Vencer las inclinaciones oscuras de nuestra naturaleza humana es un problema candente desde siempre para muchos. Para otros no es un problema, y para una tercera clase es incluso una ventaja.
Hasta que estos dos últimos lleguen a darse cuenta, antes que sea tarde, de que ese camino conduce al abismo.
Tan sencillo es, e imposible por medio del alma humana, sin comunión espiritual con Dios.
Preguntó Pedro a Jesús, porque allí tuvo revelación del problema.:
“¿Quién, pues, podrá ser salvo?”
Contestó Jesús:
“Para los hombres esto es imposible, más para Dios, todas las cosas son posibles para Dios”
Dios es el inventor de las matemáticas. Nos da la meta, y los elementos para llegar a esa meta: un problema, o para los más entendidos, una ecuación.
Diez mandamientos; nueve parámetros, el décimo: la solución:
(haz + … + no hagas) × (como hacer) = (comunión con Dios + tu proximidad)
Más técnico:
(Σ Mandamientos₉) × (Intención₁₀) = Comunión (Dios + Prójimo)
Forma más sencilla:
(Ley × Espíritu) / Carne = Vida
Es decir:
cuando la carne = 0 (cuando muere en Cristo), el resultado tiende al infinito;
la comunión perfecta.
Pablo comparte en Romanos 7–8:
“Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto".
El pecado es el error en la ecuación; el Espíritu Santo, la constante que la equilibra.
Comunión perfecta = Vida eterna.
Algunos podrán pensar en una broma, otros que estoy loco. Pero Dios tiene humor,
y el Evangelio es locura para el insensato… ¿No?
