EVANGELIO DE
LOS ENVIADOS
FUSIÓN DE LOS CUATRO EVANGELIOS Y
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
EN UN ÚNICO LIBRO
ÍNDICE
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Página
1 Introducción del autor
Vida de Jesús antes de su ministerio
4 Introducción de Lucas: el Fundamento del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios
Las dos genealogías de Jesucristo
5 Zacarías y Elisabet padres de Juan el Bautista, primo de Jesús
6 María madre de Jesús, y Elisabet
7 Nacimiento de Jesús
8 Los magos y Herodes
9 Sus padres huyen con Jesús a Egipto
10 Juan el Bautista comienza a predicar
11 El testimonio de Juan Bautista
Jesús empieza su ministerio.
12 Bautismo de Jesús - Jesús tentado en el desierto - Los primeros discípulos
13 El agua en vino - Nicodemo
15 La mujer samaritana
16 Jesús sana al hijo de un oficial de Rey - El paralítico del estanque de Betesda
17 Jesús y su unidad con el El Padre
18 Mudanza a Capernaum: otros discípulos, Oposición religiosa y liberación
22 El hombre de la mano seca, día de reposo - un paralitico toma su lecho y va a su casa
23 Jesús establece los discípulos - Las bienaventuranzas - Sermón del monte
26 ayes contra los fariseos y religiosos
27 Jesús y el siervo del centurión - Primera resurrección: el hijo de la viuda en Naín
28 Juan pregunta a Jesús desde la cárcel - La pecadora unge los pies de Jesús en casa de Simón el fariseo
29 El Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza - Acusan a Jesús de sanar por Beelzebú
30 La madre y los hermanos de Jesús - Piden señal a Jesús
31 El espíritu inmundo vuelve
Principio de las parábolas del Reino.
31 La parábola del sembrador
32 La parábola de la cizaña - La semilla de mostaza
33 La levadura y El tesoro escondido, La perla de gran precio, La red, Tesoros nuevos y viejos
La cizaña explicada
34 Jesús calma la tempestad - El endemoniado gadareno
35 La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
36 ¡Talita kumi! - Dos ciegos reciben la vista - Un mudo habla
Jesús rechazado en Nazareth - la mies es mucha
37 Los discípulos enviados de dos en dos
39 Mercantes fuera del templo
40 La higuera maldita
41 Muerte de Juan el Bautista - Alimentación de los cinco mil
42 Jesús anda sobre el mar - Jesús sana a los enfermos en Genesaret - Yo soy el pan de vida
45 Lo que contamina al hombre
46 La fe de la mujer cananea
47 Alimentación de los cuatro mil la levadura de los fariseos
48 Un ciego sanado en Betsaida La confesión de Pedro
49 Jesús anuncia por primera vez su muerte - La transfiguración
50 Jesús sana a un muchacho lunático
51 El Hijo del Hombre será entregado-Los impuestos - ¿Quién es el mayor?
52 No siguen con nosotros Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos
53 Setenta veces siete; los siervos endeudados
54 Si tuvierais fe como un grano de mostaza Los hermanos de Jesús quieren que se revele
55 Jesús se revela y dicen que tiene demonio
58 El hombre ciego de nacimiento
59 ¿Acaso nosotros somos también ciegos?
60 Yo soy la puerta de las ovejas
Fin del ministerio de Jesús en Galilea.
60 Jesus sale de Galilea - Responde acerca del divorcio
61 Diez leprosos son limpiados - Jesús reprende a Jacobo y a Juan - Jesús manda a setenta otros discípulos de dos en dos
62 Vuelven los setenta con gozo Maestro, como heredaré la vida eterna? - El buen samaritano - Jesús visita a Marta y a María - La oración al Padre
63 Yo y el Padre uno somos
64 La puerta angosta - Jesús sana a un hidrópico
Parábolas en la región de Perea.
64 Parábolas de las bodas
65 Parábola de la gran cena - El precio de seguir a Cristo - Parábolas de la oveja perdida, de la moneda perdida
66 Parábola del hijo pródigo
67 Parábola del mayordomo infiel - El rico y Lázaro
68 El afán de la vida- El rico insensato
69 ¿cuándo ha de venir el reino?- La viuda y el juez injusto - El fariseo y el publicano
70 Muerte y resurrección de Lázaro
71 Comienzo del conjuro contra Jesús
72 El joven rico
74 Petición de Jacobo y de Juan - El ciego Bartimeo recibe la vista - Jesús y Zaqueo
75 Parábola de las diez minas
76 Dos ciegos reciben la vista - Jesús ungido por María en Betania - El complot contra Lázaro
Jesús entra en Jerusalén
78 Parábola de los dos hijos
79 Los labradores malvados - Parábola de la fiesta de bodas
80 Devolved al Cesar - La pregunta sobre la resurrección
81 El gran mandamiento - ¿De quién es hijo el Cristo?
82 Jesús acusa a escribas y fariseos
83 La ofrenda de la viuda - Jesús predice la destrucción del templo - El fin de ese siglo
84 La venida del Hijo del Hombre
86 Parábola de las diez vírgenes - Parábola de los talentos
87 El juicio de las naciones
Fin de las parábolas de Jesús principio de su entrega.
88 El complot para prender a Jesús - Judas ofrece entregar a Jesús- Incredulidad de los hombres
89 La ultima cena con los discípulos - Jesús lava los pies de los discípulos
90 ¿Quien es el traidor ?
91 Jesús anuncia la negación de Pedro
92 Jesús, el camino al Padre
Ultimo discurso de Jesús antes de su arresto.
92 La promesa del Espíritu Santo
93 Jesús la vid verdadera - Que os améis unos a otros
94 El mundo os aborrecerá
Fin de la predicación de Jesús
96 Jesús ora en Getsemaní - Arresto de Jesús
97 Jesús llevado ante el sumo sacerdote – Pedro niega a Jesús dos veces
99 Pedro niega a Jesús por tercera vez - Jesús ante Pilato, su condena
100 Pilato manda Jesús a Herodes
101 Pilato se lava las manos - suicidio de Judas
102 Crucifixión y muerte de Jesús
104 Jesús es sepultado
105 La resurrección
106 En el camino a Emaús - Jesús aparece a los discípulos en la mesa
107 Tomás ve a Jesús y cree - Jesús se aparece a sus discípulos en la playa
108 Pedro, apacienta mis ovejas
109 El discípulo amado – Jesús sube al cielo
Fin de los cuatro textos: “los evangelios según Mateo, Marcos, Lucas, y Juan”
109 Continuación en el texto: “hechos de los apóstoles” – Introducción del libro de los Hechos
110 Elección del sucesor de Judas - La venida del Espíritu Santo - Primera predicación de Pedro
111 Todo en común - Pedro y juan sanan un cojo
112 Pedro predica en el pórtico de Salomón - Pedro y Juan ante el concilio
113 Poder y unidad de los creyentes
114 Ananías y Safira - milagros sanidades y liberaciones - Pedro y sus compañeros arrestados; Gamaliel
115 Elección de los ayudantes de los apostoles – Arresto de Esteban - Predicación magistral y muerte de Esteban
117 Saulo persigue a los creyentes en Cristo - Felipe Pedro y Juan predican en Samaria
118 Felipe y el etíope
119 Conversión de Saulo - Saulo predica en Damasco-es perseguido-va a Jerusalén
120 Curación de Eneas-Dorcas es resucitada - Pedro y el centurión Cornelio
122 Pedro relata lo ocurrido en Jerusalén - La congregación en Antioquía
123 Muerte de Jacobo, Pedro encarcelado liberado por un ángel - Muerte de Herodes – Primer viaje de Bernabé y Saulo, el mago Bar-Jesus
124 Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia
125 Pablo y Bernabé perseguidos; Pablo apedreado
126 Reunión de todos los apóstoles en Jerusalén
127 Pablo se separa de Bernabé y comienza su segundo viaje - Timoteo acompaña a Pablo y a Silas
129 Pablo y Silas: alborotos en Tesalónica y Berea - Pablo predica en Atenas
130 Pablo en Corinto - Apolos en Efeso
131 Pablo en Efeso
132 El alboroto en Efeso - Viaje de Pablo a Macedonia y Grecia, el joven resucitado
133 Viaje de Troas a Mileto-Despedida de Pablo - Viaje de Pablo a Jerusalén
134 Arresto de Pablo en el templo - Defensa de Pablo ante el pueblo
135 Pablo en manos del tribuno
136 Pablo ante el concilio - Complot contra Pablo
137 Pablo es enviado a Félix el gobernador - Defensa de Pablo ante Félix
138 Pablo apela a César - Pablo ante Agripa y Berenice
140 Pablo es enviado a Roma - La tempestad en el mar y el naufragio
141 Pablo en la isla de Malta - Pablo en Roma
Fin del texto “Hechos de los apóstoles”
143 Notas
148 Cronología del recorrido de Jesús y mapa de su recorrido
INTRODUCCIÓN
Según lo que hemos podido recibir y entender, la recopilación de los eventos, relatos y hechos de Jesús de Nazareth, llamado El Cristo, han sido fragmentados en cuatro libros: “Evangelio según Mateo, Marcos, Lucas y Juan”, mas un quinto. Este último “ los hechos de los apóstoles” no suele ser clasificado como “evangelio” pero es la continuación de los cuatro primeros textos: relata los hechos de los discípulos y de Jesús después de su elevación a los lugares espirituales.
Jesús sigue hablando desde allí a sus discípulos y a otras personas. Así que no incluirlo sería una importante omisión. Tampoco esto termina, porque Jesús de Nazareth sigue presente y habla y se manifiesta a quienes quieren oírle, y esto en cualquier parte del mundo. Tal como lo dijo.
Nadie sabe realmente a fondo por qué y cómo. Se les atribuye cuatro autores, y su autoría ha hecho correr mucha tinta, dando lugar a muchos y extendidos estudios.
No pongo en duda la buena fe y alabo el enorme trabajo de los estudiosos de los escritos “evangelísticos”, que sin duda han querido profundizar el conocimiento de ese tremendo periodo de la historia humana durante siglos.
Tal como lo dice el escritor del primer pasaje del libro de Lucas:
“se ha examinado con diligencia desde un principio espiritual lo relatado por los que vivieron estos tiempos, para que los que sucedan conozcan la Verdad de los Principios recibidos”.
Creo firmemente que Teófilo no es (aunque puede incluir) una persona, sino un género de personas, y que el escritor fue inspirado por Dios.
Pretendo añadir una participación en el esfuerzo de pretender hacer mas asequibles los evangelios, a todos, y sobre todo a los que no son versados en su practica, reuniéndolos en un único texto, sin capítulos, versículos ni títulos que fueron agregados a los originales con el paso de los siglos, con intención de proveer una mejor accesibilidad a su sentido, pero realmente esto ha quitado su facilidad de lectura, y no hay versión bíblica que no obedezca a esa estructura.
He reunido los pasajes sin omitir ninguno, en un solo texto, y buscando respetar la cronología que se ha pensado ser la original, en base a muchos trabajos publicados que difieren en algunos puntos.
Creo que la cronología tiene menos importancia que el mensaje del Maestro, sin embargo sé que su recorrido no ha sido por casualidad. Entiendo que el aspecto “histórico” dará la sensación de que uno fuera presente a su lado acompañándole durante su paso por la Tierra.
Los numerosos pasajes repetidos en los evangelios se han fusionado, indicando en texto mas claro y pequeño su origen, libro y versículo,con el fin de poder localizar su origen. No se ha quitado ninguna palabra que no tenga su equivalente en otro pasaje del mismo evento. Si ha habido que elegir una versión diferente existente sobre mismo relato, para conservar un sentido al texto, se ha referenciado en las notas correspondientes.
Alguna palabra agregada para hacer comprensible la fusión de textos y respetar la gramática se ha indicado en azul. Las palabras en rojo son los diálogos y citaciones considerados como “inspirados por Dios”, evidentemente todas las de Jesús. Las palabras resaltadas en amarillo, son las que considero “inspiradas por tinieblas”, esto es mas con motivo de aligerar la lectura, luego es una interpretación personal aunque la creo válida.
El trabajo ha sido basado en la versión Reina-Valera 1960 que es la más usada en todo el mundo hispano, y no demasiado simplificada como las versiones mas modernas.
Esta misma basada en el trabajo de Casiodoro de Reina que fue publicado en 1569, y llamado “Bíblia del oso”, cuya versión fue revisada a su vez por Cipriano de Valera, y fue publicada en 1602, llamada la “Biblia del Cántaro”
A diferencia del Antiguo Testamento que se basa en la Vulgata de San Jerónimo de Estridón, El Nuevo Testamento fue el traducido por Francisco Enzinas a partir del texto griego de Erasmo y publicado en 1543.
La Biblia del Oso fue publicada en Basilea, Suiza, el 28 de septiembre de 1569.
La Reina-Valera tuvo una amplia difusión durante la Reforma protestante del siglo XVI, siendo por poco más de 4 siglos la única Biblia de uso dentro de la iglesia protestante de lengua castellana.
Hoy en día, la Reina-Valera con varias revisiones a través de los años (1862, 1909, 1960, 1995, 2009, 2011, 2015) es una de las Biblias en español más usadas por gran parte de las iglesias derivadas de la Reforma protestante (incluyendo las iglesias evangélicas), así como por otros grupos.
Las versiones originales de la Biblia Reina-Valera contaban con los “deuterocanónicos” o “apócrifos”, los cuales fueron retirados por el anglicano Lorenzo Lucena Pedrosa de la Universidad de Oxford en 1862. Para los interesados, en completar su conocimiento acerca del origen de estos valiosos trabajos hay mas amplia y valiosa información en wikipedia.
Valoro altamente la labor de aquellos hombres que han dedicado su vida a acercarse lo mas posible a un traducción honesta y justa de los textos originales, con todas las dificultades que pueda incluir.
El mismo concepto de benevolencia y animo espiritual es un concepto de Luz que proviene del mismo Reino que predica Cristo y se encuentra por todas partes.
Muchas personas a lo largo de los siglos pusieron en juego sus vidas por intentar traer avance a la humanidad tanto en el plano espiritual como material, sin pretender extraer de ello un beneficio personal, aunque en muchos caso esto hubiera sido lícito.
Por esto no pretendo menguar el valor de la labor de estos hombres, ni ser mas que ellos. Simplemente creo que formamos parte del Proyecto del Creador que nos permite participar al avance de Sus conceptos dentro de unos tiempos que cambian constantemente, como siempre lo ha sido y lo será.
El motivo de la portada de la “Biblia del oso” haya sido no incluir símbolos religiosos, y creo que el ánimo de esa obra era el mismo que el mío hoy, pero como siempre ocurre, la religión terminó por hacerse con la obra y le dio el atributo sacro de “santa biblia” cuando lo es la revelación que contiene y no tinta en papel.
“Santas” son la labor y la sangre de los que han dado su vida por ello, y digno de respeto y reconocimiento por ello, pero no, como siempre, el sectarismo de las religiones que pretenden tener la Verdad unilateralmente, imponiendo sus propios conceptos, muy lejos de los de Jesús de Nazareth.
LOS HECHOS Y PALABRAS DE JESÚS DE NAZARETH EL MESÍAS
Fusión de los cuatro evangelios basada en la versión Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera (revisión 1960).
1 Jn. 2:5:
,אבל כל מי שעומד במילה שלו
;בו מתגשמת באמת אהבת ה'
ככה אנחנו יודעים שאנחנו
.נמצאים בזה
“Pero en quien adhiere a su palabra,
el amor puro de Dios se ha perfeccionado;
Por esto sabemos que estamos en Él”.
Lc.1:1-4
“Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido certísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido”.
Mr. 1:1
Principio* del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios:
Jn. 1:1-18
En el principio* era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio* con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo:
“Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo”.
Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
Mt. 1:1-17
Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:
- Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos.
- Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram.
- Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón.
- Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí.
- Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías.
- Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa.
- Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías.
- Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías.
- Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías.
- Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia.
Después de la deportación a Babilonia:
- Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel.
- Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor.
- Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud.
- Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob;
- y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.
De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce.
* Entender “fundamento”, no “comienzo”, la palabra original no distingue los dos sentidos.
Lc. 3:23-38
Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José,
- hijo de Elí, hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,
- hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai,
- hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,
- hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
- hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,
- hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,
- hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
- hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,
- hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,
- hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
- hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,
- hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,
- hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
- hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
- hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.
Lc. 1:5- 80
Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.
Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso.
Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo:
“Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”.
Dijo Zacarías al ángel:
“¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada”.
Respondiendo el ángel, le dijo:
“Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo”.
Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario. Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. Él les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa.
Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo:
“Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.”
Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo:
“¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.”
Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo:
“María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
Entonces María dijo al ángel:
“¿Cómo será esto? pues no conozco varón”.
Respondiendo el ángel, le dijo:
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el santo ser que nacerá, será llamado hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios”.
Entonces María dijo:
“He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”.
Y el ángel se fue de su presencia.
En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo:
“Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor”.
Entonces María dijo:
“Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el poderoso; santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación a los que le temen. Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos. Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre”.
Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a su casa.
Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo. Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella. Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías; pero respondiendo su madre, dijo:
“No; se llamará Juan”.
Le dijeron:
¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.”
Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar. Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo:
“ Juan es su nombre”.
Y todos se maravillaron;
Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios. Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas, y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo:
“¿Quién, pues, será este niño?”
La mano del Señor estaba con él. Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
“Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio.
Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto; del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de conceder que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.
Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz”.
Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
Mr. 1:2-8
Como está escrito en Isaías el profeta:
“He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto, preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”.
Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:
“Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con espíritu santo”.
Mt. 1:18-22
El nacimiento de Jesucristo fue así:
Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo:
“José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros”.
Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús.
Lc. 2:1-20
Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria, e iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.
Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo:
“No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”.
Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”.
Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros:
“Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado”.
Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
Mt. 2:1-12
Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo:
“¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”.
Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo, Ellos le dijeron:
“En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:
“Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel”.
Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, dijo:
“Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore”.
Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.
Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Lc. 2:20-40
Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido. Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la ley del Señor:
“Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos”.
Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
“Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel”.
Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María:
“He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones”.
Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén. Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
Mt. 1:13-23 - Lc. 2:39-52
Después que partieron los magos de oriente, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo:
"Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo".
Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
"De Egipto llamé a mi Hijo".
Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos. Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo:
"Voz fue oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron"
Pero después de muerto Herodes, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto, diciendo:
"Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño".
Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, vino a tierra de Israel. Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; pero avisado por revelación en sueños, se fue y volvieron a la región de Galilea, y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazarea, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno. Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día, y le buscaban entre los parientes y los conocidos. Pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre:
“Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia”.
Entonces él les dijo:
“¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?".
Mas ellos no entendieron las palabras que les habló, descendió con ellos y volvió a Nazaret. Estaba sujeto a ellos, y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Jesús crecía en sabiduría, en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.
Mt. 3:1-3 - Lc. 3:1-2 - Lc. 3:3 -5
En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea: en el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás.
Y vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados, pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo:
"Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Todo valle se rellenará, y se bajará todo monte y collado; los caminos torcidos serán enderezados, y los caminos ásperos allanados; y verá toda carne la salvación de Dios".
Mt. 3:4-12- Lc. 3:7-18,
Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre. Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.
Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos y a las multitudes que salían para ser bautizadas por él les decía:
"¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego".
Y la gente le preguntaba, diciendo:
“Entonces, ¿qué haremos?”
Y respondiendo, les dijo:
"el que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo".
Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron:
“Maestro, ¿qué haremos?”
Él les dijo:
"no exijáis más de lo que os está ordenado".
También le preguntaron unos soldados, diciendo:
“Y nosotros, ¿qué haremos?”.
Y les dijo:
"no hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario".
Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo, respondió Juan, diciendo a todos:
"Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en espíritu santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará".
Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.
Jn. 1:19-28
Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen:
¿Tú, quién eres?
Confesó, y no negó, sino confesó:
"Yo no soy el Cristo".
Y le preguntaron:
¿Qué pues? ¿Eres tú Elías?
Dijo:
“No soy”.
Ellos:
¿”Eres tú el profeta”?
Y respondió:
“No”.
Le dijeron:
“¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?”
Dijo:
"Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías".
Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. Le preguntaron, y le dijeron:
¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?
Juan les respondió diciendo:
"Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado".
Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
Mt. 3:13-17 – Mr. 1:9 -11 - Lc. 3:21-22 - Jn. 1:29-34.
El siguiente día, vio Juan a Jesús que venía de Galilea a él al Jordán, y dijo:
“He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo”
Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua”.
También dio Juan testimonio, diciendo:
"Vi al espíritu de Dios que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo:
“sobre quien veas descender el espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el espíritu santo”.
Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el hijo de Dios".
Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo:
“Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
Pero Jesús le respondió:
"Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia".
Entonces le dejó; cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, cuando subía del agua el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía:
“Tú eres mi Hijo amado; en quién tengo complacencia”.
Mt. 4:1-11 - Mr. 1:12-13- Lc. 4:1-13
Entonces Jesús lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto, por cuarenta días, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches. No comió nada en aquellos días, pasados los cuales tuvo hambre.
Y vino a él el tentador, el diablo, y le dijo:
“Si eres Hijo de Dios, di que esta(s)* piedra(s)* se convierta(n)* en pan”.
Jesús respondió y dijo:
* En Mateo “piedra” en Lucas “piedras”
“Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra (que sale de la boca) de Dios”.
Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo:
“Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y: En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra”.
Jesús le dijo:
“Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”.
Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo:
“Todo esto te daré, si postrado me adorares”.
Entonces Jesús le dijo:
“Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”.
El diablo entonces, cuando hubo acabado toda tentación le dejó se apartó de él por un tiempo; y he aquí vinieron ángeles y le servían.
Jn. 1:35-51
El siguiente día, otra vez estaba Juan y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo:
“He aquí el Cordero de Dios”.
Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, viendo que le seguían, les dijo:
“¿Qué buscáis?”
Ellos le dijeron:
“Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?”
Les dijo:
“Venid y ved”.
Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día, porque era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo:
“Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo)”
Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo:
“Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas” (que quiere decir Pedro).
El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo:
“Sígueme”.
Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo:
“Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret”.
Natanael le dijo:
¿De Nazaret puede salir algo de bueno?
Le dijo Felipe:
“Ven y ve”.
Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él:
“He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño”.
Le dijo Natanael:
¿”De dónde me conoces”?
Respondió Jesús y le dijo:
“Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”.
Respondió Natanael y le dijo:
“Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel”.
Respondió Jesús y le dijo:
“¿Porque te dije: te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y le dijo: de cierto, de cierto os digo: de aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre”.
Jn. 2:1-12
Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo:
“No tienen vino”.
Jesús le dijo:
“¿Qué tienes conmigo, mujer? aún no ha venido mi hora”.
Su madre dijo a los que servían:
“Haced todo lo que os dijere”.
Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo:
“Llenad estas tinajas de agua”.
Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo:
“Sacad ahora, y llevadlo al maestresala”.
Y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo:
“Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora”.
Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él. Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.
Jn.3:1-36
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo:
“Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él”.
Respondió Jesús y le dijo:
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.
Nicodemo le dijo:
“¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?”
Respondió Jesús:
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del espíritu”.
Respondió Nicodemo y le dijo:
“¿Cómo puede hacerse esto?”
Respondió Jesús y le dijo:
“¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?
Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios”.
Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba. Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados. Porque Juan no había sido aún encarcelado. Entonces hubo discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación, y vinieron a Juan y le dijeron:
“Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él”.
Respondió Juan y dijo:
“No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije:
“yo no soy el Cristo”,
sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.
El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, este atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el espíritu por medida.
El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.
Lc. 3:19-20
Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que había hecho, sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel.
Jn. 4:1-42
Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir:
“Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan”,
(aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. Y le era necesario pasar por Samaria. Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.
Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo, era como la hora sexta.
Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo:
“Dame de beber”.
Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. La mujer samaritana le dijo:
“¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí”.
Respondió Jesús y le dijo:
“Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva”.
La mujer le dijo:
“Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados”?
Respondió Jesús y le dijo:
“Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”.
La mujer le dijo:
“Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla”.
Jesús le dijo:
“Ve, llama a tu marido, y ven acá”.
Respondió la mujer y dijo:
“No tengo marido”.
Jesús le dijo:
“Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad”.
Le dijo la mujer:
“Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar”.
Jesús le dijo:
“Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”.
Le dijo la mujer:
“Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas”.
Jesús le dijo:
“Yo soy, el que habla contigo”.
En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo:
¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?
Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres:
“Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?”
Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él. Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo:
“Rabí, come”.
El les dijo:
“Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis”.
Entonces los discípulos decían unos a otros:
“¿Le habrá traído alguien de comer?”
Jesús les dijo:
“Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. ¿No decís vosotros:
“Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega?”
He aquí os digo:
“Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”.
Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho:
“Uno es el que siembra, y otro es el que siega”.
Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores”.
Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo:
“Me dijo todo lo que he hecho”.
Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de Él, y decían a la mujer:
“Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”.
Dos días después, salió de allí y fue a Galilea. Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra. Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta.
Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir.
Entonces Jesús le dijo:
“Si no viereis señales y prodigios, no creeréis”.
El oficial del rey le dijo:
“Señor, desciende antes que mi hijo muera”.
Jesús le dijo:
“Ve, tu hijo vive”.
Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa. Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.
Jn. 5:1-18
Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.
Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo:
“¿Quieres ser sano?”
Le respondió el enfermo:
“Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo”.
Jesús le dijo:
“Levántate, toma tu lecho, y anda”.
Y al instante aquel hombre fue sanado, tomó su lecho y anduvo.
Era día de reposo aquel día. Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado:
“Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho”.
El les respondió:
“El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda”.
Entonces le preguntaron:
¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?
Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. Después le halló Jesús en el templo, y le dijo:
“Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”.
El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. Y Jesús les respondió:
“Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”.
Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
Respondió entonces Jesús, y les dijo:
“De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.
Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida. Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.
De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.
De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.
No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.
No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre. Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad. Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto, para que vosotros seáis salvos. El era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.
Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí.
Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis.
Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida. Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis. ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?
No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?”.
Mt. 4:12-13 - Mr. 1:14 - Lc. 4:14-30
Después que Juan fue encarcelado Jesús oyó que estaba preso y vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, se difundió su fama por toda la tierra de alrededor y era glorificado por todos. enseñaba en las sinagogas de ellos diciendo:
“el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”.
Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor”.
Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles:
“Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.
Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían:
“¿No es éste el hijo de José?”
Él les dijo:
“Sin duda me diréis este refrán:
“Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra”.
Y añadió:
“De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio”.
Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.
Mt. 4:14-17
Y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
“Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, Camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció”.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
Mt. 4:18-22 - Mr. 1:16-20
Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a los dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo:
“Venid en pos de mí, y os haré ser pescadores de hombres”.
Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.
Mt. 4:23-25
Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó. Y le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán.
Mr. 1:21-34 - Lc. 4:31-41
Descendió Jesús, y entraron en Capernaum, ciudad de Galilea Y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba. Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Estaba en la sinagoga de ellos un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, que dio voces, el cual exclamó a gran voz, diciendo:
“¡Ah! déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco sé quién eres, el Santo de Dios”.
Pero Jesús le reprendió, diciendo:
“Cállate, y sal de él”.
Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, sacudiéndole con violencia y clamando a gran voz, salió de él, y no le hizo daño alguno. Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo:
“¿Qué es esto”? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad y poder, manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?”
Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.
Mt. 8:14-17 - Mr. 1:29-34 - Lc. 4:38-41
Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan. La suegra de Simón estaba acostada con una gran fiebre; y en seguida le rogaron por ella. Entonces él se acercó, la tomó de la mano, inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía.
Al ponerse el sol, Cuando llegó la noche, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades y a los endemoniados; los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
“El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”.
y toda la ciudad se agolpó a la puerta.
También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo:
“Tú eres el Hijo de Dios”.
Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque le conocían, sabían que él era el Cristo.
Mr. 1:35-39 - Lc. 4:42-44
Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. cuando ya era de día, salió y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos. Y le buscó Simón, y los que con él estaban; hallándole, le dijeron:
“Todos te buscan”.
Pero él les dijo:
“Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado y he venido. Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí”.
Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
Lc. 5:1-11
Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago;
y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón:
“Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”.
Respondiendo Simón, le dijo:
“Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red”.
Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo:
“Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador”.
Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón:
“No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.
Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
Mt. 8:1-4 - Mr. 1:40-45 - Lc. 5:12-16
Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, e hincada la rodilla se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo:
“Señor, si quieres, puedes limpiarme”.
Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo:
“Quiero; sé limpio”.
Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio. Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, y le dijo:
“Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos”.
Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad. Su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Mas él se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes: se apartaba, y oraba.
Mt. 9:9-13 - Mr. 2:13-17 - Lc. 5:27-32
Después de estas cosas volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba.
Salió Jesús de allí vio, a un publicano llamado Leví hijo de Alfeo, también llamado Mateo. sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo:
“Sígueme”.
Y dejándolo todo, se levantó, le siguió y le hizo gran banquete en su casa.
Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido. Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos:
“¿Qué es esto, por que coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?”
al oír esto Jesús, les dijo:
“Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento”.
Mr. 2:18- 22 - Lc. 5:33-39
Los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; Entonces vinieron, y le dijeron:
“¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan muchas veces y hacen oraciones, pero tus discípulos comen, beben mas no ayunan ?”
Jesús les dijo:
“¿Podéis acaso hacer que de los que están de bodas ayunen mientras está con ellos el esposo? entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán”.
Les dijo también una parábola:
“Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo sacado de él no armoniza con el viejo y el mismo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura.
Así mismo nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres, se derramará, y los odres se perderán; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar: lo uno y lo otro se conservan juntamente. Ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: el añejo es mejor”.
Mt.12:1-8 - Mr. 2:23-28 – Lc. 6:1-5
Aconteció en un día de reposo, que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos, tuvieron hambre y andando, arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos.
Entonces viéndolo algunos de los fariseos le dijeron:
“Mira, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito?”
Pero él les dijo:
“¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?
¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa? Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí”.
También les dijo:
“El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.
Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes; porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo”.
Lc. 13:10-17
Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo:
“Mujer, eres libre de tu enfermedad”.
Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.
Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente:
“Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo”.
Entonces el Señor le respondió y dijo:
“Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?”
Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él.
Mt.12:9-14 - Mr. 3:1-6 - Lc. 6:6-11
Otra vez entró Jesús en la sinagoga en otro día de reposo.
Y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha. Y le acechaban los escribas y los fariseos para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.
y preguntaron a Jesús:
“¿Es lícito sanar en el día de reposo?”
Él, levantándose, se puso en pie entonces Jesús les dijo:
“Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla?”
Pero ellos callaban, les dijo:
“¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante? Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja?”
Mas él conocía los pensamientos de ellos, entonces dijo al hombre que tenía la mano seca:
“Levántate y ponte en medio”.
Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre:
“Extiende tu mano”.
Y él lo hizo así , y la mano le fue restaurada sana como la otra. Y ellos hablando entre sí se llenaron de furor. Salidos los fariseos, tomaron consejo contra Jesús con los herodianos contra él para destruirle.
Mt.12:15-21
Sabiendo esto Jesús, se apartó de allí; y le siguió mucha gente, y sanaba a todos, y les encargaba rigurosamente que no le descubriesen; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
“He aquí mi siervo, a quien he escogido; Mi Amado, en quien se agrada mi alma; Pondré mi Espíritu sobre él, Y a los gentiles anunciará juicio. No contenderá, ni voceará, Ni nadie oirá en las calles su voz. La caña cascada no quebrará, Y el pábilo que humea no apagará, Hasta que saque a victoria el juicio. Y en su nombre esperarán los gentiles”.
Mr. 3:7-12
Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió gran multitud de Galilea, de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron a él.
Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre lista la barca, a causa del gentío, para que no le oprimiesen. Porque había sanado a muchos; de manera que por tocarle, cuantos tenían plagas caían sobre él.
Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Mas él les reprendía mucho para que no le descubriesen.
Mt.9:1-8 - Mr. 2:1-12 - Lc. 5:17-26
Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa.
Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.
Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre paralítico que era cargado por cuatro, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. poniéndole en medio, delante de Jesús. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:
“Hijo, tus pecados te son perdonados”.
Entonces los escribas y los fariseos allí sentados, los cuales cavilaban en sus corazones:
¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
Y conociendo Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo:
“¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”
dijo al paralítico:
“A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”.
Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho en que estaba acostado, salió delante de todos y se fue a su casa glorificando a Dios.
Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían:
“hoy hemos visto maravillas, nunca hemos visto tal cosa”.
Mt. 10:1-4 - Mr. 3:13-19 - Lc. 6:12-19
Después subió al monte, y pasó la noche orando a Dios.
Y cuando era de día, llamó a sus discípulos y vinieron a él. Y estableció a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles para que estuviesen con él:
a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro;
a Andrés, su hermano;
a Jacobo (o Santiago), hijo de Zebedeo;
a Juan, su hermano, a quienes apellidó Boanerges, esto es, "Hijos del trueno";
a Felipe;
a Bartolomé;
a Mateo, el publicano;
a Tomás;
a Jacobo, hijo de Alfeo;
a su hermano Judas Tadeo;
a Simón, el llamado Cananeo y Zelote;
y a Judas Iscariote, el que llegó a ser el traidor y le entregó.
Lc. 6:17-19
Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades; y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados. Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.
Mt. 5:6-12 - Lc. 6:20-26
Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y alzando los ojos hacia sus discípulos abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que ahora tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí por mi causa, os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo y desechen vuestro nombre como malo.
Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron sus padres a los profetas que fueron antes de vosotros.
Mas:
¡ay de vosotros, ricos! Porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! Porque tendréis hambre.
¡Ay de vosotros, los que ahora reís! Porque lamentaréis y lloraréis.
¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!
Porque así hacían sus padres con los falsos profetas”.
Mt. 11:25-27 - Lc. 10:21-22
En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu y dijo:
“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni alguno quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Y volviéndose a los discípulos (los doce), les dijo aparte:
“Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Mt. 5:13 > 7:28 - Lc. 6:27-36 / 12:57-59
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.
Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano será culpable de juicio; y cualquiera que diga: "Necio," a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: "Fatuo," quedará expuesto al infierno de fuego.
Lc. 11:33-36
Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz. La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.
¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
Cuando vayas al magistrado, ponte de acuerdo con tu adversario pronto, procura entre tanto que estás con él en el camino arreglarte con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: "Sí, sí;" "no, no;" porque lo que es más de esto, de mal procede.
Pero a vosotros los que oís, os digo:
Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.
A cualquiera que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses, al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os calumnian, ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque si amáis a los que os aman, y hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito, qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Porque también los pecadores aman a los que los aman y hacen lo mismo.
Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto, y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?
Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, vosotros perfectos y misericordiosos, como también vuestro Padre es perfecto y misericordioso”.
Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa. El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer. Pero el Señor le dijo:
“Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro? Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio.
Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.
¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben”.
Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo:
“Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros”.
Y él dijo:
“¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres! De modo que sois testigos y consentidores de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros.
Por eso la sabiduría de Dios también dijo:
“Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán, para que se demande de esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo”;
sí, os digo que será demandada de esta generación.
¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis”.
Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle a que hablase de muchas cosas; acechándole, y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle.
En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente:
“Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas”.
Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, oraréis así:
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”.
Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum. Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado y a punto de morir. Cuando el centurión* oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo. Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole:
“Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga”.
*Nota del autor 1
Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole:
“Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: vé, y va; y al otro: ven, y viene; y a mi siervo: haz esto, y lo hace”.
Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía:
“Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
Lc. 7:11-17
Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo:
“No llores.”
Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo:
“Joven, a ti te digo, levántate.”
Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo:
“Un gran profeta se ha levantado entre nosotros;
y:
Dios ha visitado a su pueblo.”
Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
Lc. 7:18-35
Los discípulos de Juan le dieron en la cárcel, las nuevas de todos estos hechos. Y al oírlo llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle:
“¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?”
Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron:
“Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?”
En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista. Y respondiendo Jesús, les dijo:
“Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.”.
Mientras se iban los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente:
“¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están. Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay otro mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. El que tiene oídos para oír, oiga.”.
Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan. Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.
Y dijo el Señor:
“¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes? Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis. Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos”.
Lc. 7:36-50
Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí:
“Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora”.
Entonces respondiendo Jesús, le dijo:
“Simón, una cosa tengo que decirte”.
Y él le dijo:
“Di, Maestro”.
Jesús:
“Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?”
Respondiendo Simón, dijo:
“Pienso que aquel a quien perdonó más”.
Y él le dijo:
“Rectamente has juzgado”.
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón:
“¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.”.
Y a ella le dijo:
“Tus pecados te son perdonados”.
Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí:
¿Quién es éste, que también perdona pecados?
Pero él dijo a la mujer:
“Tu fe te ha salvado, ve en paz”.
Lc. 8:1-3
Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.
Mt. 8:18-22 – Lc. 9:57-62
Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado. Yendo ellos, vino un escriba y le dijo en el camino:
“Maestro, Señor, te seguiré adondequiera que vayas.”
Jesús le dijo:
“Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.”.
A otro de sus discípulos le dijo:
“Sígueme”.
Él le dijo:
“Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre”.
Jesús le dijo:
“Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.; y tú ve, y anuncia el reino de Dios”.
Entonces también dijo otro:
“Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa”.
Y Jesús le dijo:
“Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”.
Mt. 12:22-37 - Mr. 3:20-30 - Lc. 11:14-23
Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan. Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían:
“Está fuera de sí”.
Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. Y toda la gente estaba atónita, y decía:
“¿Será éste aquel Hijo de David?”
Pero los escribas y fariseos que habían venido de Jerusalén al oírlo decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios, otros, para tentarle, le pedían señal del cielo. Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos y habiéndolos llamado, les decía en parábolas:
“Todo reino dividido contra sí mismo es asolado. ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer. Y si Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá.
Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.
Ninguno puede entrar en la casa del hombre fuerte armado y saquear sus bienes: guarda su palacio, y en paz está lo que posee. Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, le ata, y entonces podrá saquear su casa y repartir el botín.
De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean y a cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre;
pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo no tiene jamás perdón, ni en este siglo ni en el venidero, sino que es reo de juicio eterno”.
Porque ellos habían dicho: “Tiene espíritu inmundo”.
Dijo Jesús:
“El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.
¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.
Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”.
Mt. 12:46-50 - Mr. 3:31-35 - Lc. 8:19-21
Mientras él aún hablaba a la gente, vienen sus hermanos y su madre, le querían hablar.
Quedándose afuera, no podían llegar hasta él por causa de la multitud y enviaron a llamarle; de la gente que estaba sentada alrededor uno le avisó, diciendo:
“He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, te buscan. Quieren verte y te quieren hablar”.
El entonces les respondió al que le decía esto diciendo:
“¿Quién es mi madre y mis hermanos?”.
Mirando y extendiendo su mano hacia sus discípulos que estaban sentados alrededor de él, dijo:
“He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios; oye su palabra, y la hace; ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.”
Mt. 12:38-45 - Lc. 11:24-32
Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. El respondió y les dijo:
“Esta generación es mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.
Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Así como Jonás fue señal a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.
Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra ella, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar. La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar.
Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí. Y cuando llega, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero”.
Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo:
“Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste”.
Y él dijo:
“ Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan”.
Mt.13:1-23 - Mr. 4:1-20 - Lc. 8:4-15
Aquel día salió Jesús de la casa y otra vez comenzó a enseñar se sentó junto al mar. Y se le juntó alrededor de él mucha gente de cada ciudad; tanto que entrando en una barca, se sentó, en ella en el mar y toda la gente estaba en la playa junto al mar. Y les enseñaba muchas cosas por parábolas, diciendo:
“Oíd: “He aquí, el sembrador salió a sembrar su semilla.
Y mientras sembraba, aconteció que parte de la semilla cayó junto al camino; fue hollada y vinieron las aves del cielo y la comieron.
Otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz ni tenía humedad, se secó.
Otra parte cayó entre espinos; y los espinos que nacieron crecieron juntamente con ella, y la ahogaron y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto. Pues nació, brotó, creció y produjo cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno”.
Entonces hablando estas cosas, decía a gran voz:
“El que tiene oídos para oír, oiga”.
Entonces cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce discípulos le preguntaron sobre la parábola, y le dijeron:
¿Por qué les hablas por parábolas?; ¿Qué significa esta parábola?
El respondiendo, les dijo:
“Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de Dios; mas a ellos no les es dado, a los que están fuera, por parábolas todas las cosas. Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado para que* viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados.
De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
“De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane”.
*Nota del autor 2
Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron”.
Y les dijo:
“¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
Oíd, vosotros Esta es, pues, la parábola del sembrador:
La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es el que siembra la palabra;
Y éstos son los de junto al camino son los que oyen, en quienes se siembra la palabra del reino y no la entienden, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, el malo, y quita la palabra que se sembró en sus corazones para que no crean y se salven.
Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero éstos no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, creen por algún tiempo. Porque cuando viene la tribulación, la aflicción, la prueba o la persecución por causa de la palabra, tropiezan y se apartan.
Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero yéndose, los afanes de este siglo, el engaño de las riquezas, los placeres de la vida, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa: son ahogados y no llevan fruto.
Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen y entienden la palabra con corazón bueno y recto; la reciben, y retienen; dan fruto con perseverancia, a treinta, a sesenta, y a ciento por uno”.
Mr.4:21-25 - Lc. 8:16-18
También les dijo:
“¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? y nadie que enciende una luz la cubre con una vasija ¿No es para ponerla en el candelero para que los que entran vean la luz? Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de de ser conocido y de salir a luz. Si alguno tiene oídos para oír, oiga”.
Les dijo también:
“Mirad cómo y lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís. Porque a todo al que tiene, se le dará; y a todo al que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará”.
Mt.13:24-30
Les refirió otra parábola, diciendo:
“El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
El les dijo:
“ Un enemigo ha hecho esto”.
Y los siervos le dijeron:
“¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?”
El les dijo:
“No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”.
Mr.4:26-29
Decía además:
“Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado”.
Mt 13:.31-32 – Mr. 4:30-32 - Lc. 13:18-19
Decía también:
“¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo compararemos?
El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo o en su huerto;
que cuando se siembra en tierra el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra, pero después de sembrado cuando ha crecido, es la mayor de todas las hortalizas, se hace árbol y echa grandes ramas;
de tal manera que vienen las aves del cielo, hacen nidos en sus ramas y pueden morar bajo su sombra”.
Mt 13:.33 – Lc.13:20-21
Y volvió a decir:
“¿A qué mas compararé el reino de Dios?:
el reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
Jesús les dijo:
“¿Habéis entendido todas estas cosas?”
Ellos respondieron:
“Sí, Señor”.
El les dijo:
“Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”.
Mt 13:34-35 – Mc 4:33-.34
Todo esto habló Jesús con muchas parábolas como estas a la gente, les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo, para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
“ Abriré en parábolas mi boca; Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo”.
Mt 13:36-43
Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron:
“Explícanos la parábola de la cizaña del campo”.
Respondiendo él, les dijo:
“El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.
El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.
De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo:
enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”.
Mt. 13:58
Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí.
Mt. 8:23-27 - Mr. 4:35-41 - Lc. 8:22-25
Aconteció aquel día, cuando llegó la noche entrando él en la barca, les dijo:
“Pasemos al otro lado del lago”.*
Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Sus discípulos le siguieron y partieron.
Pero mientras navegaban, él se durmió. Y he aquí que se levantó y desencadenó en el mar* una tempestad de viento tan grande que echaba las olas en la barca y la cubrían de tal manera que ya se anegaba y peligraban.
Pero el estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo:
“¡Maestro, Maestro! ¡Señor, sálvanos!, ¿no tienes cuidado que perecemos?”
Despertando entonces, el les dijo:
“¿Por qué estáis así amedrentados, por qué teméis?, hombres de poca fe?”.
levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar:
“Calla, enmudece”.
cesó el viento, se hizo grande bonanza y les dijo:
“¿Dónde está vuestra fe?”.
Y los hombres atemorizados se maravillaron, diciendo unos a otros:
“¿Qué hombre es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda y le obedecen?”
*Nota del autor 3
Mt. 8:28-34 - Mr. 5:1-20 - Lc. 8:26-39
Vinieron al otro lado del mar, a la tierra de los gadarenos que está en la ribera opuesta a Galilea.
Cuando llegó a la otra orilla, salió él de la barca, y vino en seguida a su encuentro un hombre* de la ciudad con un espíritu inmundo que salía de los sepulcros.
Endemoniado desde hacía mucho tiempo, no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros; feroz en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino.
Y nadie podía atarle, ni aun con cadenas. Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar.
Siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, hiriéndose con piedras, era impelido por el demonio a los desiertos.
Este cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, lanzó un gran grito y se arrodilló ante él. Y postrándose a sus pies exclamó a gran voz:
*Nota del autor 4
“¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?”.
Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él, le decía:
“Sal de este hombre, espíritu inmundo”.
Y le preguntó Jesús, diciendo:
“¿Cómo te llamas?”
Y respondió diciendo:
“Legión me llamo; porque somos muchos”.
Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región porque muchos demonios habían entrado en él, y le rogaban que no los mandase ir al abismo.
Estaba paciendo allí lejos de ellos, cerca del monte un gran hato de muchos cerdos. Y todos los demonios le rogaron diciendo:
“Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos para que entremos en ellos”.
Jesús les dio permiso, les dijo:
“Id”.
Saliendo aquellos espíritus inmundos del hombre, entraron en los cerdos. Y he aquí, todo el hato cual era como de dos mil se precipitó por un despeñadero al lago, y los cerdos perecieron ahogados en las aguas. Los que los apacentaban, cuando vieron lo que había acontecido huyeron, viniendo a la ciudad, y por los campos, contando todas las cosas, y lo que había pasado con el endemoniado.
Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús a ver qué era aquello que había sucedido, y hallaron al hombre que había sido atormentado del demonio, de quien habían salido la legión, sentado a los pies de Jesús vestido, en su cabal juicio, y tuvieron miedo.
Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado y lo de los cerdos. Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos, pues tenían gran temor.
Jesús, entrando en la barca, se volvió y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:
“Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti”.
Y se fue, y comenzó a publicar por toda la ciudad y en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.
Mt.9:18-26 - Mr. 5:21-43 - Lc. 8:40-56
Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, cuando volvió se reunió alrededor de él una gran multitud con gozo; porque todos le esperaban; y él estaba junto al mar.
Y vino uno varón de los principales de la sinagoga, llamado Jairo ; y luego que le vio, se postró a sus pies, y le rogaba mucho, que entrase en su casa porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo* diciendo:
“Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá”.
se levantó Jesús, fue, pues, con él. le siguió con sus discípulos, y mientras iba, la multitud le apretaban.
*Nota del autor 5
Pero, he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, por ninguno había podido ser curada y nada había aprovechado antes le iba peor. Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva.
Y al instante la fuente de su sangre se secó, se detuvo el flujo y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote; luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo:
“¿Quién es el que ha tocado mis vestidos?”.
Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban:
“Ves que la multitud te aprieta y oprime y dices:¿Quién me ha tocado?”
Pero Jesús miraba alrededor para ver quién había hecho esto y dijo:
“Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí”.
Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho; y postrándose a sus pies, le declaró toda la verdad delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo:
“Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado ve en paz y queda sana de tu azote”.
Y la mujer fue salva desde aquella hora.
Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, e uno le dijo:
“Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?”
Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga:
“No temas, cree solamente y será salva”.
Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Al entrar Jesús en la casa del principal, viendo a los que tocaban flautas, la gente que hacía alboroto, y a los que lloraban y lamentaban mucho por ella, Les dijo:
“¡Apartaos! ¿ Por qué alborotáis y lloráis? ¡La niña no está muerta, sino duerme! ”.
y se burlaban de él sabiendo que estaba muerta.
Mas él, echando fuera a todos, tomó a Pedro, a Jacobo, a Juan, al padre y a la madre, entró donde estaba la niña y, tomándola de la mano, clamó diciendo:
“¡Talita cumi!”.
Que traducido es: “niña, a ti te digo, levántate”.
Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó y andaba, pues tenía doce años.
Se espantaron grandemente, y sus padres estaban atónitos pero él les mandó mucho que nadie lo supiese lo que había sucedido, y dijo que se le diese de comer.
Y se difundió la fama de esto por toda aquella tierra.
Mt.9:27-31
Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo:
“¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!”
Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo:
“¿Creéis que puedo hacer esto?”
Ellos dijeron:
“Sí, Señor”.
Entonces les tocó los ojos, diciendo:
“Conforme a vuestra fe os sea hecho”.
Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo:
“Mirad que nadie lo sepa”.
Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra. Mientras salían ellos, he aquí, le trajeron un mudo, endemoniado. Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía:
“Nunca se ha visto cosa semejante en Israel”.
Pero los fariseos decían:
“Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios”.
Mt.9:35-38/13:53-58 - Mr. 6.1-6
Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos.
Llegado el día de reposo les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y muchos, oyéndole, se admiraban y decían:
“¿De dónde tiene éste estas cosas?
¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?
¿No es éste el carpintero, hijo del carpintero no se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas, no están todas sus hermanas con nosotros?
¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?”
Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo:
“No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y entre sus parientes, y en su casa”.
No pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos asombrado de la incredulidad de ellos. Recorría todas las ciudades y las aldeas de alrededor, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
“A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.
Mt. 10:1-39 - Mr. 6:7-13 - Lc. 9:1-6 / 10:16 / 12:4-12 / 49-53
Entonces llamando y habiendo reunido a los doce, los envió a predicar el reino de Dios.
Les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad.
Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto, ni llevar dos túnicas sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas. Y les dio instrucciones, diciendo:
“Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad, diciendo: “El reino de los cielos se ha acercado”.
Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.
No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento.
Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis. Dondequiera que entréis en una casa, saludadla, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, en testimonio contra ellos: vuestra paz se volverá a vosotros.
Y si en algún lugar no os recibieren ni oyeren vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de debajo de vuestros pies para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad.
He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas. Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles.
Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.
El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre. El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?
Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse. Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.
Mas os digo, amigos míos: no temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hace, el alma no pueden matar; Pero os enseñaré a quién debéis temer: temed más bien a aquel que después de haber quitado la vida tiene poder de echar y destruir el alma y el cuerpo en el infierno. Sí, os digo, a éste temed.
¿No se venden dos pajarillos por un cuarto y cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios o cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; pues más valéis vosotros que muchos pajarillos.
Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también yo le confesaré delante de los ángeles de mi Padre que está en los cielos. Mas a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de los ángeles de mi Padre que está en los cielos.
A todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado. Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir; porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir.
No penséis que he venido para traer paz a la tierra, no he venido para traer paz, sino espada. Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido? de un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo:
No, Porque he venido para poner disensión. Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra. Y los enemigos del hombre serán los de su casa.
El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
El que a vosotros recibe y oye, a mí me recibe y me oye; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.
El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa”.
Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, vinieron a casa y comenzó a enviarlos de dos en dos; los nombres de los doce apóstoles son estos:
primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano;
Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano;
Felipe, Bartolomé,
Tomás, Mateo el publicano,
Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo,
Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que también le entregó.
Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio predicaban que los hombres se arrepintiesen y echaban fuera muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban. Y se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos.
Mt. 11:20-24 – Lc. 10:13-16
Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo:
“¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido sentadas en cilicio y en ceniza.
Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras.
Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy.
Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti”.
Mt. 21:12-22 - Mr. 11:15-19 - Lc.. 19:45-48 - Jn. 2:13-25
Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el, las ovejas, los bueyes, esparció las monedas y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas. y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno, y dijo a los que vendían palomas de los cambistas:
“Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado”.
Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: “El celo de tu casa me consume”, y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó. Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo:
“¡Hosanna al Hijo de David!”
se indignaron, y le dijeron:
“¿Oyes lo que éstos dicen?”
Y Jesús les dijo:
“Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman Perfeccionaste la alabanza?”
Y los judíos respondieron y le dijeron:
“¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?”
Respondió Jesús y les dijo:
“Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”.
Dijeron luego los judíos:
“En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?”
Mas él hablaba del templo de su cuerpo. y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina. Y dejándolos, salió. Pero al llegar la noche, Jesús salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó allí.
Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.
Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.
Mt.21:19-22 - Mr.11:12-14 - Lc. 19:45-48 > 20:1-8
Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle. Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.
Por la mañana siguiente, cuando salieron de Betania volviendo a la ciudad, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera cerca del camino, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo, pero cuando llegó a ella, no halló nada en ella, sino hojas solamente pues no era tiempo de higos.
-Entonces Jesús dijo a la higuera:
“Nunca jamás nazca de ti fruto”.
Y lo oyeron sus discípulos.
Pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces. Entonces Pedro, acordándose, le dijo:
“Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado”.
Viendo esto los discípulos, decían maravillados:
“¿Cómo es que se secó en seguida la higuera?”
Respondiendo Jesús, les dijo:
“Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que tuviera fe y no dudara no sólo hará esto de la higuera, sino que si a este monte dijera:
“Quítate y échate en el mar”,
y no dudará en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.
Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”.
Mt. 21:23-27 - Mr. 11:27-33 - Lc. 20:1-8
Volvieron entonces a Jerusalén; y andando él por el templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo vinieron y se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron:
¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?
Respondiendo Jesús, les dijo:
“Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?”
Ellos entonces discutían entre sí, diciendo:
“Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan era profeta”.
Y respondiendo a Jesús, dijeron:
“No sabemos.”
Entonces respondiendo Jesús, les dijo:
“Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas”.
Mt. 14:1-12 - Mr. 6.14-29 - Lc. 9.7-9
En aquel tiempo el rey Herodes el tetrarca oyó la fama y todas las cosas que hacía Jesús, porque su nombre se había hecho notorio.
Estaba perplejo. Y dijo a sus criados:
“Este es Juan el Bautista, el que yo decapité que ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes”.
Y procuraba verle.
Otros decían:
“Elías ha aparecido”.
Y otros decían:
“Es un profeta, o algún profeta de los antiguos ha resucitado”.
El mismo había prendido a Juan, y le había encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías mujer de Felipe su hermano.
Pues la había tomado por mujer y Juan decía a Herodes:
“No te es lícito tener la mujer de tu hermano”.
Herodías le acechaba y con Herodes querían matarle, Pero Herodes temía al pueblo porque tenían a Juan por profeta.
Y temía Herodes a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana.
Pero venido un día oportuno cuando se celebraba la fiesta de cumpleaños de Herodes, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea:
Entrando la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes, y a los que estaban con él a la mesa
por lo cual el rey le prometió con juramento darle todo lo que pidiese, dijo a la muchacha:
“Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”.
Y le juró:
“Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino”.
Saliendo ella, dijo a su madre:
“¿Qué pediré?”
Y ella le dijo:
“La cabeza de Juan el Bautista”.
Entonces ella, instruida primero por su madre entró prontamente al rey, y pidió diciendo:
“Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista”.
Entonces el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla, mandó que se la diesen.
En seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan. El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la presentó a su madre.
Entonces cuando oyeron esto, vinieron sus discípulos, tomaron el cuerpo, lo pusieron en un sepulcro, fueron y dieron las nuevas a Jesús.
Mt. 14:13-21 - Mr. 6:30-44 - Lc. 9:10-17 - Jn. 6:1-14
Oyéndolo Jesús, se apartó Después de allí.
Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado. Y tomándolos, el les dijo:
“Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco”.
Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.
Y se fueron solos en una barca al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias a un lugar desierto y apartado de la ciudad llamada Betsaida.
Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron. Cuando la gente lo supo, le siguió allá a pie desde las ciudades y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él, y él les recibió.
Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos. Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos; estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos. Saliendo Jesús, Cuando alzó los ojos vio que había venido a él una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor.
Y comenzó a enseñarles muchas cosas, les hablaba del reino de Dios y sanó a los que de ellos necesitaban ser curados.
Cuando ya era muy avanzada la hora y el día comenzaba a declinar se acercaron a él los doce discípulos, diciendo:
“El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y campos de alrededor, y se alojen, encuentren y compren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto pues no tienen qué comer”.
Jesús viendo la gran multitud, Respondiendo les dijo:
“No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer”.
Y, dijo a Felipe:
“¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?”
Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer, Felipe y Ellos le respondieron:
“¿A no ser que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, para toda esta multitud y les demos de comer? no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco”.
Y eran como cinco mil hombres; el les dijo:
“¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo”.
Y al saberlo, uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:
“Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?”
El les dijo:
“Traédmelos acá”.
Entonces mandó que hiciesen recostar a todos en grupos, de ciento en ciento y de cincuenta en cincuenta. Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos, había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones.
Entonces tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo bendijo y los partió entre los discípulos, para que los pusiesen delante los que estaban recostados cuanto querían. Y comieron todos.
Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos:
“Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada”.
Y recogieron lo que sobró de los cinco panes de cebada, y de lo que sobró de los peces doce cestas llenas. Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron:
“Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo”.
Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.
Mt. 14:22-33 - Mr. 6:45-52 - Jn. 6:15-21
En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida. Iban cruzando el mar hacia Capernaum a la otra ribera. Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos entre tanto que él despedía a la multitud.
Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios la barca estaba en medio del mar azotada por las olas.
Se levantaba el mar con un gran viento que soplaba, y él solo en tierra.
Mas a la cuarta vigilia de la noche, viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, Jesús vino a ellos andando sobre el mar y quería adelantárseles.
Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, gritando:
“¡Un fantasma!”
porque todos le veían, y dieron voces de miedo, pero en seguida Jesús les habló, diciendo:
“¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”
Entonces le respondió Pedro, y dijo:
“Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”.
Y él dijo:
“Ven”.
Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo:
“¡Señor, sálvame!”
Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo:
“¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”
Cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento y llegó en seguida a la tierra adonde iban.
Y ellos se asombraron en gran manera, se maravillaban porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo:
“Verdaderamente eres Hijo de Dios”.
Mt.14:34-36 – Mr.6:53-56
Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret y arribaron a la orilla.
Y saliendo ellos de la barca, en seguida le conocieron los hombres de aquel lugar.
Enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y comenzaron a traer de todas partes todos los enfermos en lechos, a donde oían que estaba, y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos.
Jn.6:22-71
El día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor.
Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum, buscando a Jesús. Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron:
“Rabí, ¿cuándo llegaste acá?”
Respondió Jesús y les dijo:
“De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.
Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre”.
Entonces le dijeron:
“¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?”
Respondió Jesús y les dijo:
“Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado”.
Le dijeron entonces:
“¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer”.
Y Jesús les dijo:
“De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo”.
Le dijeron:
“Señor, danos siempre este pan”.
Jesús les dijo:
“Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.
Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho:
“Yo soy el pan que descendió del cielo”.
Y decían:
“¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?”
Jesús respondió y les dijo:
“No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.
Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre.
De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo”.
Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo:
“¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Jesús les dijo:
“De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente”.
Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.
Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron:
“Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?”
Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo:
“¿Esto os ofende? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?
El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen”.
Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.
Y dijo:
“Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”.
Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.
Dijo entonces Jesús a los doce:
“¿Queréis acaso iros también vosotros?”
Le respondió Simón Pedro:
“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.
Jesús les respondió:
“¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?”
Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce.
Mt.15:1-20 - Mr. 7:1-23
Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos que habían venido de Jerusalén, los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos no lavadas, los condenaban diciendo:
¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? ¿Porque no se lavan las manos cuando comen pan con manos inmundas?.
Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.
Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos.
Respondiendo él, les dijo:
“Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:
“Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres”.
Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes”.
Les decía también:
“¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición?
Porque Dios mandó por Moisés diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
Pero vosotros decís: Basta que Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es Corbán, (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte,
y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas”.
Y llamando a sí a la multitud, les dijo:
“Oíd, todos y entended":Nada hay fuera del hombre que entre en él en la boca, que le pueda contaminar; pero lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga”.
Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, acercándose sus discípulos le dijeron:
“¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?”
Pero respondiendo él, dijo:
“Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada; dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo”.
Respondiendo Pedro, le dijo:
“Explícanos esta parábola”.
Jesús dijo:
“¿También vosotros sois aún sin entendimiento?¿No entendéis que todo lo que entra en la boca de fuera no entra en su corazón, sino va al vientre, y es echado en la letrina y no le puede contaminar?”
Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos. Pero decía:
“Lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre.
Porque de dentro del corazón de los hombres salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias las avaricias, las maldades. El engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez.
Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre, pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre”.
Jn.7:1
Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle.
Mt.15:21-31- Mr. 7:24-30
Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse.
Y he aquí una mujer griega, y sirofenicia de nación que había salido de aquella región cananea, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies. Clamaba, diciéndole:
“¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio”.
Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo:
“Despídela, pues da voces tras nosotros”.
El respondiendo, dijo:
“No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”.
Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo:
“¡Señor, socórreme!”
Respondiendo él, dijo:
“ Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”.
Respondió ella y le dijo:
“Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen debajo de la mesa de sus amos”.
Entonces respondiendo Jesús, dijo:
“Oh mujer, grande es tu fe; por esta palabra hágase contigo como quieres. Ve, el demonio ha salido de tu hija”.
Y su hija fue sanada desde aquella hora, y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama.
Volviendo a salir de la región de Tiro, pasó Jesús de allí y vino por Sidón junto al mar de Galilea pasando por la región de Decápolis; y subiendo al monte, se sentó allí. Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel.
Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima.
Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua; y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo:
“Efata”,
es decir: Sé abierto. Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien. Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban. Y en gran manera se maravillaban, diciendo:
“Bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír, y a los mudos hablar”.
Mt. 15:32-39 - Mr. 8:1-10
En aquellos días, como había una gran multitud y no tenían qué comer, Jesús, llamando a sus discípulos, dijo:
“Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos a sus casas en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino pues algunos de ellos han venido de lejos”.
Entonces sus discípulos le dijeron:
“¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande?”
Jesús les dijo:
¿Cuántos panes tenéis?
Y ellos dijeron:
“Siete, y unos pocos pececillos”.
Y mandó a la multitud que se recostase en tierra.
Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante, y los discípulos los pusieron delante de la multitud.
Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante; comieron todos, se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas.
Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Entonces, despidió la gente, entró en la barca, y vino a la región de Magdala, Dalmanuta*.
*Nota del autor 6
Lc. 13:1-5
En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo:
“¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo no; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo no; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”.
Dijo también esta parábola:
“Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador:
“He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?”
Él entonces, respondiendo, le dijo:
“Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después”.
Mt. 16:1-4 - Mr. 8.11-13 - Lc. 12:54-56
Vinieron entonces los fariseos y los saduceos para tentarle, y comenzaron a discutir con él pidiéndole que les mostrase señal del cielo.
Mas gimiendo en su espíritu, él respondiendo, les dijo, y también a la multitud decía:
“Cuando anochece, Cuando veis la nube que sale del poniente decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles.
Y por la mañana: Hoy habrá tempestad, agua viene; y así sucede porque tiene arreboles el cielo nublado.
Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace¡
Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra, ¡mas no podéis distinguir las señales de los tiempos.
!La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás”.
Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue a la otra ribera.
Mt. 16:5-12 - Mr. 8:14-21
Llegando sus discípulos al otro lado, se habían olvidado de traer pan y no tenían sino un pan consigo en la barca.
Y Jesús les mandó, diciendo:
“Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, de los saduceos, y de la levadura de Herodes”.
Ellos pensaban Y discutían entre sí diciendo:
“Esto dice porque no trajimos pan”.
Y entendiéndolo Jesús, les dijo:
“¿Qué discutís? ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan? ¿No entendéis aún, ni comprendéis? ¿Teniendo ojos, no veis? ¿Y teniendo oídos, no oís? ¿Y no recordáis?
¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Ni os acordáis cuando partí los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis?”.
Y ellos dijeron:
“Doce”.
“¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis?”
dijeron:
“Siete”.
Y les dijo:
“¿Cómo es que aún no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos, saduceos y de la levadura de Herodes?Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos, y de Herodes”.
Mr. 8:22-26
Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase.
Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima.
Y le preguntó si veía algo. El, mirando, dijo:
“Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan”.
Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos. Y lo envió a su casa, diciendo:
“No entres, ni lo digas a nadie en la aldea”.
Mt. 16:13-20 - Mr. 8:27-30 - Lc. 9:18-21
Viniendo Jesús y sus discípulos por las aldeas de la región de Cesarea de Filipo, Y en el camino, aconteció que mientras Jesús oraba aparte, les preguntó, diciendo:
“¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”
Ellos dijeron:
“Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, y otros alguno de los profetas de los antiguos ha resucitado”.
Entonces él les dijo:
“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Respondiendo Simón Pedro, dijo:
“Tú eres el Cristo de Dios, el Hijo del Dios viviente”.
Entonces le respondió Jesús:
“Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia*; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”.
Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo, encargándoselo rigurosamente.
* (En los originales “ἐκκλησία ekklesía”: asamblea, congregación de personas. “iglesia” siempre es una transliteración, para reemplazar “sinagoga”.
Mt. 16:21-28 - Mr. 8:31-9:1 - Lc. 9:22-27
Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos:
“Es necesario al Hijo del Hombre ir a Jerusalén, ser desechado y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; ser muerto, y resucitar al tercer día”.
Esto les decía claramente.
Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo:
“Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca”.
Pero él, volviéndose, y mirando a los discípulos reprendió a Pedro, diciendo:
“¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”.
Entonces Jesús llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, y del evangelio la hallará*.
Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en su gloria, en la del Padre, y de los santos ángeles. Y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino con poder”.
*Nota del autor 7
Mt. 17:1-13 - Mr. 9:2-13; Lc. 9:28-36
Aconteció como seis o ocho días después de estas palabras que Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, los llevó aparte y subió al monte alto a orar, y entre tanto que oraba, se transfiguró delante de ellos.
La apariencia de su rostro se hizo otra y resplandeció como el sol, y sus vestidos se hicieron resplandecientes, blancos como la luz, o como la nieve tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.
Y he aquí les aparecieron dos varones rodeados de gloria que hablaban con él los cuales eran Moisés y Elías, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.
Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús:
“Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías”
porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados.
Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió, y tuvieron temor al entrar en la nube; y he aquí una voz desde la nube, que decía:
“Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd”.
Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.
Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo:
“Levantaos, y no temáis”.
Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.
Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo:
“No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos”.
Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.
Entonces le preguntaron, diciendo:
“¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?”
Respondiendo Jesús, les dijo:
“A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas; ¿y cómo está escrito del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea tenido en nada? Pero os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; como está escrito de él. Así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos”.
Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista, y ellos callaron. Y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
Mt. 17:14-21 - Mr. 9:14-29 - Lc. 9:37-43
Al día siguiente, cuando descendieron del monte, estaban los discípulos, y alrededor, escribas que disputaban con ellos.
Una gran multitud les salió al encuentro.
Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron; el les preguntó:
“¿Qué disputáis con ellos?”
Y respondiendo un hombre de la multitud, se arrodilló delante de él, y clamó diciendo:
“Maestro, te ruego que veas a mi hijo lunático, pues es el único que tengo; tiene un espíritu mudo, y padece muchísimo. Ten misericordia de el Señor, sucede que el espíritu dondequiera que le toma, de repente da voces, y le sacude con violencia; cruje los dientes, le hace echar espuma, y se va secando.
Muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua, estropeándole, a duras penas se aparta de él. Y lo he traído a tus discípulos rogué que lo echasen fuera, y no pudieron sanarle”.
Respondiendo Jesús, dijo:
“¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar?”. Trae acá a tu hijo”.
Y se lo trajeron.
Cuando el espíritu vio a Jesús, mientras se acercaba el muchacho, le derribó y le sacudió con violencia quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre:
“¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?”
Y él dijo:
“Desde niño. Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos”.
Jesús le dijo:
“Si puedes creer, al que cree todo le es posible”.
E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo:
“Creo; ayuda mi incredulidad”.
Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole:
“Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él”.
Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió del muchacho; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían:
“Está muerto”.
Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó, y se levantó.
Se lo devolvió a su padre, y éste quedó sano desde aquella hora. Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.
Cuando él entró en casa, Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, le preguntaron:
“¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?”
Y les dijo:
“Por vuestra poca fe. Porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno”.
Mt. 17:22-23 - Mr. 9:30-32 - Lc. 9.43:45
Habiendo salido de allí, caminaron por Galilea, maravillándose todos de todas las cosas que hacía, y él no quería que nadie lo supiese.
Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía:
“Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras: el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día”.
Pero ellos no entendían esta palabra, pues les estaba velada para que no la entendiesen; tenían miedo de preguntarle, y se entristecieron en gran manera.
Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: “¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?”
El dijo:
“Sí”.
Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo:
“¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños?”
Pedro le respondió:
“De los extraños”.
Jesús le dijo:
“Luego los hijos están exentos. Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti”.
Mt. 18:1-5 - Mr. 9:33-40 - Lc. 9:46-50
En aquel tiempo en el camino a Capernaum, entraron en discusión entre sí sobre quién de ellos sería el mayor. Y cuando estuvo en casa les preguntó:
“¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?”
Mas ellos callaron; porque habían disputado, quién había de ser el mayor.
Entonces él se sentó y llamó a los doce y los discípulos vinieron a Jesús, diciendo:
“¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?”
Y percibiendo Jesús los pensamientos de sus corazones, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos junto a sí.
Y tomándole en sus brazos les dijo:
“De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos, y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.
Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos, porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande”.
Juan le respondió diciendo:
“Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros”.
Pero Jesús dijo:
“No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa”.
Mt. 18:6-9 - Mr. 9:42-48
“Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le arrojase y se hundiese en lo profundo del mar.
¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos; imposible es que no vengan, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!
Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo échalo de ti; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros”.
Mt. 18:10-14
“Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.
¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron.
Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”.
Lc. 17:1-4
Dijo Jesús a sus discípulos:
“Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.
Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale”.
Mt. 18:15-35
Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano; mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.
Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.
Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Entonces se le acercó Pedro y le dijo:
“Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?”
Jesús le dijo:
“ No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos, y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.
A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda.
Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda, pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo:
“¡Págame lo que me debes!”.
Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo”.
Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado, entonces, llamándole su señor, le dijo:
“Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?”
Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.
Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas ”.
Lc. 17:5-10
Dijeron los apóstoles al Señor:
“Auméntanos la fe”.
Entonces el Señor dijo:
“Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.
¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice:
“Pasa, siéntate a la mesa”?
¿No le dice más bien:
“Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú”?
¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
Jn. 7:2-10:21
Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos;
y le dijeron sus hermanos:
“Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces.
Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo”.
Porque ni aun sus hermanos creían en él.
Entonces Jesús les dijo:
“Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto; no puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus obras son malas.
Subid vosotros a la fiesta, yo no subo todavía a esa fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido”.
Y habiéndoles dicho esto, se quedó en Galilea. Pero después que sus hermanos habían subido, entonces él también subió a la fiesta, no abiertamente, sino como en secreto.
Y le buscaban los judíos en la fiesta, y decían:
¿Dónde está aquél?
Y había gran murmullo acerca de él entre la multitud, pues unos decían:
“Es bueno”;
pero otros decían:
“No, sino que engaña al pueblo”.
Pero ninguno hablaba abiertamente de él, por miedo a los judíos; mas a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba, y se maravillaban los judíos, diciendo:
“¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?”
Jesús les respondió y dijo:
“Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.
El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.
¿No os dio Moisés la ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué procuráis matarme?”
Respondió la multitud y dijo:
“Demonio tienes; ¿quién procura matarte?”
Jesús respondió y les dijo:
“Una obra hice, y todos os maravilláis; por cierto, Moisés os dio la circuncisión no porque sea de Moisés, sino de los padres; y en el día de reposo circuncidáis al hombre.
Si recibe el hombre la circuncisión en el día de reposo, para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en el día de reposo sané completamente a un hombre? No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”.
Decían entonces unos de Jerusalén:
“¿No es éste a quien buscan para matarle? Pues mirad, habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido en verdad los gobernantes que éste es el Cristo? Pero éste, sabemos de dónde es; mas cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde sea”.
Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo:
“A mí me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis. Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió”.
Entonces procuraban prenderle; pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora.
Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían:
“El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace?”
Los fariseos oyeron a la gente que murmuraba de él estas cosas; y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para que le prendiesen. Entonces Jesús dijo:
“Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros, e iré al que me envió; me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir”.
Entonces los judíos dijeron entre sí:
“¿Adónde se irá éste, que no le hallemos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos, y enseñará a los griegos? ¿Qué significa esto que dijo: me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir?”
En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo:
“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba; el que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”.
Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían:
“Verdaderamente éste es el profeta”.
Otros decían:
“Este es el Cristo”. Pero algunos decían: “¿De Galilea ha de venir el Cristo?
¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo?”
Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él; y algunos de ellos querían prenderle; pero ninguno le echó mano.
Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron:
“¿Por qué no le habéis traído?”
Los alguaciles respondieron:
“¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!”
Entonces los fariseos les respondieron:
“¿También vosotros habéis sido engañados?¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos? Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es”.
Les dijo Nicodemo, el que vino a él de noche, el cual era uno de ellos:
“¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?”
Respondieron y le dijeron:
“¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta”.
Cada uno se fue a su casa; y Jesús se fue al monte de los Olivos.
Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.
Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron:
“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?”
Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo:
“El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.
E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo:
“Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?”
Ella dijo:
“Ninguno, Señor.”
Entonces Jesús le dijo:
“Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
Otra vez Jesús les habló, diciendo:
“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Entonces los fariseos le dijeron:
“Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero”.
Respondió Jesús y les dijo:
“Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie.
Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre. Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero; yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí”.
Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.
Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
Otra vez les dijo Jesús:
“Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir”.
Decían entonces los judíos:
“¿Acaso se matará a sí mismo, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis venir?”
Y les dijo:
“Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”.
Entonces le dijeron:
“¿Tú quién eres?”
Entonces Jesús les dijo:
“Lo que desde el principio os he dicho; muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo”.
Pero no entendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús:
“Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”.
Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él.
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él:
“Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
Le respondieron:
“Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?”
Jesús les respondió:
“De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre.
Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres; sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros.
Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre. Sois de vuestro padre el diablo”
Respondieron y le dijeron:
“Nuestro padre es Abraham”.
Jesús les dijo:
“Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais, pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre”.
Entonces le dijeron:
“Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios”.
Jesús entonces les dijo:
“Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió, ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios”.
Respondieron entonces los judíos, y le dijeron:
“¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?”
Respondió Jesús:
“Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis; pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca, y juzga. De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte”.
Entonces los judíos le dijeron:
“Ahora conocemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: El que guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte. ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? ¡Y los profetas murieron! ¿Quién te haces a ti mismo?”
Respondió Jesús:
“Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios. Pero vosotros no le conocéis; mas yo le conozco, y si dijere que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero le conozco, y guardo su palabra. Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó”.
Entonces le dijeron los judíos:
“Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”
Jesús les dijo:
“De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”.
Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.
Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento, y le preguntaron sus discípulos, diciendo:
“Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?”
Respondió Jesús:
“No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.
Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo”.
Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo:
“Ve a lavarte en el estanque de Siloé ”
(que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían:
“¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?”
Unos decían:
“El es”
y otros:
“A él se parece”
El decía:
“Soy yo”
Y le dijeron:
“¿Cómo te fueron abiertos los ojos?”
Respondió él y dijo:
“Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista”.
Entonces le dijeron:
“¿Dónde está él?”
"El dijo:
“No sé”.
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego, y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista el les dijo;
“Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo”.
Entonces algunos de los fariseos decían:
“Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo”.
Otros decían:
“¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales?”
Y había disensión entre ellos, entonces volvieron a decirle al ciego:
“¿Qué dices tú del que te abrió los ojos?”
Y él dijo:
“Que es profeta”.
Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron, diciendo:
“¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?”
Sus padres respondieron y les dijeron:
“Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.”
Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres:
“Edad tiene, preguntadle a él”.
Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron:
“Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador”.
Entonces él respondió y dijo:
“Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo”.
Le volvieron a decir:
“¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?”
El les respondió:
“Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?”
Y le injuriaron, y dijeron:
“Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos. Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea”.
Respondió el hombre, y les dijo:
“Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye. Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer”.
Respondieron y le dijeron:
“Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros?”
Y le expulsaron.
Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo:
“¿Crees tú en el Hijo de Dios?”
Respondió él y dijo:
“¿Quién es, Señor, para que crea en él?”
Le dijo Jesús:
“Pues le has visto, y el que habla contigo, él es”.
Y él dijo:
“Creo, Señor”;
y le adoró.
Dijo Jesús:
“Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados”.
Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron:
“¿Acaso nosotros somos también ciegos?”
Jesús les respondió:
“Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.
De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.
A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.
Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía”.
Volvió, pues, Jesús a decirles:
“De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.
Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas, mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa; así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre, y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz, y habrá un rebaño, y un pastor.
Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar; nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”.
Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras, muchos de ellos decían:
“Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?”
Decían otros:
“Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?”
Mt. 1:.1-12 - Mr. 10:1-12 - Lc. 16:18
Aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, levantándose de allí se alejó de Galilea, y fue a las regiones de Judea al otro lado del Jordán.
Y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía, le siguieron grandes multitudes, y los sanó allí.
Entonces vinieron a él los fariseos, se acercaron y le preguntaron, para tentarle:
“¿Es lícito al marido repudiar a su mujer por cualquier causa?”
El, respondiendo, les dijo:
“¿Qué os mandó Moisés?”
Ellos dijeron:
“Moisés permitió dar carta de divorcio, y repudiarla”.
Él, respondiendo, les dijo:
“¿No habéis leído que el que los hizo al principio de la creación, varón y hembra los hizo”.
y dijo:
“Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”.
Le dijeron:
“¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?”
El les dijo:
“Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.”
En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo, y les dijo:
“cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera. Y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.”
Le dijeron sus discípulos:
“Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse”.
Entonces él les dijo:
“No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado”; pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba”.
Lc. 9:51
Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
Lc. 17:11-22
Yendo Jesús, pasaba entre Samaria y Galilea, y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos.
Y alzaron la voz, diciendo:
“¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!”
Cuando él los vio, les dijo:
“Id, mostraos a los sacerdotes”.
Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
Respondiendo Jesús, dijo:
“ ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?”
Y le dijo:
“Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.
Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
Lc. 9:52-56
Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron:
“Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?”
Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo:
“Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea”.
Lc. 10:1-42
Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir, y les decía:
“La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos; No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
En cualquier casa donde entréis, primeramente decid:
“Paz sea a esta casa”.
Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros. Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario.
No os paséis de casa en casa. En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante; y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles:
“Se ha acercado a vosotros el reino de Dios”.
Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:
“Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros”.
Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad”.
Volvieron los setenta con gozo, diciendo:
“Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre”.
Y les dijo:
“Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”.
Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle:
“Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?”
Él le dijo:
“¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?”
Aquél, respondiendo, dijo:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”.
Y Jesús le dijo:
“Bien has respondido; haz esto, y vivirás”.
Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús:
“¿Y quién es mi prójimo?”
Respondiendo Jesús, dijo:
“Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo:
“Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese”.
¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”
Él dijo:
“El que usó de misericordia con él”.
Entonces Jesús le dijo:
“Ve, y haz tú lo mismo”.
Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra, pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo:
“Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude”.
Respondiendo Jesús, le dijo:
“Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”.
Lc. 11:1-13
Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
“Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos”.
Y les dijo:
“Cuando oréis, decid:
Padre nuestro que estás en los cielos; santificado sea tu nombre; venga tu reino;
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra; el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy;
Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben; y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”.
Les dijo también:
“¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice:
“ Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante”;
Y aquél, respondiendo desde adentro, le dice:
“No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?”
Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.
Y yo os digo:
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”.
Jn. 10:22-42
Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Y le rodearon los judíos y le dijeron:
¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
Jesús les respondió:
“Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos”.
Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle, Jesús les respondió:
“Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?”
Le respondieron los judíos, diciendo:
“Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios”.
Jesús les respondió:
“¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?
Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís:
“Tú blasfemas”,
porque dije:
“Hijo de Dios soy?”
Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre”.
Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos. Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan; y se quedó allí. Y muchos venían a él, y decían:
“Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad”.
Y muchos creyeron en él allí.
lc. 13:22-33
Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén. Y alguien le dijo:
“Señor, ¿son pocos los que se salvan?”
Y él les dijo:
“Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo:
“Señor, Señor, ábrenos”,
él respondiendo os dirá:
“No sé de dónde sois”.
Entonces comenzaréis a decir:
“Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste”.
Pero os dirá:
“Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad”.
Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos. Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros”.
Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
Y les dijo:
“Id, y decid a aquella zorra:
“ He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra. Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén”.
Mt. 23:37-39 – Lc. 13:34-35
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor”.
Lc. 14:1-35
Aconteció un día de reposo, que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era fariseo, éstos le acechaban. Y he aquí estaba delante de él un hombre hidrópico.
Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo:
“¿Es lícito sanar en el día de reposo?”
Mas ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó, y le despidió.
Y dirigiéndose a ellos, dijo:
“¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en día de reposo?”
Y no le podían replicar a estas cosas.
Observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles:
“Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él,y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga:
“Da lugar a éste”;
Y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar.
Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”;
Entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa. Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido”.
Dijo también al que le había convidado:
“Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos”.
Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo:
“Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios”.
Entonces Jesús le dijo:
“Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados:
“Venid, que ya todo está preparado”.
Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo:
“He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses”.
Otro dijo:
“He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses”.
Y otro dijo:
“Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir”.
Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo:
“Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos”.
Y dijo el siervo:
“Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar”.
Dijo el señor al siervo:
“Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena”.
Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,
diciendo:
“Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar”.
¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.
Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga”.
Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo:
“Este a los pecadores recibe, y con ellos come”.
Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:
“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles:
“Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido”.
Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo:
“Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido”.
Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”.
También dijo:
“Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde”,
y les repartió los bienes.
No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos, y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
Y volviendo en sí, dijo:
“¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”.
Y levantándose, vino a su padre.
Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”.
Pero el padre dijo a sus siervos:
“Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”.
Y comenzaron a regocijarse.
Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo:
“Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano”.
Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre:
“He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo”.
Él entonces le dijo:
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”.
Dijo también a sus discípulos:
“Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes. Entonces le llamó, y le dijo:
“¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo”.
Entonces el mayordomo dijo para sí:
“¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas”.
Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”
Él dijo:
“Cien barriles de aceite”.
Y le dijo:
“Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta”.
Después dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”
Y él dijo:
“Cien medidas de trigo”.
Él le dijo:
“Toma tu cuenta, y escribe ochenta”.
Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
Y yo os digo: ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.
Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”.
Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él; entonces les dijo:
“Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación”.
La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley”.
“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo:
“Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama”.
Pero Abraham le dijo:
Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.
Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
Entonces le dijo:
“Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento”.
Y Abraham le dijo:
“A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos”.
Él entonces dijo:
“No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán”.
Mas Abraham le dijo:
“Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”.
Le dijo uno de la multitud:
“Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia”.
Mas él le dijo:
“Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?”
Y les dijo:
“Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”.
Mt. 6:25-34 - Lc. 12:22-31
Dijo luego a sus discípulos:
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; o qué habéis de beber, ni por el cuerpo, qué vestiréis. ¿No es La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido?.
Considerad los cuervos, las aves del cielo, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni recogen en granero, y Dios, vuestro Padre celestial, los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás y por el vestido?
Considerad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo, los gentiles; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
Mas buscad primeramente el reino de Dios, y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”.
Mt. 6:19-21 – Lc. 12:32-34
“No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. No os hagáis tesoros en la tierra, vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, sino haceos tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrones no llegan, hurtan y minan, ni polilla destruye y el orín corrompe. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.
También les refirió una parábola, diciendo:
“La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo:
¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?
Y dijo:
“Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”
Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”.
Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo:
“El reino de Dios no vendrá con advertencia,ni dirán:
“Helo aquí, o helo allí”;
Porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.
Y dijo a sus discípulos:
“Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis.
Y os dirán:
“Helo aquí, o helo allí”:
No vayáis, ni los sigáis, porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día, pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación.
Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre; Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos, asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban.
Mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos:
Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste; en aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva atrás; acordaos de la mujer de Lot: todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.
Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado”.
Y respondiendo, le dijeron:
“¿Dónde, Señor?”
Él les dijo:
“Donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán también las águilas”.
También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo:
“Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre, había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo:
“Hazme justicia de mi adversario”.
Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí:
“ Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia”.
Y dijo el Señor:
Oíd lo que dijo el juez injusto; ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”
A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
“Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera:
“Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano”;ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo:
“Dios, sé propicio a mí, pecador”.
Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.
Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.
María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.
Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús:
“Señor, he aquí el que amas está enfermo”.
Oyéndolo Jesús, dijo:
“Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.
Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba; luego, después de esto, dijo a los discípulos:
“Vamos a Judea otra vez”.
Le dijeron los discípulos:
“Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?”
Respondió Jesús:
“¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él”.
Dicho esto, les dijo después:
“Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle”.
Dijeron entonces sus discípulos:
“Señor, si duerme, sanará”.
Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.
Entonces Jesús les dijo claramente:
“Lázaro ha muerto” y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él”.
Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos:
“Vamos también nosotros, para que muramos con él”.
Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro, Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.
Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.
Y Marta dijo a Jesús:
“Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará”.
Jesús le dijo:
“Tu hermano resucitará”.
Marta le dijo:
“Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”.
Le dijo Jesús:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”
Le dijo:
“Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”.
Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto:
“El Maestro está aquí y te llama”.
Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.
Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado; entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo:
“Va al sepulcro a llorar allí”.
María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo:
“¿Dónde le pusisteis?”
Le dijeron:
“Señor, ven y ve”.
Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos:
“Mirad cómo le amaba”.
Y algunos de ellos dijeron:
“¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?”
Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús:
“Quitad la piedra”.
Marta, la hermana del que había muerto, le dijo:
“Señor, hiede ya, porque es de cuatro días”.
Jesús le dijo:
“¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”
Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo:
“Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado”.
Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz:
“¡Lázaro, ven fuera!”
Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo:
“Desatadle, y dejadle ir”.
Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.
Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.
Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron:
“¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales, si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación”.
Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo:
“Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca”.
Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús
había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Así que, desde aquel día acordaron matarle.
Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí con sus discípulos.
Y estaba cerca la pascua de los judíos; y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la pascua, para purificarse.
Y buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo, se preguntaban unos a otros:
“¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?”
Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno supiese dónde estaba, lo manifestase, para que le prendiesen.
Mt. 19:13-15 - Mr. 10:13-16 - Lc. 18:15-17
Entonces le presentaban unos niños, para que los tocase, pusiese las manos sobre ellos, y orase; lo cual viendo los discípulos, reprendieron a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó. Llamándolos dijo:
“Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos; de cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía. Y se fue de allí.
Mt. 19:16-30 - Mr. 10:17-31 - Lc. 18:18-30
Al salir él para seguir su camino, vino un hombre principal corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó:
“¿Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”
Jesús le dijo:
“¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”;
El le dijo:
“¿Cuáles?”
Y Jesús dijo:
“Los sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
El entonces, respondiendo el joven, le dijo:
“Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud, ¿Qué más me falta?”
Entonces, oyendo esto Jesús, mirándole, le amó, y le dijo:
“Una cosa te falta si quieres ser perfecto: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz”.
Pero entonces oyendo el joven, afligido por esta palabra, se puso muy triste, y se fue porque era muy rico, tenía muchas posesiones. Entonces Jesús al ver Jesús que se había entristecido mucho, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
“De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos”
Los discípulos oyendo esto se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles:
“Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”.
Ellos se asombraban aun más, en gran manera diciendo entre sí:
“¿Quién, pues, podrá ser salvo?”
Entonces Jesús, mirándolos, dijo:
“Para los hombres esto es imposible, mas para Dios, todas las cosas son posibles para Dios”.
Entonces Pedro comenzó a decirle:
“He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, nuestras posesiones, y te hemos seguido. ¿Qué, pues, tendremos?”.
Respondió Jesús y dijo:
“De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
Y no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros”.
Mt. 20:1-16
“Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña, y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo:
“Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo”.
Y ellos fueron.
Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo, y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo:
“¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?”
Le dijeron:
“Porque nadie nos ha contratado”.
El les dijo:
“Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo”.
Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.
Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.
Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario, y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo:
“Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día”.
Él, respondiendo, dijo a uno de ellos:
“Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”.
Mt. 20:17-19 - Mr. 10:32-34 - Lc. 18:31-34
Subiendo Jesús a Jerusalén, Iban por el camino, y Jesús iba delante, ellos se asombraron, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce aparte en el camino, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:
“He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. Y será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, le condenarán a muerte, le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen. Será afrentado, y escupido. Después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará”.
Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.
Mt. 20.20-28 - Mr. 10.35-45
Entonces se le acercó la madre* de los hijos de Zebedeo con sus hijos, Jacobo y Juan, postrándose ante él y para que haga algo que le pidieran.
El le dijo:
“¿Qué quieres?”
Ella le dijo:
“ Maestro, Concédenos que ordenes en tu gloria, que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.
Entonces Jesús respondiendo, dijo:
“No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?”
Y ellos le dijeron:
“Podemos”.
El les dijo:
“A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre”.
Cuando los diez oyeron esto, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan, Entonces Jesús, llamándolos, dijo:
“Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los sus grandes ejercen sobre ellas potestad.
Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,y el que quiera ser el primero entre vosotros, será siervo de todos;
porque como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
*Nota del autor 8
Mr. 10:46-52 - Lc. 18:35-43
Entonces vinieron a Jericó.
Aconteció que acercándose Jesús, y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello, y le dijeron que pasaba Jesús nazareno. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces diciendo:
“¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”
Y muchos, los que iban delante le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más:
¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle, y traerle a su presencia. Llamaron al ciego, diciéndole:
“Ten confianza; levántate, te llama”.
El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Y cuando llegó, le preguntó Jesús diciendo:
“¿Qué quieres que te haga?”
Y el ciego le dijo:
“Maestro... Señor, que recobre la vista”
Y Jesús le dijo:
“recíbela,vete, tu fe te ha salvado”.
Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús glorificando a Dios en el camino, y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
*Nota del autor 9
Lc. 19:1-10
Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo:
“Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”.
Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor:
“He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”.
Jesús le dijo:
“Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.
Lc.19:11-27
Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Dijo, pues:
“Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo:
“Negociad entre tanto que vengo”.
Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo:
“No queremos que éste reine sobre nosotros”.
Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Vino el primero, diciendo:
“Señor, tu mina ha ganado diez minas”.
Él le dijo:
“Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades”.
Vino otro, diciendo:
“Señor, tu mina ha producido cinco minas”.
Y también a éste dijo:
“Tú también sé sobre cinco ciudades”.
Vino otro, diciendo:
“Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste”.
Entonces él le dijo:
“Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?”
Y dijo a los que estaban presentes:
“Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas”.
Ellos le dijeron:
“Señor, tiene diez minas”.
“Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí”.
Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
Mt. 20.29-34
Y al salir ellos de Jericó, él y sus discípulos, le seguía una gran multitud. Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo:
“¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!”
Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo:
“¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!”
Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo:
“¿Qué queréis que os haga?”
Ellos le dijeron:
“Señor, que sean abiertos nuestros ojos”.
Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron.
Mt. 26:6-13 - Mr. 14.3-9 - Jn. 12:1-8
Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos.
Y estando Jesús, en casa de Simón el leproso, le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.
Entonces María tomó una libra de de perfume de nardo puro, de mucho precio y quebrando el vaso se lo derramó sobre su cabeza, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.
Al ver esto, algunos discípulos se enojaron dentro de sí, y dijo uno de ellos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar:
“¿Para qué este desperdicio, por qué no fue este perfume vendido a gran precio, por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres?”.
Y murmuraban contra ella; pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.
Entonces entendiéndolo Jesús dijo:
“Déjadla; ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra; porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo lo ha hecho a fin de prepararme, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura”.
Y les dijo:
“Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien mas a mí no siempre me tendréis. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”.
Jn. 12:9-11
Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.
Mt. 21:1-11 - Mr. 11:1-11 - Lc. 19:28-40 - Jn. 12.12-36
El siguiente día, cuando se acercaban a Jerusalén, vinieron junto a Betfagé y a Betania, frente al monte que se llama de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos, diciendo:
“ Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis una asna atada, y un pollino con ella, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadla, y traédmelos. Y si alguien os preguntare:
“¿Por qué hacéis eso? ¿Por qué los desatáis?”
Decid:
“El Señor lo necesita, y luego lo devolverá”.
Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito cuando dijo:
“Decid a la hija de Sion: No temas, hija de Sion; he aquí, tu Rey viene a ti, Manso, y sentado sobre una asna, Sobre un pollino, hijo de animal de carga”.
Fueron, los discípulos y hallaron asna y el pollino atados afuera a la puerta, en el recodo del camino; cuando los desataron Y unos de los que estaban allí, sus dueños, les dijeron:
“¿Qué hacéis desatandolos?”
Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado:
“Porque el Señor lo necesita”
y los dejaron.
Trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre ellos sus mantos, subieron a Jesús, y se sentó encima.
Y la multitud, que era muy numerosa,también tendía sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino.
Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto.
Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo:
“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡ paz en el cielo! ¡Gloria en las alturas!”
Y cuando entró Jesús en Jerusalén y en el templo, toda la ciudad se conmovió, diciendo:
“¿Quién es éste?”
Y la gente decía:
“Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea”
Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron:
“Maestro, reprende a tus discípulos”
Él, respondiendo, les dijo:
“Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían”.
Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo:
“¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”.
y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.
Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho. Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos.
Por lo cual también había venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta señal. Pero los fariseos dijeron entre sí:
“ Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él”.
Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo:
“Señor, quisiéramos ver a Jesús”.
Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió diciendo:
“Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.
Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre”.
Entonces vino una voz del cielo:
“Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez”.
Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían:
“Un ángel le ha hablado”.
Respondió Jesús y dijo:
“No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”.
Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir. Le respondió la gente:
“Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?”
Entonces Jesús les dijo:
“Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz”.
Mat. 21:28-32
“Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo:
“Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña”.
Respondiendo él, dijo:
“No quiero”;
Pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo:
“Sí, señor, voy”.
Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?”
Dijeron ellos:
“El primero”;
Jesús les dijo:
“De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle”.
Mt. 21:33-46 - Mr. 12:1-12; Lc. 20:9-19
Comenzó luego Jesús a decir al pueblo esta parábola:
“Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos; se ausentó por mucho tiempo.
Y cuando se acercó el tiempo de los frutos envió un siervo a los labradores, para que le diesen de éstos del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.
Volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también, golpeado, afrentado, y apedreado le hirieron en la cabeza y le enviaron con las manos vacías.
Volvió a enviar un tercer siervo; mas ellos también a éste echaron fuera, herido y lo mataron. Volvió a enviar otro, y envió de nuevo a otros muchos, siervos más que los primeros e hicieron con ellos de la misma manera golpeando a unos y matando a otros.
Entonces Por último, teniendo aún el señor de la viña un hijo suyo dijo:
“¿Qué haré? Enviaré también a ellos a mi hijo amado; quizá cuando le vean a él, le tendrán respeto”.
Mas aquellos labradores, cuando vieron al hijo, discutían entre sí, diciendo:
“Este es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de la heredad para que sea nuestra”.
Y ltomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron. Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?”
Le dijeron:
“¡Dios nos libre!, a estos, los malos labradores destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo”
Pero Jesús mirándolos, les dijo:
“¿Nunca leísteis aun esto en las Escrituras:
“La piedra que desecharon los edificadores, Ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, Y es cosa maravillosa a nuestros ojos”?
Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará”.
Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos. Pero al buscar cómo echarle mano, temían al pueblo, porque éste le tenía por profeta.
Mat. 22:1-14
*Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:
“El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir.
Volvió a enviar otros siervos, diciendo:
“Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas”.
Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos:
“Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis”.
Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo:
“Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda?”
Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían:
“Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera”.
Allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos”.
*Nota del autor 10
Mt. 22:15-22 - Mr. 12:13-17 - Lc. 20:20-26
Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra para entregarle al poder y autoridad del gobernador.
Y acechándole, le enviaron algunos espías de los discípulos de ellos y de los herodianos, que se simulasen justos diciendo:
“Maestro, sabemos que eres hombre veraz, amante de la verdad, que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie: no haces acepción de persona, porque no miras la apariencia de los hombres. Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?¿Daremos, o no daremos?”
Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo:
“¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo para que la vea”.
Y ellos le presentaron un denario. Entonces les dijo:
“¿De quién es esta imagen, y la inscripción?”
Y respondiendo Le dijeron:
“De César”.
Y Respondiendo Jesús les dijo:
“Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”.
Oyendo esto, se maravillaron, y no pudieron sorprenderle en palabra alguna delante del pueblo, sino que callaron. Dejándole, se fueron.
Mt. 22:23-33 - Mr. 12:18-27; Lc. 20:27-40
Entonces aquel día vinieron a él algunos de los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo:
“Maestro, Moisés nos escribió que si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su hermano.
Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; el primero tomó esposa, y murió sin dejar descendencia. Y el segundo se casó con ella, el cual también murió sin hijos; y el tercero, de la misma manera. Y así los siete, murieron sin dejar descendencia. Y después de todos murió también la mujer. Y después de todos Finalmente murió también la mujer.
En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron por mujer?”
Entonces respondiendo Jesús, les dijo:
“Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento; mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento.
Porque no pueden ya más morir, sino serán como los ángeles de Dios que están en los cielos y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído el libro de Moisés en el pasaje de la zarza lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo:
“Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”?
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos pues para él todos viven, así que vosotros mucho erráis.”.
Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron:
“Maestro, bien has dicho”.
Y no osaron preguntarle nada más. Oyendo esto la gente, se admiraba de su doctrina.
Mt. 22:34-40 - Mr. 12:28-34
Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó por tentarle diciendo:
“¿Maestro, cuál es el primer mandamiento de todos en la ley?”
Jesús le respondió:
“El primer mandamiento de todos es: “Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente; este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos, y de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.
Entonces el escriba le dijo:
“Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él;
y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios”.
Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo:
“No estás lejos del reino de Dios”.
Y ya ninguno osaba preguntarle”.
Mt. 22:41-46 - Mr. 12:35-37 - Lc. 20:41-44
Enseñando Jesús en el templo, estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó diciendo:
“¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?”
Le dijeron:
“De David”.
El les dijo:
“¿Pues cómo en el libro de los Salmos, el mismo David por el Espíritu Santo le llama Señor, diciendo:
“Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”?
Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?”
Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más, y gran multitud del pueblo le oía de buena gana.
Mt. 23:1-36 - Mr. 12:38-40 - Lc. 20:45-47
Entonces oyéndole todo el pueblo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:
“En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos”.
Y les decía en su doctrina:
“Guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas y aman las salutaciones en las plazas y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.
Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.
Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.
Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.
Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.
¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor. ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís:
“Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas”.
Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?
Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación”.
Mr. 12:41-44 - Lc. 21:1-4
Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, Levantando los ojos miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y vio que muchos ricos echaban mucho en el arca. Y vino una viuda po-bre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante.
Entonces llamando a sus discípulos, les dijo:
“De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento”.
Mt. 24:1-2 - Mr. 13:1-2; Lc. 21:5-6
Cuando Jesús salió del templo y se iba, unos hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas.
Se acercaron sus discípulos; le dijo uno para mostrarle los edificios del templo:
“Maestro, mira qué piedras, y qué edificios”.
Respondiendo Jesús, les dijo:
“¿Veis todo esto, estos grandes edificios? De cierto os digo, días vendrán que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”.
Mt. 24:3-28 - Mr. 13:3-23 - Lc. 21:7-24
Y estando él sentado en el monte de los Olivos frente al templo, los discípulos se le acercaron y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte, diciendo:
“Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?”
Respondiendo Jesús, entonces les dijo:
“Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo:
“ Yo soy el Cristo”
y:
“El tiempo está cerca”.
Y a muchos engañarán, no vayáis en pos de ellos; y oiréis de guerras y rumores de guerras y de sediciones; mirad que no os turbéis y os alarméis, porque es necesario que todo esto acon-tezca primero así; pero aún no será inmediatamente el fin”.
Entonces les dijo:
“Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, grandes terremotos y alborotos en diferentes lugares. Habrá terror y grandes señales del cielo, todo esto será principio de dolores; pero mirad por vosotros mismos porque entonces os echarán mano, y os perseguirán.
Os entregarán a tribulación a los concilios, en las sinagogas y a las cárceles, y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí, y esto os será ocasión para darles testimonio. Es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones. Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir.
Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo; yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan.
Seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, parientes y amigos, matarán a algunos de vosotros, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.
Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán;
Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel puesta donde no debe estar, (el que lee, entienda), y cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.
Porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes y los de en medio de ella, váyanse, y el que esté en el campo no entre en ella, y no vuelva atrás para tomar su capa; el que esté en la azotea, no descienda ni entre para tomar algo de su casa; porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo que Dios creó hasta ahora, ni la habrá.
Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, acortó aquellos días.
Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Mas vosotros mirad; ya os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas”.
Mt. 24:29-35 - Mr. 13:24-37 - Lc. 21:25-36
“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra. Porque el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.
Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo y de la tierra, hasta el otro.
Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”.
También les dijo una parábola:
“De la higuera y todos los árboles aprended la parábola: cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis por vosotros mismos que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas el reino de Dios.
De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca, el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo mi Padre.
Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.
Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.
Velad, pues, en todo tiempo orando porque no sabéis cuándo será el tiempo, a qué hora ha de venir vuestro Señor. Que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre
Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.
Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad”.
Mt. 24:45-51 – Lc. 12:41-48
Entonces Pedro le dijo:
“Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?”
Y dijo el Señor:
“¿Quién es el mayordomo, siervo fiel y prudente, al cual su señor pone sobre su casa, para que a tiempo les dé su alimento ? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Mas si aquel siervo malo dijere en su corazón:
“Mi señor tarda en venir”
Y comenzare a golpear a los criados, a las criadas, y a sus consiervos y aun a comer y beber y embriagarse con los borrachos. Vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente: le pondrá con los infieles y con los hipócritas. Allí será el lloro y el crujir de dientes.
Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.
Lc. 12:35-40
Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida.
Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles.
Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos.
Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá”.
Mt. 25:1-46
“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo.
Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite, mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron.
Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes:
“Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan”.
Mas las prudentes respondieron diciendo:
“Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas”.
Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo:
“¡Señor, señor, ábrenos!”
Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sa-béis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.
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Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes:
A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.
Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo:
“Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos”.
Y su señor le dijo:
“Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”.
Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo:
“Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos”.
Su señor le dijo:
“Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”.
Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo:
“Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo”.
Respondiendo su señor, le dijo:
“Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
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Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha:
“Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”.
Entonces los justos le responderán diciendo:
“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?”
Y respondiendo el Rey, les dirá:
“De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.
Entonces dirá también a los de la izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis”.
Entonces también ellos le responderán diciendo:
“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?”
Entonces les responderá diciendo:
“De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”.
Lc. 21:37-38
Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos, y todo el pueblo venía a él por la mañana, para oírle en el templo.
Mt. 26:1-5 - Mr. 14:1-2; Lc. 22:1-2
Cuando hubo acabado todas estas palabras, dijo a sus discípulos:
“Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, la fiesta de los panes sin levadura. Y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado”.
Entonces los principales sacerdotes, los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás, y tuvieron consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle. Pero decían:
“No durante la fiesta, para que no se haga alboroto”
Porque temían al pueblo.
Mt. 26.14-16 - Mr. 14.10-11 - Lc. 22.3-6
Entonces Satanás entró en uno de los doce, Judas, que se llamaba por sobrenombre Iscariote.
Este fue a los principales sacerdotes y los jefes de la guardia, y les dijo:
“¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré?”
Ellos, al oírlo, se alegraron y le asignaron treinta piezas de plata; el se comprometió Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle a espaldas del pueblo.
Jn. 12:37-50
Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos. Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo:
“Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio. ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?”
Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías:
“Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan, y yo los sane”.
Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él. Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
Jesús clamó y dijo:
“El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho”.
Jn. 13:1
Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Mt. 26.:17-29 - Mr. 14:12-25 - Lc. 22:7-23– Jn. 13:2
legó el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua.
Vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole:
“¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua?”
Y él dijo a Pedro y a Juan:
“Id a la ciudad, al entrar, os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; decidle:
“El Maestro dice: mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos”
Seguidle hasta la casa donde entrare, y decid al padre de familia de esa de la casa:
“El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?”
Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí la pascua para que la comamos”.
Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. Legó la noche, Cuando era la hora se sentó a la mesa con los doce, y les dijo:
“¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios”
Tomó el pan * y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo:
“Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”.
De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, dio gracias, y dijo:
“Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios”.
Y bebieron de ella todos.
*Nota del autor 11
Jn. 13:1-17
Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.
Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo:
“Señor, ¿tú me lavas los pies?”
Respondió Jesús y le dijo:
“Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después”.
Pedro le dijo:
“No me lavarás los pies jamás”.
Jesús le respondió:
“Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”.
Le dijo Simón Pedro:
“Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza”.
Jesús le dijo:
“El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos”.
Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo:
“No estáis limpios todos”.
Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo:
“¿Sabéis lo que os he hecho?
Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.
Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.
Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis. No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido; mas para que se cumpla la Escritura:
“El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar”.
Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.
De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió”.
Mt. 26:20-25 - Mr. 14:17-21 - Lc. 22:21-23 – Jn. 13: 21-35
Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y declaró y dijo:
“De cierto os digo, que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar. A la verdad el Hijo del Hombre va según está determinado, lo que está escrito de él; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.”
Entonces ellos comenzaron a entristecerse en gran manera, a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto. y a decirle uno por uno:
“ ¿Seré yo Señor?”
Y el otro:
“¿Soy yo?”
Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba. Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús. A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo:
“Señor, ¿quién es?”
Entonces él respondiendo, dijo:
“Es uno de los doce. El que mete la mano, moja conmigo en el plato, a quien yo diere el pan mojado, aquél es ése me va a entregar”.
Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón.
Entonces Judas, el que le entregaba, dijo:
“¿Soy yo, Maestro?”
Respondió Jesús le dijo:
“Tú lo has dicho”.
Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo:
“Lo que vas a hacer, hazlo más pronto”.
Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto, porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía:
“Compra lo que necesitamos para la fiesta”
o que diese algo a los pobres; cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche.
Entonces, cuando hubo salido, dijo Jesús:
“Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará.
Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir.
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.
Lc. 22:24-30
Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor. Pero él les dijo:
“Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más
joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve. Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel”.
Mt. 26:31-35 - Mr. 14:26-31 - Lc. 22:31-34 - Jn. 13:36-38
Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
Le dijo Simón Pedro:
“Señor, ¿a dónde vas?”
Jesús le respondió:
“A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después”.
Entonces Jesús les dijo también:
“Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo. Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”.
Pedro le dijo:
“Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora?; dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte”.
Jesús le respondió:
“Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea”.
Respondiendo Pedro, le dijo:
“Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”.
Jesús le dijo:
“¿Tu vida pondrás por mí? De cierto de cierto te digo que tú, hoy, antes que el gallo haya cantado dos veces, negarás tres veces que me conoces”.
Pedro le dijo con mayor insistencia:
“Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré”.
Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Jn. 14:1-14
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino”.
Le dijo Tomás:
“Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?”
Jesús le dijo:
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”.
Felipe le dijo:
“Señor, muéstranos el Padre, y nos basta”.
Jesús le dijo:
“¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú:
“Muéstranos el Padre?”
¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”.
Lc. 22:35-38
Y a ellos dijo:
“Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo?”
Ellos dijeron:
“Nada”.
Y les dijo:
“Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito:
“Y fue contado con los inicuos”;
Porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento”
Entonces ellos dijeron:
“Señor, aquí hay dos espadas”.
Y él les dijo:
“Basta”.
Jn. 14:15-31
“Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce.
Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis.
En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.
El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”.
Le dijo Judas (no el Iscariote):
“Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?”
Respondió Jesús y le dijo:
“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.
El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he dicho estas cosas estando con vosotros; mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da; no se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
Habéis oído que yo os he dicho:
“Voy, y vengo a vosotros”.
Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo.
Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis.
Jn. 15:1-17:26
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor, si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a otros.
Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.
Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.
Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece. Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre. Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.
Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio. Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo.
Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí. Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.
Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros. Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta:
“¿A dónde vas?”
Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad; os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber. La tristeza se convertirá en gozo, todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre.
Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros:
“¿Qué es esto que nos dice; todavía un poco y no me veréis, y; de nuevo un poco, y me veréis; y; porque yo voy al Padre?”
Decían, pues:
“¿Qué quiere decir con todavía un poco? No entendemos lo que habla”.
Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo:
¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije:
“Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis?”
De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.
En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.
Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre.
En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.
Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.
Le dijeron sus discípulos: He aquí ahora hablas claramente, y ninguna alegoría dices.
Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios.
Jesús les respondió:
¿Ahora creéis? He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo:
Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti;
como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.
Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son,
y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.
Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos”.
Jn. 14:30-31
No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí. Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí”.
Mt. 26:36-46 - Mr. 14:32-42 - Lc. 22:39-46 – Jn. 1:1-2
Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió como solía, al monte de los Olivos, con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón.
Entonces llegó con ellos a un lugar que se llama Getsemaní Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. donde había un huerto, en el cual entró con ellos, y les dijo:
“Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro”.
Y tomando consigo a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, Jacobo y Juan, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo:
“Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo”.
Y él se apartó de ellos, yendo un poco adelante a distancia como de un tiro de piedra, se postró en tierra de rodillas sobre su rostro, orando y diciendo:
“Abba, Padre mío, todas las cosas son posibles para ti, aparta de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. No se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo a causa de la tristeza; y dijo a Pedro:
“Simón, ¿duermes?¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Levantaos, velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.
Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo las mismas palabras:
“Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”.
Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño y no sabían qué responderle. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra, y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
Entonces vino a sus discípulos la tercera vez y les dijo:
“Dormid ya, y descansad. Basta, ha llegado la hora, he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega”.
Mt. 26:47-56 - Mr. 14:43-52 - Lc. 22:47-53 - Jn. 18.2-11
Judas, pues, que era uno de los doce, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas. Mientras todavía hablaba, se presentó la turba, Judas, al frente de ellos, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Y el que le entregaba, se acercó hasta Jesús para besarle; les había dado señal, diciendo:
“Al que yo besare, ése es; prendedle, y llevadle con seguridad”.
Y en seguida se acercó a Jesús y dijo:
“¡ Maestro, Salve, Maestro,!”
Y le besó. Y Jesús le dijo:
“ Judas, amigo, ¿a qué vienes?¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”
Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo:
“¿A quién buscáis?”
Le respondieron:
“A Jesús nazareno”.
Jesús les dijo:
“Yo soy”
Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. Cuando les dijo: “Yo soy” retrocedieron, y cayeron a tierra. Volvió, pues, a preguntarles:
“¿A quién buscáis?”
Y ellos dijeron:
“A Jesús nazareno”.
Respondió Jesús:
“Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos”
para que se cumpliese aquello que había dicho:
“De los que me diste, no perdí ninguno”.
Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron. Viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron:
“Señor, ¿heriremos a espada?”
Pero uno de los que estaban con Jesús, Simón Pedro extendiendo la mano, sacó una espada que tenía, la desenvainó, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Entonces dijo Jesús a Pedro :
“Basta ya; dejad: vuelve tu espada a la vaina ; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?”
Y tocando su oreja, le sanó.
En aquella hora dijo Jesús a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra él :
“¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y extendisteis las manos contra mí, no me prendisteis. Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.”.
Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron. Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una sábana; y le prendieron; mas él, dejando la sábana, huyó desnudo.
Mt. 26:57-75 - Mr. 14:53-72 - Lc. 22:54-71 - Jn. 18:12-27
Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús.
Le ataron, y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año. Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo. Y preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
Jesús le respondió:
“Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho”.
Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo:
“¿Así respondes?”
Jesús le respondió:
“Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?”
Cuando era de día, Anás entonces le envió atado a Caifás. Trajeron, pues, a Jesús a casa del sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos del pueblo. Y Pedro y otro discípulo le seguían de lejos.
Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio; mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro hasta dentro del patio;
Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego en medio del patio; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie abajo, en el patio. Y se se sentaron los alguaciles alrededor y Pedro se sentó también entre ellos calentándose al fuego, para ver el fin.
Entonces vino una de las criadas del sumo sacerdote, la criada de la portera. Y cuando vio a Pedro que se calentaba sentado al fuego, se fijó en él; mirándole dijo:
“También éste estaba con él. ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? tú también estabas con Jesús galileo, el nazareno”.
Mas él negó delante de todos, diciendo:
“No lo soy, mujer; No le conozco, ni sé lo que dices”.
Saliendo él a la puerta de entrada, cantó el gallo.
Un poco después, viéndole otra, dijo a los que estaban allí:
“ Tú también eres de ellos. ¡También estaba con Jesús el nazareno!”.
Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo:
¿No te vi yo en el huerto con él?
Pero él negó otra vez con juramento:
“Hombre, no lo soy. No conozco al hombre”.
Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, y no lo hallaron. Porque aunque muchos testigos falsos se presentaban, y decían falso testimonio contra él, sus testimonios no concordaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos, que levantándose dijeron:
“Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano”.
Pero ni aun así concordaban en el testimonio.
Y Entonces, levantándose en medio el sumo sacerdote, preguntó a Jesús, diciendo:
¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
Mas Jesús callaba y nada respondía. Entonces el sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo:
“Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo del Dios Bendito”.
Jesús le dijo:
“Si os lo dijere, no creeréis; y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis.
Además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”.
Dijeron todos:
“¿Luego eres tú el Hijo de Dios?”
Y él les dijo:
“Vosotros lo decís, yo soy”
Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
“¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia, ¿qué os parece?”
Y respondiendo todos ellos, dijeron:
“¡Es reo de muerte! porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca”.
Y algunos hombres que le custodiaban se burlaban de él y le golpeaban; comenzaron a escupirle, y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo:
“Profetiza, Cristo ¿quién es el que te golpeó?”
Y decían otras muchas cosas injuriándole.
Como una hora después, acercándose los que por allí estaban, dijeron otra vez a Pedro:
“Verdaderamente también tú eres de ellos, porque eres galileo, aun tu manera de hablar es semejante a la de ellos; te descubre”.
Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar:
“Hombre, no sé lo que dices, no conozco a este hombre de quien habláis”.
Y en seguida mientras él todavía hablaba, cantó el gallo. Entonces vuelto el Señor, miró a Pedro*; y Pedro se acordó de las palabras que Jesús, le había dicho:
“Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces”.
Y saliendo fuera, pensando en esto lloró amargamente.
*Nota del autor 12
Mt. 27:1-26 - Mr. 15:1-15 - ; Lc. 23:1-25; Jn. 18:28-40; 19:1-16
Todos los principales sacerdotes, los ancianos del pueblo, los escribas y todo el concilio tuvieron consejo contra Jesús para entregarle a muerte.
Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos muy de mañana, llevaron a Jesús atado de casa de Caifás al pretorio, a Poncio Pilato. el gobernador.
Y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua.
Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo:
“¿Qué acusación traéis contra este hombre?”
Respondieron y le dijeron:
“Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado”.
Entonces les dijo Pilato:
“Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley”
Y comenzaron a acusarle los judíos, diciendo:
“A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohibe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey. A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie”
Para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús. Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador y éste le preguntó, diciendo:
“¿Eres tú el Rey de los judíos?”
Y Jesús respondiéndole él, dijo le dijo:
“Tú lo dices; ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?”
35 Pilato le respondió:
“¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?”
Respondió Jesús:
“Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”.
37 Le dijo entonces Pilato:
“¿Luego, eres tú rey?”
Respondió Jesús:
“Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”.
Le dijo Pilato:
“¿Qué es la verdad?”
Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los a los principales sacerdotes, y a la gente y les dijo:
“Yo no hallo en él ningún delito en este hombre.”.
Pero los principales sacerdotes y los ancianos le acusaban mucho y nada respondió. Entonces otra vez le preguntó Pilato diciendo:
“¿Nada respondes?¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?”
Pero Jesús ni aun con eso le respondió una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho. Los judíos porfiaban, diciendo:
“Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí”.
Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo. Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal. Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió.
Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia. Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato. Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.
Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo, les dijo:
“Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis. Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre. Le soltaré, pues, después de castigarle”.
Ahora bien, en el día de la fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisiesen. Pues les dijo Pilato:
“Vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en el día de la fiesta de la pascua”.
Y había entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás. Era ladrón, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta. Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho. Él les dijo por tercera vez:
“¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré. ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo?”
Porque conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes. Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:
“No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él”.
Mas los principales sacerdotes y los ancianos incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás y que Jesús fuese muerto. Y Pilato, el gobernador, les dijo:
“¿A cuál de los dos queréis que os suelte?”
Entonces todos dieron voces a una de nuevo, diciendo:
“¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!”
Respondiendo Pilato, les dijo otra vez queriendo soltar a Jesús:
“¿Qué, pues, queréis que haga del Rey de los judíos llamado el Cristo?”
Todos le dijeron:
“¡Sea crucificado!”
Y el gobernador les dijo:
“Pues ¿qué mal ha hecho?”
Pero ellos gritaban aún más, diciendo:
“¡Sea crucificado!”
Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron. Así que, entonces los soldados de Pilato llevaron a Jesús dentro del atrio, esto es al pretorio. Convocaron y reunieron alrededor de él a toda la compañía. Y desnudándole entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura y una caña en su mano derecha. E hincando la rodilla delante de él, le hacían reverencias y le escarnecían, diciendo:
“ ¡Salve, Rey de los judíos!”
Le daban de bofetadas, y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él.
Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo:
“¡He aquí el hombre!”
Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo:
“¡Crucifícale! ¡Crucifícale!”
Pilato les dijo:
“Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él”.
Los judíos le respondieron:
“Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios”.
Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús:
¿De dónde eres tú?
Mas Jesús no le dio respuesta. Entonces le dijo Pilato:
“¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?”
Respondió Jesús:
“Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene”.
Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo:
“Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone”.
Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos:
“¡He aquí vuestro Rey!”
Pero ellos gritaron:
“¡Fuera, fuera, crucifícale!”
Pilato les dijo:
“¿A vuestro Rey he de crucificar?”
Respondieron los principales sacerdotes:
“No tenemos más rey que César”.
Entonces viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, sentenció que se hiciese lo que ellos pedían. Tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo:
“Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros”.
Y respondiendo todo el pueblo, dijo:
“Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”.
Entonces Pilato, queriendo satisfacer al pueblo les soltó a quien habían pedido, a Barrabás. Aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio. Y le quitaron el manto, le pusieron sus propios vestidos y le sacaron a Jesús a la voluntad de ellos.
Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos diciendo:
“Yo he pecado entregando sangre inocente”.*
Mas ellos dijeron:
“¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!”
Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron:
“No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre”.
Y después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de sangre. Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo:
“Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel; y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor”.
*Nota del autor 13
Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron para que fuese crucificado.
Mt. 27:32-56 - Mr. 15:21-41 - Lc. 23:26-49; Jn. 19:17-35
Y él cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota. Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo:
“Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos”. Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?”
Y hallaron a cierto Simón de Cirene padre de Alejandro y de Rufo que venía del campo. A éste obligaron a que llevase la cruz se la pusieron encima para que la llevase tras Jesús. Y cuando llegaron al lugar, le dieron a beber vinagre mezclado con hiel (mirra); pero después de haberlo probado, no quiso beberlo.
Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.Era la hora tercera cuando le crucificaron. Y allí también con él a dos ladrones malhechores, uno a su derecha, y el otro a su izquierda y Jesús en medio. Y se cumplió la Escritura que dice:
“Y fue contado con los inicuos”.
Cuando los soldados le hubieron crucificado, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo, entonces dijeron entre sí:
“No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será”.
Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice:
“Repartieron entre sí mis vestidos”.
Y:
“Sobre mi ropa echaron suertes”.
Así lo hicieron los soldados. Y sentados le guardaban allí. Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía:
“Jesús nazareno, rey de los judíos”.
Y muchos de los judíos leyeron este título, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos:
“No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo:
“Soy Rey de los judíos””.
Respondió Pilato:
“Lo que he escrito, he escrito”.
Y Jesús decía:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”
Y el pueblo estaba mirando, y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo:
“¡Bah!, tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz”.
De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, se decían unos a otros:
“A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Cristo el escogido de Dios, el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos, y creeremos en él”. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho:
“Soy Hijo de Dios””.
Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él. Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, y diciendo:
“Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo”.
Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre:
“Mujer, he ahí tu hijo”.
Después dijo al discípulo:
“He ahí tu madre”.
Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba,(seguía) diciendo:
“Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”.
Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo:
“¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo”.
Y dijo a Jesús:
“Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”.
Entonces Jesús le dijo:
“De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Y Cuando vino la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo:
“Elí, Elí, ¿lama sabactani?”
Esto es:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo:
“Mirad, a Elías llama éste”.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese:
“Tengo sed”.
Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en un hisopo se la acerco a la boca, y le dio a beber.
Pero los otros decían:
“Dejad, veamos si viene Elías a bajarle”.
Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo dando una gran voz:
“Consumado es”
Entonces Jesús, clamando a gran voz otra vez dijo:
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Y habiendo dicho esto, inclinado la cabeza, (expirando) entregó el espíritu.
Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron. Y se abrieron los sepulcros. Y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron, y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad y aparecieron a muchos.
El centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dio gloria a Dios diciendo:
“Verdaderamente este hombre era justo, era Hijo de Dios”.
Y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron:
“Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.
Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.
Estaban allí todos sus conocidos y muchas mujeres mirando de lejos, quienes, cuando él estaba en Galilea, le seguían y le servían, y entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, Salomé*, la madre de los hijos de Zebedeo, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él.
Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura:
“No será quebrado hueso suyo”.
Y también otra Escritura dice:
“Mirarán al que traspasaron”.
*Nota del autor 14
Mt. 27:57-61 - Mr. 15:42-47; Lc. 23:50-56; Jn. 19:38-42
Después de todo esto, cuando llegó la noche era la preparación, es decir, estaba para comenzar el día de reposo; vino un hombre rico llamado José de Arimatea, ciudad de Judea.
Era miembro noble del concilio, varón bueno y justo, que también esperaba el reino de Dios. No había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, también había sido discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos.
Vino y entró osadamente a Pilato, y rogó que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. E informado por el centurión se lo concedió, y mandó que se le diese el cuerpo.
También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos.
Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto. Entonces José lo puso en el huerto en un sepulcro nuevo, que había labrado en la peña en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, madre de José sentadas delante del sepulcro miraban dónde lo ponían y cómo fue puesto su cuerpo. Y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fueron.
Mc. 16:1
Y vueltas, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Pero decían entre sí:
“¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?”.
Prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.
Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato diciendo:
“Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo:
“Resucitó de entre los muertos”.
Y será el postrer error peor que el primero”.
Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.
Mt. 28:1-10 - Mr. 16.1:8 - Lc. 24:1-11 - Jn. 20:1-10 *
Pasado el día de reposo, hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos.
Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios:
María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron:
“Mujer, ¿por qué lloras?”
Les dijo:
“Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto”.
Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo:
“Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto”.
Y levantándose Pedro corrió al sepulcro el y el otro discípulo. Y fueron al sepulcro, corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y cuando miró dentro, vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.
*Nota del autor 15
Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos. Y volvieron los discípulos a casa a los suyos maravillándose de lo que había sucedido.
Muy de mañana, al amanecer del primer día de la semana, vinieron ya salido el sol, María Magdalena y la otra María, y algunas otras mujeres con ellas trayendo las especias aromáticas que habían preparado a ver el sepulcro. Pero cuando miraron, hallaron removida la piedra del sepulcro que era muy grande; y entrando en el sepulcro, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas el ángel les dijo:
“No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí pues ha resucitado como dijo; mirad el lugar en donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos. Y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo. He aquí, os lo he dicho”.
Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron:
“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo:
“Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día”.
Entonces ellas, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo:
“¡Salve!”
Cuando había dicho esto, María se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo:
“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”
Ella, pensando que era el hortelano, le dijo:
“Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré”.
Jesús le dijo:
“¡María!”
Volviéndose ella, le dijo:
“¡Raboni!” (que quiere decir, Maestro).
Jesús le dijo:
“No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”.
Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dijo:
“No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán”.
Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas. Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo:
“Decid vosotros:“Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo”.
Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.
Entonces ellas se acordaron de sus palabras volviendo del sepulcro. Yendo ellas dieron nuevas de todas estas cosas a los que habían estado con él y a todos los demás, que estaban tristes y llorando. Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles. Mas ellos cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ellas les parecían locura las palabras de ellas, y no las creyeron.
Lc. 24:12-13
Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron.
Mr. 16:12-13
Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. Y les dijo:
“¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?”
Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo:
“¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?”
Entonces él les dijo:
“¿Qué cosas?”
Y ellos le dijeron:
“De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.
Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro.
Y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron”.
Entonces él les dijo:
“¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?”
Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo:
“Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado”.
Entró, pues, a quedarse con ellos. Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro:
“¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”
Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían:
“Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón”.
Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
Mt. 28:16-20 - Mr. 16:14-18 - Lc. 24:36-49 - Jn. 20:19-23
Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, se apareció a los once* mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado:
Estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, mientras ellos aún hablaban de estas cosas, vino Jesús, se puso en medio de ellos, les dijo:
“Paz a vosotros”.
Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu; pero él les dijo:
*Nota del autor: Como se puede ver en la página siguiente, Tomás no estaba con ellos, por lo tanto eran diez, aunque seguramente se les llamaba siempre “los once” porque iban siempre juntos hasta que fue nombrado un reemplazante a Judás iscariote.
“¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo”.
Y diciendo esto, les mostró las manos los pies y el costado. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo:
“¿Tenéis aquí algo de comer?”
Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. Y les dijo:
“Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”.
Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo:
“Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”.
Y los discípulos se regocijaron. Entonces Jesús les dijo otra vez:
“Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío”.
Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo:
“Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos”.
Y les dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”.
Pero Finalmente los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. Y Jesús se acercó y les habló diciendo:
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.
Jn. 20:24-29
Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo:
“Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”.
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo:
“Paz a vosotros”.
Luego dijo a Tomás:
“Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”.
Entonces Tomás respondió y le dijo:
“¡Señor mío, y Dios mío!”
Jesús le dijo:
“Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”.
Jn. 21: 1-25-
Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo:
“Voy a pescar”.
Ellos le dijeron:
“Vamos nosotros también contigo”.
Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada. Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. Y les dijo:
“Hijitos, ¿tenéis algo de comer?”
Le respondieron:
“No”.
El les dijo:
“Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis”.
Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro:
“¡Es el Señor!”
Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar. Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos. Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan. Jesús les dijo:
“Traed de los peces que acabáis de pescar”.
Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió. Les dijo Jesús:
“Venid, comed”.
Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle:
“¿Tú, quién eres?”
sabiendo que era el Señor. Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado. Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos.
Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro:
“Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?”
Le respondió:
“Sí, Señor; tú sabes que te amo”.
El le dijo:
“Apacienta mis corderos”.
Volvió a decirle la segunda vez:
“Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”
Pedro le respondió:
“Sí, Señor; tú sabes que te amo”.
Le dijo:
“Pastorea mis ovejas”.
Le dijo la tercera vez:
“Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”
Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez:
“¿Me amas?”
y le respondió:
“Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”.
Jesús le dijo:
“Apacienta mis ovejas; de cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras”.
Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió:
“Sígueme”.
Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho:
“Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?”
Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús:
“Señor, ¿y qué de éste?”
Jesús le dijo:
“Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú”.
Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino:
“Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?”
Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero. Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir.
Mr. 16:19-20 - Lc. 24:50-53
Y el Señor, después que les habló, los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos y fue llevado y recibido arriba al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían.
Jn. 20:30-31
Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.
Amén.
Los cuatro evangelios no son los únicos libros que recopilan los hechos de la vida de Jesús de Nazareth llamado el Cristo, y de sus discípulos, sino que el libro “Hechos de los apóstoles” es la continuación de los cuatro primeros, y por lo tanto tienen que incluirse aquí de la misma forma. empezando por un pasaje de la “primera carta de Pablo a los corintios” que resume y añade algún detalle que no se encuentra en los evangelios:
1co.15:3-8
“Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí”.
Hch. 1:1-12
En el primer tratado, oh Teófilo*, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo:
“Oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”.
Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo:
“Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”
Y les dijo:
*Nota del autor: Teófilo coincide con el comienzo del evangelio según Lucas (compañero de Pablo). Aunque Lucas no haya firmado sus escritos el estilo narrativo y la referencia “Teófilo” lleva a la mayoría a pensar que es el mismo autor el de “Lucas” y “hechos”.
“No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron
junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron:
“Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”.
Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.
Hch. 1:13-26
Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos. En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo:
“Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio. Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad*, y todas sus entrañas se derramaron. Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. Porque está escrito en el libro de los Salmos:
“Sea hecha desierta su habitación, Y no haya quien more en ella; y: Tome otro su oficio”.
Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección”.
Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. Y orando, dijeron:
“Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar”.
Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.
Hch. 2:1-13
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo:
“Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.
Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros:
“¿Qué quiere decir esto?”
*Nota del autor 16
Mas otros, burlándose, decían:
“Están llenos de mosto”.
Hch. 2:14-42
Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo:
“Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
“Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo; El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto; Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”.
Varones israelitas, oíd estas palabras:
Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque David dice de él:
“Veía al Señor siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, Y aun mi carne descansará en esperanza; Porque no dejarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con tu presencia”.
Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.
A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:
“Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.
Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
“Varones hermanos, ¿qué haremos?”
Pedro les dijo:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo:
“Sed salvos de esta perversa generación”.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
Hch. 2:43-47
Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.
Hch. 3:1-10
Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.
Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo:
“Míranos”.
Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo:
“No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”.
Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.
Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido.
Hch. 3:11-26
Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. Viendo esto Pedro, respondió al pueblo:
“Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad.
Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.
Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.
Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
Porque Moisés dijo a los padres:
“El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo”.
Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham:
“En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad”.
Hch. 4:1-22
Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde. Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.
Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes; y poniéndoles en medio, les preguntaron:
“¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?”
Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo:
“Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra. Entonces les ordenaron que saliesen del concilio; y conferenciaban entre sí, diciendo:
“¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar. Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre”.
Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles:
“Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”.
Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho, ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años.
Hch. 4:23-37
Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron:
“Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que por boca de David tu siervo dijiste:
“¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, Y los príncipes se juntaron en uno Contra el Señor, y contra su Cristo”.
Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús”.
Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.
Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.
Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.
Hch. 5:1-16
Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro:
“Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios”.
Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron.
Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido. Entonces Pedro le dijo:
“Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad?”
Y ella dijo:
“Sí, en tanto”.
Y Pedro le dijo:
“¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti”.
Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas. Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón.
De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente. Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados.
Hch. 5:17-42
Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos; y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública. Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo:
“Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida”.
Habiendo oído esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban. Entre tanto, vinieron el sumo sacerdote y los que estaban con él, y convocaron al concilio y a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos. Pero cuando llegaron los alguaciles, no los hallaron en la cárcel; entonces volvieron y dieron aviso, diciendo:
“Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas afuera de pie ante las puertas; mas cuando abrimos, a nadie hallamos dentro”.
Cuando oyeron estas palabras el sumo sacerdote y el jefe de la guardia del templo y los principales sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello. Pero viniendo uno, les dio esta noticia:
“He aquí, los varones que pusisteis en la cárcel están en el templo, y enseñan al pueblo”.
Entonces fue el jefe de la guardia con los alguaciles, y los trajo sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo. Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo:
“¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre”.
Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron:
“Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.
Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen”.
Ellos, oyendo esto, se enfurecían y querían matarlos. Entonces levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerado de todo el pueblo, mandó que sacasen fuera por un momento a los apóstoles, y luego dijo:
“Varones israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos hombres. Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A éste se unió un número como de cuatrocientos hombres; pero él fue muerto, y todos los que le obedecían fueron dispersados y reducidos a nada. Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron dispersados. Y ahora os digo:
“Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios”.
Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.
Hch. 6:1-7
En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron:
“No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra”.
Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos. Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.
Hch. 6:8-15
Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban. Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
Entonces sobornaron a unos para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. Y soliviantaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio. Y pusieron testigos falsos que decían:
“Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley; pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés”.
Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
Hch. 7:1-60
El sumo sacerdote dijo entonces:
“¿Es esto así?”
Y él dijo:
“Varones hermanos y padres, oíd:
El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo:
“Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré”.
Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora.
Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie; pero le prometió que se la daría en posesión, y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía hijo. Y le dijo Dios así:
Que su descendencia sería extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y los maltratarían, por cuatrocientos años. Mas yo juzgaré, dijo Dios, a la nación de la cual serán siervos; y después de esto saldrán y me servirán en este lugar.
Y le dio el pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac, y le circuncidó al octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.
Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él, y le libró de todas sus tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante de Faraón rey de Egipto, el cual lo puso por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa.
Vino entonces hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán, y grande tribulación; y nuestros padres no hallaban alimentos. Cuando oyó Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez. Y en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y fue manifestado a Faraón el linaje de José.
Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob, y a toda su parentela, en número de setenta y cinco personas. Así descendió Jacob a Egipto, donde murió él, y también nuestros padres; los cuales fueron trasladados a Siquem, y puestos en el sepulcro que a precio de dinero compró Abraham de los hijos de Hamor en Siquem.
Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa, que Dios había jurado a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto, hasta que se levantó en Egipto otro rey que no conocía a José. Este rey, usando de astucia con nuestro pueblo, maltrató a nuestros padres, a fin de que expusiesen a la muerte a sus niños, para que no se propagasen
En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue agradable a Dios; y fue criado tres meses en casa de su padre. Pero siendo expuesto a la muerte, la hija de Faraón le recogió y le crió como a hijo suyo. Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras.
Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, e hiriendo al egipcio, vengó al oprimido. Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así.
Y al día siguiente, se presentó a unos de ellos que reñían, y los ponía en paz, diciendo: Varones, hermanos sois, ¿por qué os maltratáis el uno al otro? Entonces el que maltrataba a su prójimo le rechazó, diciendo:
“¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros? ¿Quieres tú matarme, como mataste ayer al egipcio?”
Al oír esta palabra, Moisés huyó, y vivió como extranjero en tierra de Madián, donde engendró dos hijos. Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza. Entonces Moisés, mirando, se maravilló de la visión; y acercándose para observar, vino a él la voz del Señor:
“Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob”.
Y Moisés, temblando, no se atrevía a mirar. Y le dijo el Señor:
“Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa. Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto”.
A este Moisés, a quien habían rechazado, diciendo:
“¿Quién te ha puesto por gobernante y juez?”
A éste lo envió Dios como gobernante y libertador por mano del ángel que se le apareció en la zarza. Este los sacó, habiendo hecho prodigios y señales en tierra de Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto por cuarenta años. Este Moisés es el que dijo a los hijos de Israel:
“Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis”.
Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos; al cual nuestros padres no quisieron obedecer, sino que le desecharon, y en sus corazones se volvieron a Egipto, cuando dijeron a Aarón:
“Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido”.
Entonces hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio al ídolo, y en las obras de sus manos se regocijaron. Y Dios se apartó, y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas:
“¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios En el desierto por cuarenta años, casa de Israel? Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc, Y la estrella de vuestro dios Renfán, Figuras que os hicisteis para adorarlas. Os transportaré, pues, más allá de Babilonia”.
Tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio en el desierto, como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés que lo hiciese conforme al modelo que había visto. El cual, recibido a su vez por nuestros padres, lo introdujeron con Josué al tomar posesión de la tierra de los gentiles, a los cuales Dios arrojó de la presencia de nuestros padres, hasta los días de David.
Este halló gracia delante de Dios, y pidió proveer tabernáculo para el Dios de Jacob. Mas Salomón le edificó casa; si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta:
“El cielo es mi trono, Y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿O cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas?”
¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis”.
Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo:
“He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios”.
Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía:
“Señor Jesús, recibe mi espíritu”.
Y puesto de rodillas, clamó a gran voz:
“Señor, no les tomes en cuenta este pecado”.
Y habiendo dicho esto, durmió.
Hch. 8:1-3
Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.
Hch. 8:4-25
Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad.
Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.
Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.
Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo:
“Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo”.
Entonces Pedro le dijo:
“Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás”.
Respondiendo entonces Simón, dijo:
“Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí”.
Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.
Hch. 8:26-40
Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo:
“Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto”.
Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. Y el Espíritu dijo a Felipe:
“Acércate y júntate a ese carro”.
Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo:
“Pero ¿entiendes lo que lees?”
El dijo:
“¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?”
Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. El pasaje de la Escritura que leía era este:
“Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida”.
Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe:
“Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?”
Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco:
“Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?”
Felipe dijo:
“Si crees de todo corazón, bien puedes”.
Y respondiendo, dijo:
“Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”.
Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino. Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.
Hch. 9:1-19
Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.
Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
El dijo:
“¿Quién eres, Señor?”
Y le dijo:
“Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón”.
El, temblando y temeroso, dijo:
“Señor, ¿qué quieres que yo haga?”
Y el Señor le dijo:
“Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”.
Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió. Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión:
“Ananías”.
Y él respondió:
“Heme aquí, Señor”.
Y el Señor le dijo:
“Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista”.
Entonces Ananías respondió:
“Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre”.
El Señor le dijo:
“Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”.
Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo:
“Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo”.
Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas.
Hch. 9:20-31
Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco. En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios. Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían:
“¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?”
Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo. Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarle; pero sus asechanzas llegaron a conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle.
Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta. Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús.
Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle. Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso. Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.
Hch. 9:32-43
Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida. Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico. Y le dijo Pedro:
“Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama”.
Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor.
Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle:
“No tardes en venir a nosotros”.
Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo:
“Tabita, levántate”.
Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor. Y aconteció que se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor.
Hch. 10:1-48
Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre.
Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía:
“Cornelio”.
El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo:
“¿Qué es, Señor?”
Y le dijo:
“Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas”.
Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; a los cuales envió a Jope, después de haberles contado todo. Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta.
Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz:
“Levántate, Pedro, mata y come”.
Entonces Pedro dijo:
“Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás”.
Volvió la voz a él la segunda vez:
“Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”.
Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo. Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, he aquí los hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
Y llamando, preguntaron si moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro. Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu:
“He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado”.
Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo:
“He aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido?”
Ellos dijeron:
“Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras”.
Entonces, haciéndoles entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo:
“Levántate, pues yo mismo también soy hombre”.
Y hablando con él, entró, y halló a muchos que se habían reunido. Y les dijo:
“Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?”
Entonces Cornelio dijo:
“Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente, y dijo:
“Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. Envía, pues, a Jope, y haz venir a Simón el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará”.
Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado”.
Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo:
“En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos.
Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos.
Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”.
Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro:
“¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?”
Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.
Hch. 11:1-18
Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo:
“¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?”
Entonces comenzó Pedro a contarles por orden lo sucedido, diciendo:
“Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión; algo semejante a un gran lienzo que descendía, que por las cuatro puntas era bajado del cielo y venía hasta mí. Cuando fijé en él los ojos, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo. Y oí una voz que me decía:
“Levántate, Pedro, mata y come”.
Y dije:
“Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda entró jamás en mi boca”.
Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez:
“Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”.
Y esto se hizo tres veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo. Y he aquí, luego llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un varón, quien nos contó cómo había visto en su casa un ángel, que se puso en pie y le dijo:
“Envía hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa”.
Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo:
“Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo”.
Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?”
Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!
Hch. 11:19-30
Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos.
Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía.
Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor. Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.
En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.
Hch. 12:1-19
En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan. Y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro.
Eran entonces los días de los panes sin levadura. Y habiéndole tomado preso, le puso en la cárcel, entregándole a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno, para que le custodiasen; y se proponía sacarle al pueblo después de la pascua. Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.
Y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel. Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo:
“Levántate pronto”.
Y las cadenas se le cayeron de las manos. Le dijo el ángel:
“Cíñete, y átate las sandalias”.
Y lo hizo así. Y le dijo:
“Envuélvete en tu manto, y sígueme”.
Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una visión. Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él. Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo:
“Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba”.
Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando. Cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode, la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta.
Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel! Mas Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron y le vieron, se quedaron atónitos. Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo:
“Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos”.
Y salió, y se fue a otro lugar. Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué había sido de Pedro. Mas Herodes, habiéndole buscado sin hallarle, después de interrogar a los guardas, ordenó llevarlos a la muerte. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí.
Hch. 12:20-25
Y Herodes estaba enojado contra los de Tiro y de Sidón; pero ellos vinieron de acuerdo ante él, y sobornado Blasto, que era camarero mayor del rey, pedían paz, porque su territorio era abastecido por el del rey. Y un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó. Y el pueblo aclamaba gritando:
“¡Voz de Dios, y no de hombre!”
Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos. Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba. Y Bernabé y Saulo, cumplido su servicio, volvieron de Jerusalén, llevando también consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos.
Hch. 13:1-12
Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo:
“Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”.
Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre. Y llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan de ayudante.
Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús, que estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios. Pero les resistía Elimas, el mago (pues así se traduce su nombre), procurando apartar de la fe al procónsul.
Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los ojos, dijo:
“¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor? Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por algún tiempo”.
E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quien le condujese de la mano. Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor.
Hch. 13:13-52
Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; pero Juan, apartándose de ellos, volvió a Jerusalén. Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y entraron en la sinagoga un día de reposo y se sentaron. Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles:
“Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad”.
Entonces Pablo, levantándose, hecha señal de silencio con la mano, dijo:
“Varones israelitas, y los que teméis a Dios, oíd:
El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres, y enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella. Y por un tiempo como de cuarenta años los soportó en el desierto; y habiendo destruido siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia su territorio.
Después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel. Luego pidieron rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta años. Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo:
“He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero”.
De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel. Antes de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. Mas cuando Juan terminaba su carrera, dijo:
“¿Quién pensáis que soy? No soy yo él; mas he aquí viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el calzado de los pies”.
Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación. Porque los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, no conociendo a Jesús, ni las palabras de los profetas que se leen todos los días de reposo, las cumplieron al condenarle. Y sin hallar en él causa digna de muerte, pidieron a Pilato que se le matase.
Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro. Mas Dios le levantó de los muertos. Y él se apareció durante muchos días a los que habían subido juntamente con él de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo.
Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo:
“Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”.
Y en cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así:
“Os daré las misericordias fieles de David”.
Por eso dice también en otro salmo:
“No permitirás que tu Santo vea corrupción”.
Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción. Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.
Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas:
“Mirad, oh menospreciadores, y asombraos, y desapareced; Porque yo hago una obra en vuestros días, Obra que no creeréis, si alguien os la contare”.
Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente día de reposo les hablasen de estas cosas. Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles, les persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios.
El siguiente día de reposo se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios. Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando. Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron:
“A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo:
“Te he puesto para luz de los gentiles, A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra”.
Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia. Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites.
Ellos entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, llegaron a Iconio. Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.
Hch. 14:1-28
Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud de judíos, y asimismo de griegos. Mas los judíos que no creían excitaron y corrompieron los ánimos de los gentiles contra los hermanos. Por tanto, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales y prodigios. Y la gente de la ciudad estaba dividida.
Unos estaban con los judíos, y otros con los apóstoles. Pero cuando los judíos y los gentiles, juntamente con sus gobernantes, se lanzaron a afrentarlos y apedrearlos, habiéndolo sabido, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la región circunvecina, y allí predicaban el evangelio.
Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado. Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz:
“Levántate derecho sobre tus pies”.
Y él saltó, y anduvo. Entonces la gente, visto lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónica:
“Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros.
Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la palabra. Y el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios.
Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces y diciendo:
“Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay.
En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos; si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones”.
Y diciendo estas cosas, difícilmente lograron impedir que la multitud les ofreciese sacrificio. Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.
Pero rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente salió con Bernabé para Derbe. Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles:
“Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”.
Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.
Pasando luego por Pisidia, vinieron a Panfilia. Y habiendo predicado la palabra en Perge, descendieron a Atalia. De allí navegaron a Antioquía, desde donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido. Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles. Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.
Hch. 15:1-35
Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos:
“Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos”.
Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión. Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos.
Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo:
“Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés”.
Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo:
“Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos”.
Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles. Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo:
“Varones hermanos, oídme. Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
“Después de esto volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; Y repararé sus ruinas, Y lo volveré a levantar, Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos”.
Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo”.
Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos; y escribir por conducto de ellos:
“Los apóstoles y los ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia, salud. Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley.
Nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo.
Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien”.
Así, pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía, y reuniendo a la congregación, entregaron la carta; habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación. Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras. Y pasando algún tiempo allí, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a aquellos que los habían enviado. Mas a Silas le pareció bien el quedarse allí. Y Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos.
Hch. 15:36-41
Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé:
“Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están”.
Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos; pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra.
Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre, y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor, y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.
Hch. 16:1-40
Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio. Quiso Pablo que éste fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego.
Y al pasar por las ciudades, les entregaban las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las guardasen. Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día. Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.
Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas. Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo:
“Pasa a Macedonia y ayúdanos”.
Cuando vio la visión, en seguida procuramos* partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio. Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis; y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.
*Nota del autor 17
Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.
Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo:
“Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad”.
Y nos obligó a quedarnos. Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo:
“Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación”.
Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu:
“Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella”.
Y salió en aquella misma hora. Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades; y presentándolos a los magistrados, dijeron:
“Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos”.
Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad, el cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo.
Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido.
Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo:
“No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí”.
El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo:
“Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?”
Ellos dijeron:
“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”.
Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.
Cuando fue de día, los magistrados enviaron alguaciles a decir:
“Suelta a aquellos hombres”.
Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo:
“Los magistrados han mandado a decir que se os suelte; así que ahora salid, y marchaos en paz”.
Pero Pablo les dijo:
“Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos”.
Y los alguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oír que eran romanos. Y viniendo, les rogaron, y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad. Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron.
Hch. 17:1-15
Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo.
Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas. Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.
Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando:
“Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús”.
Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas. Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron. Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea.
Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres.
Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá, y también alborotaron a las multitudes. Pero inmediatamente los hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí. Y los que se habían encargado de conducir a Pablo le llevaron a Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo, de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, salieron.
Hch. 17:16-34
Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría. Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían. Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían:
“¿Qué querrá decir este palabrero?”
Y otros:
“Parece que es predicador de nuevos dioses”;
porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo:
“¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto”.
(Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo). Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: “Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: “al dios no conocido”. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio.
El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho:
“Porque linaje suyo somos”.
Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”.
Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían:
“Ya te oiremos acerca de esto otra vez”.
Y así Pablo salió de en medio de ellos. Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.
Hch. 18:1-23
Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos, y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas. Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos.
Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo. Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos:
“Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles”.
Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga. Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados.
Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche:
“No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad”.
Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios. Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal, diciendo: Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley.
Y al comenzar Pablo a hablar, Galión dijo a los judíos:
“Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a derecho yo os toleraría. Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas”.
Y los echó del tribunal. Entonces todos los griegos, apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal; pero a Galión nada se le daba de ello.
Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía hecho voto. Y llegó a Efeso, y los dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos, los cuales le rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; mas no accedió, sino que se despidió de ellos, diciendo:
“Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere”.
Y zarpó de Efeso.
Habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquía. Y después de estar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, confirmando a todos los discípulos.
Hch. 18:24-28
Llegó entonces a Efeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras.
Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan.
Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído; porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.
Hch. 19:1-22
Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo:
“¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?”
Y ellos le dijeron:
“Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”.
Entonces dijo:
“¿En qué, pues, fuisteis bautizados?”
Ellos dijeron:
“En el bautismo de Juan”.
Dijo Pablo:
“Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo”.
Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Eran por todos unos doce hombres.
Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios. Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno.
Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús. Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían.
Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo:
“Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo”.
Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. Pero respondiendo el espíritu malo, dijo:
“A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?”
Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Efeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús. Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata. Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor.
Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo:
“Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma”.
Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia.
Hch. 19:23-41
Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino. Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices. A los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo:
"Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero."
Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo:
"¡Grande es Diana de los efesios!"
Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo. Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron. También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro.
Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra, porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido. Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo. Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas:
"¡Grande es Diana de los efesios!"
Entonces el escribano, cuando había apaciguado a la multitud, dijo:
"Varones efesios, ¿y quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter? Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que os apacigüéis, y que nada hagáis precipitadamente. Porque habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa. Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules hay; acúsense los unos a los otros. Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir. Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso."
Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea.
Hch. 20:1-12
Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia. Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia. Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.
Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo. Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas. Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días.
El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche. Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos; y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.
Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo:
"No os alarméis, pues está vivo."
Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió. Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados.
Hch. 20:13-38
Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que así lo había determinado, queriendo él ir por tierra. Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole a bordo, vinimos a Mitilene. Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto. Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Éfeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.
Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia. Cuando vinieron a él, les dijo:
"Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro. Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios. Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.
Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados. Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir."
Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos. Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban, doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco.
Hch. 21:1-16
Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara. Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos. Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar allí.
Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén. Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos. Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas.
Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día. Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él.
Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban. Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo:
“Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles”.
Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió:
“¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús”.
Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor. Después de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén. Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos.
Hch. 21:17-40
Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo. Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos; a los cuales, después de haberles saludado, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio. Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron:
“Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley. Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres. ¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido. Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley. Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación”.
Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos. Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, dando voces:
“¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar”.
Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Efeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo. Así que toda la ciudad se conmovió, y se agolpó el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas.
Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada. Este, tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos. Y cuando ellos vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
Entonces, llegando el tribuno, le prendió y le mandó atar con dos cadenas, y preguntó quién era y qué había hecho. Pero entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza. Al llegar a las gradas, aconteció que era llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud; porque la muchedumbre del pueblo venía detrás, gritando:
“¡Muera!”
Cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego? ¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto los cuatro mil sicarios? Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia; pero te ruego que me permitas hablar al pueblo. Y cuando él se lo permitió, Pablo, estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo:
Hch. 22:1-21
“Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros”.
Y al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio. Y él les dijo:
Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros. Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres; como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados.
Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo; y caí al suelo, y oí una voz que me decía:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
Yo entonces respondí:
“¿Quién eres, Señor?”
Y me dijo:
“Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”.
Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. Y dije:
“¿Qué haré, Señor?”
Y el Señor me dijo:
“Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas”.
Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco. Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, vino a mí, y acercándose, me dijo:
“Hermano Saulo, recibe la vista”.
Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré. Y él dijo:
“El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”.
Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía:
“Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí”.
Yo dije:
“Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban”.
Pero me dijo:
“Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles”.
Hch. 22:21-30
Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo:
“Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva”.
Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él. Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente:
“¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?”
Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo:
“¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano”.
Vino el tribuno y le dijo:
“Dime, ¿eres tú ciudadano romano?”
El dijo:
“Sí”.
Respondió el tribuno:
“Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía”.
Entonces Pablo dijo:
“Pero yo lo soy de nacimiento”.
Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado.
Al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por la cual le acusaban los judíos, le soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio, y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.
Hch. 23:1-11
Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo:
“Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy”.
El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca. Entonces Pablo le dijo:
“¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear?”
Los que estaban presentes dijeron:
“¿Al sumo sacerdote de Dios injurias?”
Pablo dijo:
“No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está:
“No maldecirás a un príncipe de tu pueblo”.
Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio:
“Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga”.
Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas. Y hubo un gran vocerío; y levantándose los escribas de la parte de los fariseos, contendían, diciendo:
“Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios”.
Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de ellos, y le llevasen a la fortaleza. A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo:
“Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma”.
Hch. 23:12-22
Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron:
“Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que llegue”.
Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo. Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo:
“Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle”.
El entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo:
“El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte”.
El tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó:
“¿Qué es lo que tienes que decirme?”
El le dijo:
“Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa”.
Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.
Hch. 23:23-35
Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador. Y escribió una carta en estos términos:
“Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano. Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos; y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión. Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien”.
Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le llevaron de noche a Antípatris. Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza. Cuando aquéllos llegaron a Cesarea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él. Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia, le dijo:
“Te oiré cuando vengan tus acusadores”.
Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.
Hch. 24:1-27
Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo. Y cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo:
“Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia, oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud. Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad. Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. Intentó también profanar el templo; y prendiéndole, quisimos juzgarle conforme a nuestra ley. Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó de nuestras manos, mandando a sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo, pues, al juzgarle, podrás informarte de todas estas cosas de que le acusamos”.
Los judíos también confirmaban, diciendo ser así todo.
Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para que hablase, éste respondió:
“Porque sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo haré mi defensa. Como tú puedes cerciorarte, no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén; y no me hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud; ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad; ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan. Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos. Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres. Pero pasados algunos años, vine a hacer
limosnas a mi nación y presentar ofrendas. Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo, no con multitud ni con alboroto. Ellos debieran comparecer ante ti y acusarme, si contra mí tienen algo. O digan éstos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando comparecí ante el concilio, a no ser que estando entre ellos prorrumpí en alta voz: Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros”.
Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien informado de este Camino, les aplazó, diciendo:
“Cuando descendiere el tribuno Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto”.
Y mandó al centurión que se custodiase a Pablo, pero que se le concediese alguna libertad, y que no impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él. Algunos días después, viniendo Félix con Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca de la fe en Jesucristo. Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo:
“Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré”.
Esperaba también con esto, que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba con él. Pero al cabo de dos años recibió Félix por sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo.
Hch. 25:1-12
Llegado, pues, Festo a la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén tres días después. Y los principales sacerdotes y los más influyentes de los judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaron, pidiendo contra él, como gracia, que le hiciese traer a Jerusalén; preparándolos una celada para matarle en el camino.
Pero Festo respondió que Pablo estaba custodio en Cesarea, donde él mismo partiría en breve.
“Los que de vosotros puedan”,
dijo,
“desciendan conmigo, y si hay algún crimen en este hombre, acúsenle”.
Y deteniéndose entre ellos no más de ocho o diez días, vino a Cesarea, al día siguiente se sentó en el tribunal, y mandó que fuese traído a Pablo.
Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentándole contra él muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar; alegando Pablo en su defensa:
“Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada”.
Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo dijo:
“¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí?”
Pablo dijo:
“Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien. Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas que éstas me acusan, nadie puede entregarme a ellas. A César Apelo”.
Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió:
“A César ha apelado; a César irás”.
Hch. 25:13-27 – 26:1-32
Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo. Y como estuvieron allí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo:
“Un hombre ha sido dejado preso por Félix, respecto al cual, cuando fui a Jerusalén, se me presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo condenación contra él. A éstos respondí que no es costumbre de los romanos entregar alguno a la muerte antes que el acusado tenga delante a sus acusadores, y pueda defenderse de la acusación.
Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal, mandé traer al hombre. Y estando presentes los acusadores, ningún cargo presentaron de los que yo sospechaba, sino que tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, el que Pablo afirmaba estar vivo. Yo, dudando en cuestión semejante, le pregunté si quería ir a Jerusalén y allá ser juzgado de estas cosas.
Mas como Pablo apeló para que se le reservase para el conocimiento de Augusto, mandé que le custodiasen hasta que le enviara yo a César”.
Entonces Agripa dijo a Festo:
“Yo también quisiera oír a ese hombre”.
Y él le dijo:
“Mañana le oirás”.
Al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo. Entonces Festo dijo:
“Rey Agripa, y todos los varones que estáis aquí juntos con nosotros, aquí tenéis a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí, dando voces que no debe vivir más. Pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle a él. Como no tengo cosa cierta que escribir a mi señor, le he traído ante vosotros, y mayormente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, tenga yo qué escribir. Porque me parece fuera de razón enviar un preso, y no informar de los cargos que haya en su contra”.
Entonces Agripa dijo a Pablo:
“Se te permite hablar por ti mismo”.
Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa:
“Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos. Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia
Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo. Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio; promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos. ¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?
Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”.
Yo entonces dije:
“¿Quién eres, Señor?”
Y el Señor dijo:
“Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados”.
Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme.
Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles”.
Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo:
“Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco”.
Mas él dijo:
“No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón. ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees”.
Entonces Agripa dijo a Pablo:
“Por poco me persuades a ser cristiano”.
Y Pablo dijo:
“¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!”
Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos; y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo:
“Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre”.
Y Agripa dijo a Festo:
“Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César”.
Hch. 27:1-12
Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. Y embarcándonos en una nave adramitena que iba a tocar los puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica. Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos.
Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios. Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.
Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón. Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea. Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba, diciéndoles:
“Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas”.
Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía. Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.
Hch. 27:13-44
Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta. Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón. Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar.
Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife. Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva. Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar, y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.
Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo:
“Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo:
“Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo”.
Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. Con todo, es necesario que demos en alguna isla”.
Venida la decimocuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra; y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas. Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día.
Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas de proa. Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados:
“Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros”.
Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse. Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo:
“Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada. Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá”.
Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer. Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también. Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis. Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.
Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave. Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa. Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar.
Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando. Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra; y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.
Hch. 28:1-10
Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío.
Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros:
“Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir”.
Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios.
En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres días. Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados; los cuales también nos honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.
Hch. 28:11-31
Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux. Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y otro día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli, donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma, de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase.
Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo:
“Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte. Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación. Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena”.
Entonces ellos le dijeron:
“Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. Pero querríamos oír de ti lo que piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella”.
Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían.
Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra:
“Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:
“Ve a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis; porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane”.
Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán”.
Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí. Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
NOTAS
Las notas van señaladas por un asterisco: “*” que se refiere al pie de la página actual. Si la nota es corta aparece allí mismo, si es larga hay que seguir el enlace “*Nota del autor xx” y poder volver luego con el enlace “volver a texto”
Debido a la notable diferencia entre ciertos textos de los Evangelios, que además se han usado para desacreditar sin conocimiento el valor de los evangelios me pareció necesario y lícito comentar estos pasajes explicando porque y como han sido corregidos en este primer libro ya que se podría interpretar como intención de recortar o modificar el texto original. La fusión de los textos en uno solo me ha obligado a mantener una coherencia en el relato para guardar una forma fluida y comprensible.
1: (Página 27) – Volver a texto
Mateo relata que el centurión envía mensajeros a Jesús, mientras Lucas. lo situá en persona con El;
dice en Lucas. 7:
“Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo:
“Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará...”
Personalmente creo que Mateo ha acompañado a Jesús en sus tres años de “ministerio” terrenal en su totalidad: Pedro dice a Jesús: “hemos dejado todo para seguirte” lo cual significa que no era un asistencia ocasional de parte de los doce discípulos. Esto me lleva a pensar que su relato (o a quién se lo relato) era mas fiable.
Algunos piensan también que han podido ser dos acontecimientos distintos, aunque siendo tan similares, no me parece demasiado válido. Pero aún así, si pueden haber sido dos acontecimientos que se hayan confundido en el relato de Lucas, ya que todo lo ocurrido en estos tres años no esta plasmado en los evangelios.
Por otra parte era costumbre en esa época, y mas de parte de cargos importantes mandar emisarios en lugar de ir personalmente, y aún mas considerando la humildad del militar:
“no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra”.
Vemos esa misma actitud en la mujer samaritana cuando dice:
¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí?”
Además el centurión sabía que su presencia como “enemigo” para la mayoría de judíos de la multitud podía provocar una revuelta. Así no envía un mensajero romano sino “unos ancianos judíos”, y estos se cuidan bien de especificar a Jesús su condición de “benefactor para los judíos”, pues ellos tampoco sabían bien todavía si Jesús no era un tanto “nacionalista judío”.
Por lo tanto no he fusionado totalmente estos dos pasajes porque implicaba elegir una de las dos versiones. Esto queda a juicio del lector.
Para terminar, personalmente pienso que no ha sido un error total de transmisión de los hechos a Lucas, sino que efectivamente a pesar de rehusar que Jesús entre en su casa, finalmente, si acudió a Él, lo que provocó esa confusión en el relato de Lucas.
2: (página 31) – Volver a texto
En Mateo la frase es transcrita como:
“ porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden”
En Marcos y Lucas:
“ para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan”.
Las dos preposiciones “porque” y “para que” son de diferencia similar a las dos del original griego ( ἵνα et διά). Por tanto no es un error de traducción. He conservado la versión de Marcos y Lucas porque lo que sigue del discurso de Jesús apunta claramente a esta versión.
Aunque es posible que haya sido contada la parábola en dos ocasiones distintas por El Maestro, con variación, o mas bien creo por mi parte, mal reportadas y traducidas del hebreo que hablaba Jesús cuando enseñaba: en hebreo, la única conjunción "כִּי" (ki) puede significar "porque", "para que" o "cuando", dependiendo del contexto.
3: (página 34) – Volver a texto
En Mateo y Marcos, se emplea la palabra “mar” (“de Galilea” como era y es todavía llamado) cuando en realidad es un lago muy extenso. En griego hay dos palabras: θάλασσα (thálassa): mar y λίμνη (límnē): lago. Cuando en hebreo y arameo solo hay una para los dos: ים (yam).
Lucas era mas de cultura griega hacía clara distinción entre las dos extensiones de agua, que Mateo y Marcos no hacían. En mi opinión se pueden excluir dos eventos distintos dado la coincidencia casi total de los tres relatos.
4: (página 34) – Volver a texto
La diferencia con el texto de Mateo que cita dos endemoniados cuando marcos y lucas un solo hombre, se podría considerar un error de transmisión de la tradición oral de los discípulos que han estado en la escena hacia los que mas tarde lo escribieron.
Personalmente en ese caso no creo que sea así, sino un error de interpretación debido a la traducción al griego.
La letra ב (Bet) significa “casa” antes que “dos” (numérico porque es la segunda letra). Cuando א (Alef) representa “poder” (de Dios) antes que “uno”.
Mateo no quiso hablar “dos” personas sino de “una casa (individuo) poseída” porque la persona también era referida como “habitación” en la mente hebreo-aramea. En ese caso ocupada por espíritus inmundos.
No olvidemos la parábola de Jesús acerca del endemoniado liberado comparado a una “casa barrida y limpia”. Esto ha sido mal entendido y traducido como “dos endemoniados” mas tarde.
Por esa razón he conservado la unidad de los tres textos en “un hombre endemoniado”.
5: (página 35) – Volver a texto
En el evangelio de Mateo la palabra τελευτάω (teleutáo) no significa específicamente “acaba de morir” sino En general, sugiere la idea de llegar al final de un proceso o situación: puede ser “estar terminando” o “haber terminado”. De hecho dado la riqueza del idioma griego, Marcos y Lucas usan cada uno palabras diferentes, con el mismo concepto relacionado con “terminar” pero sin indicar precisamente si el proceso ha finalizado. Como en hebreo el significado exacto de muchas palabras es definido por el contexto. No es por lo tanto una inconsistencia (mateo dice que la niña “acaba de morir”, y marcos y lucas “se esta muriendo”), realmente se puede interpretar una cosa como otra.
Esto para que se entienda la importancia del contexto en los textos bíblicos, ya que demasiadas veces es ignorado y da lugar a interpretaciones erróneas. En ese caso después del episodio de la mujer sanada de flujo de sangre, vienen a avisar al padre de la niña, todavía de camino a su casa con Jesús, que acaba de morir, por lo tanto no sucedió antes de ir el a ver a Jesús.
6: (página 47) – Volver a texto
El evangelio de Mateo nombra el lugar como Magdala, y el de Marcos como Dalmanuta. Es curiosa esa distinción ya que ese pasaje es muy parecido en los dos relatos casi palabra por palabra.
Muchos han supuesto, como yo, que se habla casi del mismo lugar: Dalmanuta no existe hoy día como nombre de una región, y se cree que Magdala es lo que hoy se llama Migdal. Hace poco unos arqueólogos han descubierto unas ruinas que piensan ser Dalmanuta, justo al lado de Migdal. Lo cual parece confirmar esa teoría.
7: (página 49) – Volver a texto
Mateo usa la palabra “hallar”, Marcos y lucas la palabra “salvar”. Parece no tener al final mucha importancia, pero es muy distinto. Hay que saber que desde su visión hebrea Mateo no se inclina hacia un concepto escatológico del discurso de Jesús. Para el, hallar la vida es una concepto presente del Reino de dios, cuando para marcos y lucas, desde su visión griega, es mas bien centrado en una vida futura. Lo mismo que el pasaje “el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en su gloria, en la del Padre, y de los santos ángeles. Y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” en el original (como en muchos otros pasajes) se ha traducido en tiempo futuro, pero realmente el texto griego no define tiempo, sino es definido por el contexto. Se puede perfectamente leer: “el Hijo del Hombre se avergüenza también de él, viniendo en su gloria, en la del Padre, y de los santos ángeles. Y entonces paga a cada uno conforme a sus proceder”. Es decir que el usar las Palabras de Jesús como directivas de vida tiene incidencia en el tiempo presente, (hallar la vida) no solo en la vida “futura”.
8: (página 74 ) – Volver a texto
La diferencia entre los dos relatos sobre quién presenta la solicitud para que Santiago y Juan ocupen los lugares de honor junto a Jesús refleja posibles variaciones en la transmisión de la tradición oral: En Mateo, la madre actúa como portavoz, mientras que en Marcos, los hijos mismos hacen la petición.
Esto puede explicarse por diferencias en las perspectivas culturales de los evangelistas: Mateo, enfatiza la influencia familiar, común en la cultura judía del primer siglo; mientras que Marcos, más directo, subraya la ambición personal de los discípulos.
Espiritualmente y desde una perspectiva lógica, es evidente que esa decisión no habría sido unilateral de la madre, sino fruto de un consenso familiar. La madre, probablemente por su papel social, habría tomado la iniciativa en representación de sus hijos. Jesús, sin embargo, responde directamente a Santiago y Juan, mostrando que el llamado al servicio y la humildad trasciende las dinámicas familiares y las ambiciones humanas.
Esta diferencia en el relato, personalmente, creo es debida a que Mateo estaba allí, pero marcos no. seguramente la información que tuvo no era como estar presente; por esto he incluido la de Mateo, que prima con mucha razón.
9: (página 74 ) – Volver a texto
Se han determinado generalmente ese pasaje que encontramos en Marcos y Lucas, como el mismo evento que el de Mateo, que he colocado mas adelante, después de la parábola de la diez minas. Aunque sean muy parecidos, no son iguales. El primero nombra a Bartimeo incluso con su genealogía, en el segundo menciona dos personas anónimas. Marcos y Lucas coinciden casi por palabra, Mateo no tanto. Me ha sido suficiente para pensar que fueron dos eventos distintos: uno al entrar en Jericó, el otro al salir.
Pienso que ha habido un error de colocación entre estos tres textos, durante su recopilación, ya que además marcos les sitúa al salir de Jericó y lucas al entrar: “Entonces vinieron a Jericó”. Por lo cual he colocado los dos (Marcos y Lucas) al entrar y el relato de Mateo al salir, ya que allí específica: “al salir ellos de Jericó”.
10: (página 79) – Volver a texto
Aquí he omitido la palabra “respondiendo”, ya que carece de sentido al seguir el verso anterior: no hay dialogo. En el original no se tiene porque usar ese termino, ya que puede ser “añadiendo Jesús” y tampoco aporta nada a la frase.
11: (página 89 ) – Volver a texto
En los evangelios de Mateo y Marcos Jesús empieza por partir el pan, en Lucas comparte el vino.
En la tradición judía hasta hoy, en la ceremonia del seder, (que es lo que hizo Jesús según esa tradición) en shabat (sábado) o en pesaj (pascua), se comienza por el vino.
He respetado el orden de Mateo y Marcos por dos razones: la primera porque son dos relatos contra uno, pero la mas valiosa es la segunda:
Mateo sin duda judío, y marcos casi seguramente, y posible discípulo de Pedro, no hubieran cambiado el orden del seder, si no hubieran sido seguros que ocurrió así, ya que lo practicaban desde siempre. Lucas era un converso “gentil” y posiblemente no tenía tan claro como pasó. Por tanto pensó que era mas correcto mantener el orden del seder judío, siguiendo una buena lógica “griega”. Lo importante es meditar ¿porque lo hizo así Jesús? Ya que el nunca hacía cosas sin razón.
12: (página 98) – Volver a texto
En Marcos 14:66, dice que pedro estaba “abajo en el patio” por lo tanto Jesús estaba en un piso su-perior, no al mismo nivel, dónde Pedro no podía haber cruzado su mirada. Al salir para ser llevado a Pilato, allí Pedro pudo verlo. En Lucas 22:61, dice que Jesús le miró antes de su salida mientras el interrogatorio no estaba terminado, lo cual hubiera sido posible estando Jesús cerca de una ventana, poco probable, los acusados mas bien siendo custodiados en medio de la sala. Por lo tanto he conservado la cronología de Mateo que sitúa ese evento a su salida del patio.
13: (página 101) – Volver a texto
En este relato, el episodio del arrepentimiento de Judas se presenta después de la condena de Jesús
por Pilato. Aunque en el Evangelio de Mateo aparece antes, he optado por ubicarlo aquí, ya que pa-rece poco probable que los líderes religiosos estuvieran disponibles en el templo durante el juicio, dado que todos estaban involucrados en la acusación de Jesús.
14: (página 103) – Volver a texto
Algunas tradiciones eclesiásticas han identificado a Salomé con la madre de los hijos de Zebedeo, aunque esa conexión no es explícita en los textos canónicos, por lo tanto se ha dejado a Salomé como siendo otra persona sin identificar.
15: (página 104 ) – Volver a texto
Los cuatro evangelios parecen ofrecer diferentes perspectivas de los mismos eventos, lo que a menudo ha generado debates sobre la cronología y los detalles. En este caso, he considerado el testimonio de Juan como un pilar central, ya que es el único discípulo que estuvo presente en momentos cruciales y su relato es más directo y personal. Además vivió mucho tiempo después de su compañeros, sus relatos son entonces mas fiables.
Juan parece ser el joven mencionado en el evangelio de Marcos que huyó sin ropa durante el arresto de Jesús. Su juventud y cercanía a Jesús lo habrían llevado a intentar seguirle incluso en medio del peligro, junto a Pedro hombre de carácter rudo y valiente.
No dudo que Juan también era “aquel discípulo” que era conocido del sumo sacerdote y pudo hacer entrar a Pedro en el patio. Los dos hombres según los evangelios eran los mas cercanos a Jesús con Jacobo, y iban muchas veces juntos como en la transfiguración, y otros relatos de los evangelios.
Pedro, sufriendo una tremenda vergüenza por su negación probablemente lo llevó a evitar al resto de los discípulos, quedándose con Juan, quien como buen amigo podía comprender su sufrimiento, y apoyarle en su momento de deshonra. Estos detalles me hacen pensar por qué Pedro y Juan estuvieron solos al correr al sepulcro. Es lógico imaginar que, tras la noticia de María Magdalena, ambos se apoyaran mutuamente en su búsqueda de respuestas, antes de regresar al grupo, De hecho el ángel dice a las mujeres: “decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos y a Pedro”, lo cual da a entender que no estaban juntos.
Finalmente, los relatos divergentes sobre los ángeles y las mujeres reflejan los múltiples testimonios recogidos. He conservado dos apariciones de ángeles, ya que creo que así fue en realidad, y hay que tener en cuenta el estado de confusión en el cual se encontraban todos los seguidores de Jesús en ese momento, y se entiende que complicaría mucho la cohesión de los testimonios.
16: (Página 110) – Volver a texto
El relato de la muerte de Judas Iscariote parece distinto aquí en Hechos en comparación con el evangelio de Mateo (página 101 de este libro). Sin embargo, ambos pueden complementarse: es probable que Judas, tras colgarse de una rama alta de un árbol, cayera al ceder la rama, provocando la terrible escena que Pedro describe en Hechos.
Otra posible inconsistencia se encuentra en que Mateo afirma que devolvió las treinta piezas de plata, mientras que Hechos menciona que con ellas se compró el campo donde se suicidó. El error está en asumir que el “salario de su iniquidad” son las treinta piezas. Judas era conocido por sustraer dinero de la bolsa común, lo que también puede considerarse su “salario de iniquidad”. Además, dado su estado emocional, es poco probable que hubiera planeado o realizado una compra formal, que incluso en esa época habría requerido trámites específicos.
17: (Página 128) – Volver a texto
A partir de Hechos 16:10, el narrador cambia a la primera persona plural ("nosotros"), indicando que se une al equipo misionero de Pablo en Troas. Este estilo, presente en varias secciones (Hechos 16:10-17; 20:5-15; 21:1-18; 27-28), sugiere que Lucas, tradicionalmente considerado el autor, fue testigo ocular de estos eventos.
Cronología del recorrido de Jesús desde
su nacimiento hasta su partida al Cielo
1-Belén: Lugar de nacimiento de Jesús durante el censo de Augusto César (p. 7).
2-Egipto: Refugio de la familia para escapar de la persecución de Herodes el Grande (p. 8).
3-Nazaret: Lugar donde se estableció después de regresar de Egipto, por temor a Arquelao (p. 8).
4-Jerusalén (Templo): Jesús, a los 12 años, permanece en el templo dialogando con los doctores de la ley (p. 9).
5-Río Jordán: Lugar del bautismo de Jesús por Juan el Bautista, marcando el inicio de su ministerio (p.12).
6-Caná de Galilea: Donde realiza su primer milagro, convirtiendo el agua en vino (p. 13).
7-Cafarnaúm: Base de operaciones del ministerio en Galilea, con múltiples enseñanzas y milagros (p. 18).
8-Betsaida: Lugar donde Jesús sana a un ciego y llama a algunos discípulos (p. 18).
9-El mar entre Betsaida y Cafarnaúm: Jesús camina sobre el mar (p. 42).
10-Magdala: Mencionado como un lugar visitado durante sus recorridos en Galilea (p. 46).
11-Samaria (Sicar): Encuentro con la mujer samaritana en el pozo (p. 15).
12-Jericó: Encuentro con Zaqueo y otros eventos significativos (p. 74).
13-Betania: Lugar donde Jesús es ungido por María y resucita a Lázaro (p. 70 y 76).
14-Jerusalén: Entrada triunfal, enseñanzas en el templo, última cena, juicio y crucifixión (p. 78-102).
15-Calvario: Lugar de la crucifixión (p. 102).
16-Sepulcro de José de Arimatea: Lugar donde Jesús es sepultado (p. 104).
17-Tumba vacía: Descubierta por las mujeres; lugar relacionado con la resurrección (p. 105).
18-Camino a Emaús: Jesús se aparece a dos discípulos después de la resurrección (p. 106).
19-Playa del mar de Galilea: Aparición de Jesús a los discípulos y encargo a Pedro (p. 107).
20-Betania: Ascensión de Jesús al Padre (p. 109).
- Los números de 1 a 20 marcan el recorrido de Jesús en el mapa de la p. siguiente.
- He agregado una escala aproximativa para dar idea de las distancias. Por ejemplo desde Belén hasta la frontera de Egipto la mas cercana, es decir Gaza, (no creo que José y Myriam hayan pasado por el desierto del Neguev alargándose 100 Km.) habrá unos 80-100 Km.
Creo que en algún momento puede resultar útil para entender el modo de vida de esa época, y tal vez profundizar mas en los relatos de aquellos que nos han dejado testimonio de lo que han vivido en aquel entonces.
Mapa del recorrido de Jesús