos prácticos, técnicos y también de contenido “involucrado” que no conviene en lo espiritual, porque son dos áreas distintas que conviene separar, aunque el límite queda difícil de definir.
Porque una vida espiritual no consiste en misticismo, como se
suele demasiado entender, sino en aplicaciones prácticas de
espiritualidad en la vida corriente.
Si no, ¿de qué sirve?
El Creador no dejó Su Amor encerrado en sí mismo, sino que hizo la creación para exteriorizarlo. Si no fuera por la libertad de elección que dio al ser humano, y por el resultado actual, podríamos verlo en su perfección.
Eso está en marcha por la imparable realización de Su Plan: el establecimiento de Su Reino en la creación, iniciado con la venida de Jesús, el Mesías, a este mundo.
Así que, en los próximos días y semanas, publicaré en la sección “publicaciones técnicas” artículos y tutoriales con la intención de que otros puedan beneficiarse de la experiencia de muchos años de búsqueda y aprendizaje técnico.
La meta es liberarse de la servidumbre tecnológica, para aprovechar lo mejor posible todo lo positivo y sano que puede haber en ella.
Como se suele decir (con toda buena intención, no lo dudo), pero
con una pizca de religiosidad: “que Dios os bendiga”…
Pero
mejor es empezar a hacerlo uno mismo, sin dejarle toda la tarea al
Creador, que aunque lo haga, espera que podamos participar en ello.
Esto es un privilegio. Y es triste que muchos Creyentes no lo realizan, o muy poco; no por mala voluntad o egoísmo, sino por falta de fe en su capacidad.
Mucha gente “no-creyente”, y lo digo sin ninguna actitud despectiva, dedica su vida a ayudar y a aprender para compartir su saber, no para uso individual o ganancias monetarias.
De algunos hablaré, y les soy agradecido, por haber podido recibir lo que hoy puedo compartir en un mismo espíritu común, que no es otro que el que mostró Jesús a su paso por la Tierra.
Dar, compartir, bendecir, sin esperar recibir nada a cambio: ese es el concepto de Reino. Y quienes lo entienden, puedo afirmarlo por experiencia personal, reciben muchísimo más de lo que entregan.
La Palabra divina revela que más bienaventurado es dar que recibir, y no falla en ningún momento. Aquí; y en la dimensión futura. El sistema nos enseña que retener y esconder para uno mismo enriquece.
Eso es tan falso como sus promesas ilusorias de prosperidad y libertad.
